Lunes 14,12 semanas

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-Jóvenes, estoy tan feliz de comenzar una nueva semana –exclamó la profesora Griff, asustándonos a todos.

Me quejé mentalmente. Lunes, una y otra y otra vez.

-Ayer fui con Emma de compras –comentó Niki en voz baja, mientras la profesora seguía con su charla, la cual me importaba muy poco –. Y mientras estábamos en Zara, nos preguntamos si de verdad le vas a decir a tus padres sobre… eso.

Antes de abrir la boca, la profesora nos interrumpió.

-¿Tienen algo importante que compartir a la clase? –Las dos negamos rápidamente con la cabeza. La profesora nos sonrió –. Entonces escuchen esto, porque es importante. Les entregaré unos permisos para que sus padres los firmen y puedan asistir a una charla sobre la sexualidad en la adolescencia fuera del establecimiento para mañana. Los profesores decidimos que es una instancia muy importante, dado que la mayoría de aquí ya ha hecho el “acto”. Christina, comienza a repartir por favor.

-Lo que me faltaba –suspiré, cogiendo la hoja donde se leía claramente “permiso para charla de sexualidad” –. Niki, creo que me estoy acobardando. No quiero hoy, ni mañana, ni la próxima semana ni la próxima vida.

-Intuimos que dirías eso –respondió, doblando la hoja y guardándola en el bolsillo de su chaqueta –. Kate te mantiene amenazada con decirles ella misma, ¿Cierto? Todavía queda el resto del mes, Gwen. No es solo una semana.

-Cierto… -murmuré, con la vista en frente. ¡Revelación, ven a mí! –. Creo que las amo.

-Sí, cásate con nosotras –rió.

Al salir de clases, un poco más tranquila y sin los nervios consumiendo hasta la última célula de mi cuerpo, Niki me llevó a mi trabajo en el mall. Nos despedimos con un beso en la mejilla y se marchó tan rápido como su auto se lo permitió.

-¡Hola, Gwen! ¿Cómo estás? –Saltó Julia en cuanto llegué –. Mira a quién traje a mi trabajo. ¡Tim! Ven a saludar a una amiga mía.

Un pequeño niño apareció por la puerta del almacén donde se contenían los dulces. La forma redondeada de su rostro era muy similar al de su madre, pero poseía un cabello pelirrojo intenso y ojos tan oscuros que podría alcanzar perfectamente el negro. Era precioso, Julia debía de estar orgullosa.

-Hola Tim –le saludé, agachándome hasta llegar a su altura. Tenía un año, en enero cumpliría los dos.

-O… l… a… -balbuceó.

-Está aprendiendo a hablar –se excusó mi compañera de trabajo.

Le sonreí al niño y él lo hizo de vuelta, rebelando pequeños dientes a lo largo de sus encías. Me levanté y cogí el delantal blanco con rayas rosas. Amarré mi cabello rubio en una coleta alta y luego le coloqué un sombrerito parecido al de los marineros, pero blanco.

-A trabajar.

Timothy tenía una personalidad increíble, no sabía hablar, pero se las arreglaba para comunicarse con los clientes. Atrajo tantos, que al final de día, Julia me dio un adelanto.

-Deberías traerlo más a menudo –dije, dejando la ropa de trabajo en un pequeño casillero dentro del baño para empleados.

-Sí –suspiró –. Tiene jardín infantil todos los días de la semana menos el lunes. Allí lo dejo con mi madre. Hoy estuvo muy enferma para cuidarlo.

-¿Pero se va a poner bien?

-Espero, pero no hay muchas esperanzas –se veía realmente triste –. Soy la más joven de mis trece hermanos, Gwen. Ya tiene sus buenos años acumulados.

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