Viernes 6, 6 semanas

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Desperté con un dolor de cabeza horrible gracias a quedarme dormida con lágrimas en los ojos y ganas inmensas de vomitar. Sin embargo, todo auguraba para mejor ese día. Nah, solo intentaba ser positiva.

Beth defendió ese día que quería comer frutas y leches, nada de cosas deliciosas. Hija de mi madre… pero tenía razón. Había que comenzar a comer sano, ¡Todo por este crío pequeño! Mamá me besó la frente en cuanto salí, haciéndome sentir como la mierda misma ante la atenta mirada de Katherine.

-Cesar nos pasa a buscar hoy –dijo Kate, con una sonrisa cargada de malicia. Cesar era su novio de seis meses.

-Me voy caminando –contesté, colocando el bolso sobre mi hombro.

-Le acompaño –se unió Beth. No entendía cómo podían ser gemelas.

-¿Prefieren ir andando hasta la escuela que en cuatro ruedas? –Preguntó con voz casi dolida.

Beth y yo nos miramos.

-Sí –respondimos al mismo tiempo.

Hoy no estaba de mucho humor para ver la miel que desprendían cuando se encontraban. No tenía nada en contra de un Cesar solo, pero con Kate a su lado, los dos eran bombas de ternura y besitos interminables.

-Está bien. Miren, ya llegó –allí estaba el súper deportivo del novio de mi hermana. Él era hijo de papi, que conseguía todo con un clic en su celular. Literalmente.

Fuimos en silencio hasta la mitad del recorrido de la escuela. Elizabeth lo rompió.

-¿Y la ecografía?

-Eh… no sé… hoy tengo que ir a ver eso del puesto de trabajo, ya ha pasado una semana y probablemente ya lo ocuparon –dije con nervios –. Llamaré a la Dra. Reyes para que me dé una cita. ¿Quieres ir conmigo? De seguro Niki y Raf también me acompañan.

-¡De seguro quiero ir! –Parecía realmente feliz.

Sonreí con la cabeza gacha.

-Mamá si se enterara que estoy… que tengo esto –indiqué mi estómago –, querría que lo abortara.

-Eso no lo sabes –indicó con el ceño fruncido.

-Sí, si lo sé –farfullé –. Ayer le dije que alguien de la escuela estaba en estado… que era solo un rumor… y dijo eso.

-¿Explícitamente?

-Algo así –contesté.

Beth asintió y el silencio volvió a caer sobre nosotras. Llegamos a la escuela con tiempo de sobra. Nicole, increíblemente, había vuelto a llegar temprano y Kim se había enfermado. Al parecer la buena suerte que sentía en la mañana no era solo por positividad momentánea.

-Explícate –ordenó Niki en cuanto llegó a mi altura. Quedaban diez minutos para entrar a clases.

-¿Qué explique qué? –Preguntó Rafael, completamente extrañado.

-Ayer esta niña me llamó para decirme que me tomó como excusa ante su madre –le contestó. Ella disfrazaba su inmensa curiosidad con enojo – y luego, yo para preguntarle cómo estaba, ¡No contestó! ¡Ninguna de mis veinte llamadas! ¡Me cortaste algunas, incluso!

Ahora si estaba cabreada. Retrocedí sobre mis pasos con el ceño fruncido. Era raro, yo nunca dejaba mi celular con vibración, a menos que estuviéramos en clases. Busqué en mi bolso, encontrándome con papeles y libros y una calculadora. Allí estaba la estúpida… ¿Por qué aparecía cuando no la necesitaba?

-¿Buscas esto? –Y el idiota número uno del planeta colocó mi bendito celular frente a mí.

-Eh, sí… ¿Qué haces con él? –Miré nerviosamente a mis amigos, que veían la escena con la boca abierta.

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