Semana del 16 al 22, 8 semanas y Viernes 27, 9 semanas

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La siguiente semana fue… extraña, por no decir menos. Emma volvió con Maxwell, a pesar de sus increíbles diferencias y parecía más contenta que nunca. Adam se volvió menos frío que un iceberg y comenzó a reír en la mesa a la hora del almuerzo cuando era necesario. Un pequeño paso para algunos, un pequeño paso también para nosotros.

Stephen se volvió increíblemente atento sin las miradas rapaces de los alumnos. Si yo, a mitad de clases se me venía un antojo más raro que comer cangrejo frito, él tomaba su moto e iba a conseguírmelo. En menos de quince minutos me entregaba una bolsita marrón con el contenido. No importaba cual.

Mis amigos seguían desconfiando de él, a pesar de todo. Y Emma ya había comenzado a sospechar. Algún día tenía que decirle, pero me daba algo de pánico. La confianza no era suficiente, supongo.

Fui a trabajar por primera vez en mi vida. Julia Brooks era una mujer de casi treinta años con una capacidad de comer dulces y mantenerse con un cuerpo envidiable. La mayor parte de las personas se asustaban con ella, su hiperactividad y charlas que duraban media hora no eran realmente agradables, pero congeniamos enseguida. Yo necesitaba distracción y ella me la daba. ¿Qué mejor?

Un día, completamente deprimida por sentirme pesada y fea, cogí la báscula que mi madre tenía escondida –pensando que ninguna de sus hijas se había enterado de su existencia – y me subí a ella. Cuarenta y cinco kilos perfectos hace unos meses atrás. Aumenté un kilo y según una página de internet, seguiría aumentando. ¡Más aún!

Niki también había investigado. Descubrimos que entre esta semana y la otra, mi bebé sería del tamaño de una uva. Cuando me lo dijo, tuve un antojo de esa fruta.

Mis padres viajaron a Colombia durante el fin de semana y parte del lunes. Estaban confiados en que las gemelas sabrían cuidar de la pequeña niña menor embarazada. Claro, no tenían idea de lo último, pero ellas sí. Fue gracioso torturar a Kate durante esos tres días. Beth me ayudó con estos planes, escapándose de casa o entrando en el baño para ducharse, aunque sea a las tres y media de la mañana. Iba a la habitación de mi hermana, pedía cualquier cosa inexistente y luego caía en un llanto que duraba al menos media hora. Katherine, cansada y sin poder dormir gracias a mí, se vestía e iba a comprar lo que fuera que le pidiera. Regresaba una o dos horas más tarde, cuando parte del cielo tomaba un color claro y me encontraba tapada hasta la cabeza con sus sábanas y totalmente dormida.

Ja, ja.

***

Mamá me convenció de hacer una pequeña Pijamada con las chicas e invitar a los hombres hasta tarde. Ninguno tuvo problema para venir el viernes, así que ese día se hizo. Mi madre se decidió por cocinar después de su turno en el jardín infantil y preparar una gran pizza que alcanzaba para todos mis amigos. Esperaba que la dieta de Emma no excluyera la comida de mi mamá, ya que ella estaba realmente emocionada. La verdad es que nunca había invitado a mayor cantidad de personas a mi casa que dos. Que se duplicara, era casi un milagro.

Para la mayor parte de las personas que tenían idea de esta junta, era tan solo un día de amigos que se quedaban a dormir. Para mí, Niki y Raf, una pequeña celebración de que este pequeño ya se había transformado en un feto. ¡Ya poseía características humanas! No era un vertebrado con deformaciones extrañas, ¡Aw!

-Permiso, ¿Dónde está el baño? –Preguntó Adam cuando estábamos todos sentados en el comedor comiendo pizza. Fue realmente tranquilizador que Emma la aceptara sin chistar.

-Ven, te muestro –me levanté y le guié por las escaleras. Lo dejé en el baño junto a mi habitación, el único del segundo piso. Había otro, pero ese estaba dentro del cuarto de mis padres.

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