Vómitos, mareos, más vómitos y acidez en la boca. Así desperté el jueves a las cinco y media de la mañana. ¿Bonito, cierto? Me duché, tomé las benditas pastillas de ácido fólico y me vestí con unos jeans que antes se me caían un poquito gracias a mi pequeña cintura, pero que ahora se mantenían firmemente. Hm, esto debía bajar la autoestima.
Para el desayuno tomé un vaso repleto de calcio y unas frutas rebosando de vitamina C. Esta vez sí acepté la propuesta de ir con Kate y su novio a la escuela. Beth se mantenía en su firme decisión negativa. ¡Estaba agotada! Solo quería dormir y dormir y seguir durmiendo. Hibernar en verano y lo que queda del año, si era posible.
Llegué a la escuela arrastrándome como un gusano en el lodo. Según internet, a gran parte de las mujeres embarazadas los malestares comenzarían a bajar a medida que el tiempo avanzaba. ¡¿Por qué a mí no?!
Me senté en una banca y recargué la cabeza en la pared.
-Hola Gwen –apareció Adam, sentándose a mi lado.
-Hola –contesté entre mi saliva, a punto de caer en un sueño – ¿Dónde está Emma?
Lo último que había observado de esos nuevos integrantes a la escuela, era que nunca llegaban a la escuela sin el otro. A menos que uno estuviera enfermo.
-Me adelanté –respondió –. Quería preguntarte algo.
-Qué –no estaba en mi mejor momento para ser amable.
-Eh… -balbuceó – ¿Quieres ir a una cita, conmigo, el sábado?
Abrí los ojos tan grandes como se me fue permitido y lo miré horrorizada.
-Adam, eres mi amigo –murmuré. De verdad, no creía que esto era posible.
El chico suspiró derrotado, con los hombros hundidos y asintió.
-Sabía que dirías eso, Gwendolyn –dijo, rebuscando algo en su bolso negro –. No quería llegar a esto, pero no me dejas opción –allí, en ese instante, me cuestioné si alguna vez fue realmente algo parecido a un “amigo”. En sus manos estaba la ecografía de mi bebé.
-¿Cómo…?
-¿Cómo la obtuve? En tu casa, cuando pedí ir a tu baño –se encogió de hombros y volvió a guardar la imagen –. No sabía si las sospechas de Emma eran reales o no y por eso me propuse ir a buscar yo mismo.
-Y por eso también la llamaste loca –respondí con voz fría e impregnada de asco. El sueño se me había ido de un soplo.
-Gwen, solo quiero una cita.
-¿A cambio de la ecografía? –Inquirí.
-A cambio de la ecografía y mi silencio –me estaba chantajeando –. Si no aceptas… le diré al mundo entero que estás embarazada.
-No te creerán.
-Tengo pruebas, cariño –intentó acariciar mi mejilla, pero yo me aparté tan rápido que me provocó un ligero dolor en la espalda.
-¿Solo una cita? –Alcé una ceja.
-El sábado, yo te paso a buscar a las tres de la tarde –contestó. Me sonrió mostrando sus asquerosos dientes y se marchó.
Cuando terminó de alejarse por completo, el sueño llegó de golpe a mí.
-¿Haciendo de mata pasiones, Lyn? –Lo que me faltaba.
-No estoy para tus estupideces, Stephen –gruñí –. ¿Y quién te dio el permiso para decirme así?
-¿Lyn? Yo mismo. Lo escuché un día de tu amiguito gay no declarado y decidí que te quedaba bien –se encogió de hombros, todavía de pie. Me hacía sentir pequeñita y vulnerable –. ¿Qué quería él?

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Destino
RomanceVeamos, por un lado, tenemos a la hija de una madre obsesionada con su peso y encontrar otro esposo perfecto. Un chico que quería aprender secretamente a ser hacker. La novia de este, una perra con coeficiencia mental menos quinientos, y su versión...