Jueves 3 y sábado 5, 10 semanas

315 20 2
                                        

Vómitos, mareos, más vómitos y acidez en la boca. Así desperté el jueves a las cinco y media de la mañana. ¿Bonito, cierto? Me duché, tomé las benditas pastillas de ácido fólico y me vestí con unos jeans que antes se me caían un poquito gracias a mi pequeña cintura, pero que ahora se mantenían firmemente. Hm, esto debía bajar la autoestima.

Para el desayuno tomé un vaso repleto de calcio y unas frutas rebosando de vitamina C. Esta vez sí acepté la propuesta de ir con Kate y su novio a la escuela. Beth se mantenía en su firme decisión negativa. ¡Estaba agotada! Solo quería dormir y dormir y seguir durmiendo. Hibernar en verano y lo que queda del año, si era posible.

Llegué a la escuela arrastrándome como un gusano en el lodo. Según internet, a gran parte de las mujeres embarazadas los malestares comenzarían a bajar a medida que el tiempo avanzaba. ¡¿Por qué a mí no?!

Me senté en una banca y recargué la cabeza en la pared.

-Hola Gwen –apareció Adam, sentándose a mi lado.

-Hola –contesté entre mi saliva, a punto de caer en un sueño – ¿Dónde está Emma?

Lo último que había observado de esos nuevos integrantes a la escuela, era que nunca llegaban a la escuela sin el otro. A menos que uno estuviera enfermo.

-Me adelanté –respondió –. Quería preguntarte algo.

-Qué –no estaba en mi mejor momento para ser amable.

-Eh… -balbuceó – ¿Quieres ir a una cita, conmigo, el sábado?

Abrí los ojos tan grandes como se me fue permitido y lo miré horrorizada.

-Adam, eres mi amigo –murmuré. De verdad, no creía que esto era posible.

El chico suspiró derrotado, con los hombros hundidos y asintió.

-Sabía que dirías eso, Gwendolyn –dijo, rebuscando algo en su bolso negro –. No quería llegar a esto, pero no me dejas opción –allí, en ese instante, me cuestioné si alguna vez fue realmente algo parecido a un “amigo”. En sus manos estaba la ecografía de mi bebé.

-¿Cómo…?

-¿Cómo la obtuve? En tu casa, cuando pedí ir a tu baño –se encogió de hombros y volvió a guardar la imagen –. No sabía si las sospechas de Emma eran reales o no y por eso me propuse ir a buscar yo mismo.

-Y por eso también la llamaste loca –respondí con voz fría e impregnada de asco. El sueño se me había ido de un soplo.

-Gwen, solo quiero una cita.

-¿A cambio de la ecografía? –Inquirí.

-A cambio de la ecografía y mi silencio –me estaba chantajeando –. Si no aceptas… le diré al mundo entero que estás embarazada.

-No te creerán.

-Tengo pruebas, cariño –intentó acariciar mi mejilla, pero yo me aparté tan rápido que me provocó un ligero dolor en la espalda.

-¿Solo una cita? –Alcé una ceja.

-El sábado, yo te paso a buscar a las tres de la tarde –contestó. Me sonrió mostrando sus asquerosos dientes y se marchó.

Cuando terminó de alejarse por completo, el sueño llegó de golpe a mí.

-¿Haciendo de mata pasiones, Lyn? –Lo que me faltaba.

-No estoy para tus estupideces, Stephen –gruñí –. ¿Y quién te dio el permiso para decirme así?

-¿Lyn? Yo mismo. Lo escuché un día de tu amiguito gay no declarado y decidí que te quedaba bien –se encogió de hombros, todavía de pie. Me hacía sentir pequeñita y vulnerable –. ¿Qué quería él?

DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora