Lunes 9, 7 semanas

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El lunes, Stephen me devolvió mi celular a través de uno de sus esclavos escolares que se desvivían por verlo contento. Incluso era más patético que haber quedado embarazada durante mi primera vez, borracha, cabe decir.

Kim apareció de nuevo, más perra aún y colgada al brazo de Rafael. Se gustaban, pero las posibilidades de que ella estuviera engañando a mi amigo eran infinitas. Y Niki y yo queríamos atraparla con las manos metidas en los pantalones de otro hombre. La oportunidad todavía no se nos había presentado completamente, pero estábamos cerca. Lo podía sentir.

Emma terminó con Maxwell cuando en su segunda cita se dieron cuenta de que eran totalmente incompatibles y lo increíble, es que ella ya tenía otra salida programada para el viernes. Adam le apoyaba en todo sin problemas, incluso estaba feliz. Me preguntaba si en realidad tenían esa relación “amigo – amiga”, o entre ellos había alguna otra cosa más morbosa.

Al salir de clases, casi al borde del llanto –todavía nadie, ni mucho menos yo, entendía la razón –, llamé a la Dra. Reyes. Me había guardado el número en el celular luego de la consulta para saber si estaba realmente embarazada. Dijo que fue una excepción muy grande haberlo distinguido en tan corto tiempo y que todavía esperaba sorpresas aún mayores.

Uf, rezaba en silencio para que no. Ya me bastaba con un embarazo, ¡Y a los dieciséis!

La Dra. Reyes me programó mi primera ecografía para el miércoles, en la penúltima clase. Era el único día libre que tenía para poder hacerme la revisión y yo no tenía problemas. Me aferraría a cualquier excusa para saltarme las aburridas clases.

Stephen no fue a la escuela ni el lunes ni el martes. Kim escuchó por allí que se metió en una pelea y su padre estaba tramitando con la policía. Esto de estar embarazada de un delincuente hacía más graciosa la experiencia. Ja, ni yo misma lo hubiera pensado tan original.

Niki, Rafael, Beth y yo tuvimos que crearnos una historia que ni nosotros mismos nos habíamos creído para ir al hospital. Mi hermana fue la que condujo en el pobre coche de mi amiga, mientras yo estaba en el copiloto y ellos dos atrás. Sintonizamos en la radio una frecuencia de música pop, justo cuando una canción que todos nosotros conocíamos. Dentro, era la mayor entretención del mundo. Afuera, esto debía ser un gallinero.

Elizabeth estacionó unas calles más arriba del hospital solo para no pagar de más. Ella ya se había ofrecido a cubrir la consulta de hoy y no pensaba poner más dinero sobre la mesa. No la culpaba, ya le estaba debiendo un montón de dinero.

A medida que las inmensas instalaciones del lugar comenzaron a ampliarse ante mi vista, los nervios bailaban en mi interior, masacrando cada órgano. Creo que iba a vomitar. Niki se decidió por memorizar este momento en la sala de espera, sacando una foto de todos nosotros en sillas de plásticos con madres que pareciera haberse comido una sandía a nuestro alrededor. Sí, teníamos un lindo fondo.

Me llamaron. Rayos.

La Dra. Reyes me recibió con un afectuoso abrazo que no me esperaba y echó a todos menos a mi hermana.

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Agradecí que esta bendita doctora fuera la mía. ¡Me simplificó todo! Solo hizo preguntas, tomo pruebas y anotaba en una libretita. Me recostó en una camilla y me metió una cosa… por ahí. Sinceramente, espero no recordad nunca su nombre.

Vi a mi bebé.

Vi a lo que estaba en mi interior y que era mío.

Vi unas finas líneas, esas que indicaban que mi bebé estaba vivo.

Beth y yo lloramos, no sé si por las mismas razones, pero lo hicimos al mismo tiempo. Mierda que sí lloré, todo el tiempo hasta que estuve treinta kilómetros lejos del lugar y con una gran cantidad de crema batida.

DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora