Capítulo 3

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Harry miró por la ventana como su padre se divertía con su hermano menor: esta vez había querido salir a volar un rato y jugar a quidditch, algo bastante habitual en esa familia, su familia, aunque parecía que nadie era capaz de recordarlo. Suspiró con desaliento, su hermano lo había vuelto hacer, aprovechar que era el cumpleaños de su hermano para acaparar toda la atención de sus padres y lograr de nuevo, que no se acordaran de él.

Debería estar acostumbrado, después de todo sus padres jamás se habían acordado de su cumpleaños, si lo sabía era porque Remus, siempre se lo había celebrado y le había regalado un libro... si cualquiera le preguntara, Remus era la única persona que en realidad se preocupaba por él.

Pensando justamente en Remus, estaría a punto de llegar, siempre solía venir alrededor de las diez de la mañana y casi era las diez... seguro que muy pronto estaría llegando por la red flu, así que lo mejor era que fuese a esperarlo en el salón, así de esa forma no perdería nada de tiempo. Estaba por salir de la habitación, cuando un golpeteo en el vidrio de la ventana le hizo darse la vuelta; allí, esperando a que la dejara entrar había una lechuza trigueña con una carta.

Creyendo que lo más seguro sería que fuera para alguno de sus padres, la dejó entrar; quedó muy sorprendido cuando esta se posó en su escritorio y le alargó la pata para que le desatara la carta.

- ¿Para mí?

Ante el ulular afirmativo del ave, el niño se acercó y la desprendió de la misiva, que realmente estaba dirigida a su persona en tinta verde esmeralda; después de todo, solo él respondía a H. J. Potter. Al girar la carta para ver quien era el remitente, se le cortó la respiración: aquel sello-lacre era conocido para cualquier hijo de magos ingleses... ¡era el sello de Hogwarts, escuela de magia y hechicería! Y era para él! Le hacía tanta ilusión, sus padres y su hermano siempre le habían dicho que no podría ir, que jamás lo aceptarían... aunque Remus le había repetido millones de veces que sí que lo aceptarían, siempre le había quedado la incertidumbre de si sus padres no tendrían razón y jamás iría a aprender magia.

Con manos temblorosas, abrió poco a poco la carta y abrió ambos pergaminos; el segundo era la lista del material que iba a necesitar y la otra era una carta dirigida a su persona ¡invitándolo a asistir!

- ¿Harry? ¿Estás en tu cuarto?

- ¡Tío Remus!- Alborotó el niño corriendo al encuentro del adulto.- ¡Tío Remus, mira!

El hombre cogió la carta con una sonrisa y comenzó a leerla feliz, a la vez que lo abrazaba.

- Tu carta de admisión... muy bien, Harry.- Dijo el hombre lobo alegre.- Te dije que no habría ningún problema con tu admisión. ¿Recuerdas?

- Sí, ya lo sé... pero papá y mamá decían...

- Tus padres lo decían basándose en datos erróneos, de esa forma no podían decir nada más que eso... ya te avisé que se equivocaban... ellos, no te conocen como te conozco yo.

Remus lo abrazó levemente y luego metió la mano en uno de sus bolsillos, sacando un pequeño paquete envuelto en tosco papel marrón de embalar. Con un leve movimiento de varita lo desencogió, adoptando la medida de un libro.

- Espero que te guste...- Rió.- Ya cada vez se me hace más difícil regalarte libros interesantes...

Harry sonrió feliz, antes de coger el paquete y con su habitual ritmo despacio y lleno de cuidado, comenzó a desenvolver el paquete ya sabiendo cual era su contenido, en parte porque era lo que Remus solía regalarle y en parte porque el mismo Remus se lo había confirmado. Con un leve sentimiento de anticipación, acabó de apartar el envoltorio revelando el título del libro: "Oclumancia, el arte de la protección"

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