Capítulo 11

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Los días, se convirtieron en semanas y antes que Harry pudiera darse cuenta, ya se encontraban en pleno mes de febrero. El motivo de su despiste era justificado, tenía tanto trabajo con sus estudios y sus experimentos, que a duras penas se daba cuenta de en que día vivía... aunque por supuesto aquello tenía sus recompensas, ya no solo había alcanzado al resto de sus compañeros del segundo curso, sino que incluso los había adelantado. Además, lo mejor de todo era que se llevaba genial con la gran mayoría de ellos, fuera de la casa que fueran; por lo visto, todos se habían hecho realmente a la idea de que el chiquillo era una especie de privilegiado con respecto a la magia y por ello avanzaba más rápido que la media, consiguiendo el respeto de la gran mayoría del alumnado, incluso de los cursos superiores.

La verdad, es que suponía alguna satisfacción personal cuando algunos de sus compañeros de curso le pedían si les podía explicar algo que no comprendían; no por el hecho de saberlo y ellos no, sino porque le daban lo que su familia era incapaz: aceptación y respeto... y él siempre era feliz de ayudar. Luego, estaban los mayores... era increíble el que los alumnos de sexto o séptimo lo incluyeran en sus conversaciones sobre diferentes materias, ya fueran mágicas o de la actualidad.

Lo que él no sabía, era que mientras el permanecía en su habitación, la gran mayoría de los alumnos de su habitación, la gran mayoría de su casa o incluso de otras casas, hablaban de él y entre ellos solían comentar que su habilidad y su facilidad de aprender en muy poco tiempo sería capaz de acabar la carrera en muy poco tiempo... aunque claro, lo que nadie sabía era que la gran mayoría del profesorado también pensaban lo mismo, e incluso se preguntaban que harían después.

La verdad sea dicha, el chiquillo representaba un enigma para todo el mundo, incluido él mismo. Para el niño, cada sesión de meditación representaba un nuevo descubrimiento y un nuevo interrogante; sobretodo por la creciente sensación de presagio e inquietud que se apoderaban de él durante los últimos meses, aunque no por eso dejaba de realizar sus sesiones.

Era justo en eso en lo que se encontraba en ese momento, realizando una sesión de meditación. Estaba convencido que aquello que estaba esperando dentro de si, estaba a punto de desarrollarse... de hecho, él no quería salir de esa sesión sin sacar algo e claro; al menos, si no sucedía, quería saber que era.

Sentado en su habitación; en el centro de su alfombra, Harry estaba sumido en un estado profundo de trance, investigando lo más oculto de su se, de sus poderes ocultos, quería averiguar lo que aún le escondía su propio cuerpo. En ese trance, estaba rodeado por la ya habitual oscuridad, donde sus diferentes poderes se iban manifestando como varias luces de colores. Parecía que en aquellos momentos no había nada nuevo, se encontraban todos los poderes que había aprendido que tenía... ¿entonces que era lo que lo acechaba? Quería saber que era, quería averiguarlo, para aprender a controlarlo.

No supo muy bien que fue lo que sirvió de gatillo, pero de repente, en aquella cálida oscuridad, apareció una intensa luz blanca que en cierta forma cegó al muchacho sobreponiéndose al resto de luces existentes. No sabía que había pasado, pero aquella cegadora luz blanca dio paso a algo que le cortó la respiración; allí en el centro de aquel brillo cegador, había un ave que volaba hacía él; jamás había visto un pájaro como aquel, pero instintivamente sabía que era: un ave fénix.

Salió precipitadamente del trance debido a la impresión, y al abrir los ojos sintió inquietud. ¡Todo era mucho más grande de lo que recordaba! Como si por una inspiración se miró el cuerpo, pero donde antes había una túnica negra ahora se encontró con suaves plumas blancas... sus pies, eran ahora las patas de un ave y sus manos, hermosas alas blancas... ¡Se había transformado en el fénix que acababa de ver durante el trance¿Eso quería decir que ahora era un animago? Supuso que sí, pero un animago mágico no se había dado en muchos siglos si es que realmente había habido alguno.

InvisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora