Soy Leyenda (Camren)

La cura.

Me encontraba en mi laboratorio partiéndome la cabeza para lograr encontrar una cura para el virus que había afectado a casi todo el mundo, hasta que el día menos pensado di con la cura y era algo tan simple como mi propia sangre, no quería perder nada de tiempo y corrí al edificio donde se alojaban los monstruos de día para ocultarse del sol, tenía el plan perfecto y tenía que poner un cebo, claramente el cebo serían gotas de mi sangre para atraer a algún monstruo, no pasaron muchos minutos cuando un infectado cayó en mi trampa, el plan resultó a la perfección, lancé un dardo tranquilizante que se clavó en el pecho de la criatura, era una mujer y a lo lejos pude divisar a un infectado de sexo masculino viéndome como si quisiera matarme con su mirada por odio y rabia de no poder salir de la oscuridad a vengarse, seguramente esa mujer era su esposa. Agarré a la criatura adormecida y la arrastré hacia afuera del edificio, le puse una camisa de fuerza y correas rodeando su cuerpo para poder subirla a mi camioneta sin correr peligro, aunque el líquido tardaba en perder su efecto pero era mejor asegurarse, llegué a casa tras conducir un poco, me apresuré en entrar ya que estaba oscureciendo y se acercaba la hora en la que todas las criaturas salían de sus escondites. Cerré todas las ventanas y activé todas las alarmas y las seguridades de puertas y ventanas dejando la casa fuertemente protegida y aislada de ataques nocturnos, llevé a la bestia al laboratorio y la dejé sobre una camilla perfectamente amarrada, podía ver su pecho subir y bajar de manera muy exagerada, tomé sus latidos y definitivamente eran mucho más rápidos y continuos que los de un ser humano normal, casi como los latidos de un ratón, pero había traído a esta infectada para probar la cura y eso era justo lo que haría, tomé una jeringa con la supuesta cura que había estado preparando y la inyecté en la criatura, ahora quedaba esperar a que esto hiciera efecto, pero lamentablemente no tuvo éxito alguno.