En las ruinas de Nueva York.

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Me sentía fracasada y disgustada por el mal resultado de lo que creí que podría ser la cura al maldito virus que afectó y mató a la mitad de la población, decidí ir a despejarme y dar una vuelta por las calles de Nueva York, divisé una tienda a la que solía ir a buscas discos de vinilo y fui a ver qué había, revisé entre las muchas cosas que quedaban, algunas rotas y otras cubiertas de polvo, encontré unos cuantos discos de Queen, Lana Del Rey, Michael Jackson y otros, los guardé en el bolsillo de mi chaqueta de mezclilla que la verdad era bastante grande para mi tamaño y vi un maniquí de una chica y como siempre hacía las saludaba intentando imaginar que estas tenían vida, miré a Charlotte que era mi perra que estaba a mi lado y negué con mi cabeza.– Ni me lo digas, ya sé que me estoy volviendo loca.– Esta solamente ladeó su cabeza, a veces yo pensaba que ella me entendía y podía desahogarme contándole cómo me sentía, salí de la tienda con un rifle en mi mano por si encontraba algo raro y pude ver un ciervo que minutos después fue atacado por un león, inmediatamente apunté pensando que me podía atacar, pero al ver que pasé desapercibida bajé mi arma y caminé no del todo tranquila hasta mi camioneta, conduje hasta mi casa y como hacía cada día desde hacen tres años atrás protegí mi casa con todas las cosas de seguridad que tenía y fui a la cocina para preparar algo para comer y para prepararle algo a Charlotte. Bajé al sótano donde tenía mi laboratorio y lo primero que vi fue a las ratas de prueba que tenía enloquecidas arañando y chillando mientras trataban de escapar de la jaula en las que las tenía metidas y sí, las ratas estaban con el virus pero las tenía para observar las reacciones en ellas, me dirigí a la criatura que estaba en la camilla y no podía ver ningún cambio, golpeé la mesa con fuerza dejando mis nudillos enrojecidos de furia al no poder encontrar un antídoto aún, conecté a la criatura a varias maquinas para tenerla sedada y asegurarme de que no despierte en ningún momento y para asegurarme también de que no muera. El cansancio me ganó y decidí irme a dormir deseando despertar con ánimos de seguir.

Abrí mis ojos poco a poco por el molesto ruido del despertador y unos cuantos ladridos de Charlotte haciéndome saber que era hora de despertar, como cada día me levanté y me puse una camisa blanca y larga que no me fue necesario utilizar pantalones y comencé a hacer mis ejercicios de rutina para comenzar un nuevo aburrido día.

Soy Leyenda (Camren) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora