A b r i l

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No suelo escribir sin una idea clara en mi cabeza, no pretendo expresar sentimientos que no tengo ni endeudar a mi consciencia con facturas de dolores a pagar.

Ha empezado abril y veo como lentamente el tiempo corre, presumiendo que va tan rápido casi a la velocidad de la luz sin que ella permita que le alcance, una competencia en la cual, el único involucrado es un corredor que quiere llegar al final, sin importar que tan largo sea el recorrido y no se quiere dar por vencido, quiere llegar a la meta y atravesar esos sueños que lo esperan en ella.

Abril es un nuevo mes que llega cuarto siempre, porque si fuese quinto sería un mayo acogedor de las madres pero si fuese tercero sembraría honores en las mujeres. Abril es un mes de esos que te agarra por la espalda y te cierne con besos secos que, con un poco de movimiento se convierten en firmes claveles de luz que se atan a tu vida para empezar a vivirla.

Cuenta con treinta días que no son treinta y uno porque mayo y marzo le han robado uno, exigiendo que él podría ser mucho mejor de lo que ya es, rindiendo homenaje al idioma y dando un día de alegría a quién se considera un niño feliz qué hace bromas.

Abril es inseguro y consciente de que, sin él los doce meses no podrían formar el calendario y cada uno de ellos serían olvidados y archivados en el armario, donde la ropa vieja de cumpleaños pasados se encuentra arrugada y a la espera de ser un bonito regalo. Esperando, el llamado a escena para que algunos el día cuatro, que es el mismo de su cumpleaños, hagan bromas referentes a él y a lo tonto que es, con una fiesta que de travesuras se trata y que a pocos les hace gracia porque hieren y maltratan; que si fuera él capaz de decidirse le daría esa responsabilidad a junio porque, así las bromas se harían en verano bajo el calor de la playa y con un toque de manos.

¿Qué podría esperar un mes qué todo lo quiere ver, pero sus días no son suficientes? que está celoso y demente por ser partícipe de los villancicos, los dulces y las cenas de acción dando las gracias por haber sido invitado. Es caprichoso y espera su debida recompensa por acoger en su horas al día, a cada ser que un libro quiere leer y a la feria literaria de este país asistir, para un poco de cultura y ocio tener.

Procura ser meticuloso a la hora de escribir y desear sus más dulces y cariñosos deseos a quién le vio nacer, la Madre Tierra que en sus brazos siempre quiso acogerle. Lo que no sabe es que Madre cumple años un día par como él, y siendo un loco por los números la odiaría por no ser su múltiplo, dividiéndola en dos para que así diese once y sumarle un día más, y poder multiplicarse por tres y así mostrarle que en la primera multiplicación se encuentran los avanzados, en la segunda los que están aprendiendo y por último en la tercera quienes se están desarrollando.

Su regalo sería la noticia que ella siempre quería, todo ser viviente que en ella vivía se encontraba en total paz y armonía. Pero él era consciente que no era así, y no podría persuadir a su madre con simples engaños, terminaría siendo excluido a merced de las excusas que dio y así evitar excesos de regaños. Sus hermanos meses habían sido capaces de controlar la situación, celebrando con alcohol y sin una sola gota de drogadicción, puesto que no eran tan débiles como aquellos mil novecientos setenta ni tan extravagantes y llenos de música como los mil novecientos ochenta.

Enero traía consigo aún las sobras para la cena del antiguo año viejo y del nuevo, febrero se encargaba de la decoración con flores rojas que, encontraba en los rincones de basuras en la habitación de muchos amores que fueron y ya no son, marzo le recordaba las veinticuatro horas de su cumpleaños lo hermosa que era por tener el pronombre femenino bajo su nombre, mayo quería darle flores pero como era trabajo de febrero y, marzo le había felicitado, no le quedaba más que afirmar que era la mejor madre de todos aquí en el calendario. Junio era complicado por muchas razones, consigo cargaba el día del padre y nunca lo vio, aquel que llamaban sol; puesto que para él quién vivía a lo lejos en la fría Antártida solo podía ver a su tía la Luna quién lo cuidó desde la cuna. Julio era quién más despreocupado iba puesto que sus días eran de fiesta, recuerdos y melancolía, para todas las familias que partían de viaje y decían 'algún día volvería' y eso Madre Tierra lo sabía. Agosto era un animador y esperaba a fin de mes para que, con ayuda del viento pudiesen elevar una cometa al derecho y al revés, con la forma de su madre y de lo que alguna vez para él fue. Septiembre quería comprometerse con ella pero sabiendo que era su madre le brindó su amor en forma de amistad y creo dicha festividad. Octubre también traía un obsequio especial, miles de millones de niños, jóvenes y adultos vestidos con trajes al azar, desde nobles princesas hasta temibles villanos de lo profundo del mar, octubre era consciente de lo que podía pasar y no quería asustarla sin más; por eso le dio un consejo: como si fuesen tus pajarillos arroja estos dulces como migas de pan y, verás como elevan su voz y empiezan a cantar. Noviembre era un poco apegado a lo tradicional, aquello que en las familias de hoy ya se perdió y él siempre buscó retomar, una cena cocinada por sus manos para darle gracias a sus padres, hermanos y a él por otro año compartir, todos como una familia estando unidos y sin preocupaciones, más que la de desabotonar la camisa del traje de gala para no explotar en mil pedazos y llenar el universo de varias predicciones. La fiesta finalizaría con diciembre que, bajo su manga traía a tres jóvenes reyes quiénes vendrían a ver a un niño llamado Jesús y, durante nueve días expresarían lo mucho que le querían, para que el día siete enciendan una vela en nombre de la virgen María y, diez y ocho días después, naciera su niño y todos se arrodillaran ante él; abrir regalos bajo la sombra de un árbol de punta a punta decorado y, así finalizar llegando el día treinta y uno cantando que faltan cinco para las doce y el año está por terminar, comiendo uvas o yendo con maletas de un lado a otro sin parar, porque creen que con ello muchas cosas el próximo año les traerá.

Pero abril se sentía solo. Consumido por la duda y la indecisión intentó seducir algún día libre pero, ninguno sería fácil de roer, los precios eran costosos y a estas alturas nadie quería pagar un solo centavo. A falta de veintiún días para su cumpleaños, de manera precipitada contactó con un ser inmaculado, un alma que no conocía aquel extraño plano donde él y sus hermanos vivían y hacían llamar calendario; puso manos a la obra y me empezó a relatar la historia de como él y sus hermanos, celebrarían cada año a su Madre Tierra su cumpleaños...

Los relatos de un león vegetarnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora