34. Inquietudes

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En la puerta principal, Jongin suelta con renuencia las manos del mayor, luchando en contra de sus deseos de quedarse.

— Creo que no voy a poder soportarlo, Soo. ¡Ni siquiera me he ido y ya te extraño! —asevera, ganándose después un regaño del nombrado.

— No seas exagerado, Jongin. Sólo estarás lejos por unos días. —sin embargo, la sonrisa que tiene dibujada en el rostro le resta la firmeza a sus palabras— Vete ya, amor.

El nombrado suspira con gravedad.

— Está bien. Me voy ahora. —hace un puchero y retrocede por el jardín con lentitud. Paso por paso, tomándose el tiempo y aprovechando hasta el último momento para mirar el rostro que tanto adora— Te amo, Soo. —le recuerda a la distancia.

No obstante, Kyungsoo se alarma porque sus vecinos pueden ser capaces de escucharlo, por lo tanto, le indica con señas que lo entiende, pero que es necesario que guarde silencio por su propia seguridad.

— ¡Te amo, Soo! —a Jongin poco le importa.

— Nini, por favor. —masculla sin poder utilizar su nombre de pila para denotar seriedad.

Por lo que Jongin se ríe, regresando por última vez bajo el dintel de la puerta en donde se encuentra parado y deteniéndose muy cerca de su rostro a propósito.

— Dime que tú también lo haces... —susurra suavemente contra su arco de Cupido— Sólo entonces me iré.

Porque ahora conoce el efecto que las pequeñas acciones causan en el mayor. Como la simple cercanía de su cuerpo que resulta ser más que demasiado.

Incluso para sí mismo.

— Eso ya lo sabes. —el blanquito baja la mirada completamente ruborizado, tal como lo esperaba— Yo... también. —contesta— Yo también te amo...

Entonces con una ligera presión de sus dedos, Jongin toma el mentón de Kyungsoo y lo levanta, conectando sus labios carnosos con los de su amado en un último beso. Uno que no pierde la habilidad o el significado a pesar de la desesperación que lo toma en el instante, es más, resulta todo lo contrario. El gesto vuela la cabeza de Kyungsoo por completo, dejándolo totalmente inestable.

— ¡Oye! Alguien podría vernos. —le reclama cuando se separan,
mirando tras él y sobre sus hombros, en busca de algún posible testigo.

— Lo lamento, Soo. No pude resistirme. —dice Jongin presuntamente consciente de las consecuencias de sus acciones, sin embargo, vuelve a rozar los labios del mayor, fugazmente y sin precio aviso. Huyendo esta vez después de hacerlo, para evitar ser reprendido de nuevo— Mentí, ¡la verdad es que nunca lo lamentaría! —su risa es escuchada en los alrededores, llamando la atención de todas las personas que se encuentran en su camino de vuelta a Seúl.

— Es un idiota... —el moreno se va de Goyang demostrando lo feliz que se encuentra sin ningún tipo de inhibición. Dejando, por otro lado, a la razón de ella con los nervios de punta.

Pero no es porque Kyungsoo sienta temor de que Kai sea reconocido por las calles producto de todo el alboroto que arrastra consigo, al menos, no del todo precisamente. Sino por la alegría que también siente desbordarse de su interior a causa de él.




El de ojos saltones cierra la puerta y se dirige hacia la sala acompañado de una sonrisa tonta que no puede borrar y le hace doler los músculos del rostro horriblemente. Se deja caer sobre los cojines del sofá y suspira al recordar cada detalle de la noche apenas pasada y del día de hoy, retorciéndose de la emoción y sin poder evitar que varios escalofríos recorran su cuerpo mientras examina una y otra vez la fotografía que tiene en sus manos.

Insomnio [KaiSoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora