1993

673 47 18
                                    

Londres, Inglaterra.

Las altas temperaturas del verano dan paso a grandes fiestas nocturnas que parecieran no tener fin jamas.

Fiestas en las que más de un joven amanecía con la mente al revés y con su cuerpo en algún banco de alguno de los parques cercanos a los bares de la ciudad.

— Damon, vámonos. Ya va a amanecer.

El rubio, con algo de mal humor y resaca, se levantó del pasto pero volvió a caer ya que sus piernas estaban débiles y no era para menos ya que había estado de rumba por más de tres noches seguidas.

— No, no puedo. Dejame aquí. Yo llegaré luego— respondió con dificultad intentando abrir sus ojos.

— ¿¡Estás loco!?— preguntó exasperado su pelirrojo amigo Jamie—  ¡Vamos! No te voy a dejar aquí a merced de cualquiera que te pueda robar.

Y diciendo esto se acercó a Damon pasando sus brazos por su torso para intentar levantarlo y al menos dejarlo en la banca que había dormido mientras pedía un taxi.

El rubio era necio y Jamie solo se podía limitar a blanquear sus ojos hasta que logro dejarlo donde quería.

— Esperame aquí, ¿bien?— dijo para acercarse a la calle y detener algún taxi que los llevara a casa de los Albarn, los padres de su borracho amigo.

Ya se imaginaba la habitual escena de todos los fines de semana: Él dejaría a Damon en su cama mientras Hazel, madre del rubio, lo miraría con lástima y diría "¿Hasta cuando?" dejándolos solos y luego aparecería con un té para Jamie en agradecimiento por traerlo de vuelta sano y salvo.

Cuando finalmente logro que un taxi se detuviera le pidió ayuda al conductor a cargar a su amigo hasta el auto.

— Le pagaré más si es necesario— le proponía el pelirrojo al taxista para convencerlo.

Finalmente ya iban en camino y Damon parecía un muñeco de trapo inconsciente moviéndose de un lado a otro según como el taxi se moviera.

Jamie lo atraía hacia si y este, rendido por su resaca, terminaba roncando en sus piernas.

Y así era como concluía un fin de semana más para ambos.

— ¡No voy a permitir que sigas mal gastando tu vida de esa manera!— gritaba bastante iracundo el padre de Damon apenas lo vio salir de su habitación.

— Basta papá, me duele la cabeza— respondió indiferente dirigiéndose al baño.

Sin que él lo pensara su padre lo tomó bruscamente por su delgado brazo izquierdo haciendo que ambos quedaran cara a cara.

— Esta vez te estoy hablando en serio. Otra noche más que te vea llegar en esas malditas condiciones y juro que dejo de pagarte la maldita universidad— sentenció su padre mirándolo directamente a los ojos azules del muchacho.

Damon se soltó de la mano fuerte con la que él sostenía su brazo y mejorando su posición gruño entre sus dientes.

— ¿Acaso no me puedo divertir? ¡Papá, tengo veinte años! Es injusto que me digas esas cosas.

— ¡Aquí lo único injusto es que tu madre y yo tengamos que estar desvelados todos los fines de semana por tu culpa! ¡Eso es injusto!— subió la voz haciendo que Jessica, hermana de Damon, los mirara con algo de temor a ambos desde su habitación.

El rubio noto aquello y respiro profundo tratando de calmarse un poco.

— Papá— dijo en un tono mas decente— Solo quiero que entiendas que soy joven y como muchos quiero pasarla bien. Además me va bien en la universidad, ¿por qué simplemente no puedes entenderlo?

¿Qué tan difícil puede ser? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora