Un nuevo amanecer.

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4:23 a.m.

Era la tercera vez en esa misma noche en la que Andromeda se despertaba con su leve llanto.

— Levantate tú— dijo un desvelado Damon con voz ronca.

— Vamos los dos— le contestó también entre dormido.

El rubio se abrigó un poco más y cerró sus ojos cansado.

— Pero no...— se estaba quedando dormido cuando la niña pegó un grito un poco más fuerte logrando que ambos quedaran sentados en sus camas.

Graham tomó torpemente sus lentes y se levantó confundiendo sus pies al momento de colocarse sus pantuflas.

Ambos habían decidido vivir juntos, en la misma habitación pero en diferentes camas.

Sin dudas el castaño lo había ayudado muchísimo en la época de los pañales y biberones pero seguía firme en su posición de no volver con él amorosamente.

Aquella época había sido bastante difícil para ambos quienes no tenían ni la menor idea de como criar a un bebé pero todo fue más difícil cuando ella empezó a creer y se volvía más inquieta y curiosa mientras ellos entraban a los treinta años.

Andromeda tenia ahora siete años y dormía sola desde los cinco.

Había sido complicado ya que para una pequeña dejar de dormir con su padre le generaba el típico miedo a la oscuridad donde monstruos imaginarios invaden su mente.

Esa ocasión era la que estaban repitiendo de nuevo.

— ¿Qué pasa cariño? Ya te dije que no hay nada aquí— le decía Damon entrando a su habitación como zombie y sentándose en la pequeña cama donde ella tapaba la mayoría de su rostro dejando ver sus nerviosos azules ojos.

— Está debajo de la cama— susurró.

Graham se sentó en la otra esquina y frotó sus ojos.

— Linda, tu tío y yo ya miramos tres veces... No hay nada— la seguía calmando el rubio acercándose más para abrazarla y acariciarle su cabello ondulado.

— Tio Grem, ¿es eso verdad?— la niña lo miró por debajo de los brazos de su padre y él asintió con una tierna sonrisa.

— Solo estamos nosotros tres y te puedo asegurar que ningún fantasma feo te va a dañar princesa— le dijo el castaño subiendo sus piernas a la cama— ¿Quieres que me quede a dormir contigo? Tu papá tiene que levantarse mañana temprano y yo tengo el día libre.

Andromeda se despegó de su papá para ahora acercarse a él.

Damon se levantó y les deseó "Buenas noches" aunque ya no faltaba mucho para que amaneciera.

— Tío Grem, ¿puedo preguntarte algo?— se acurrucó en sus cobijas y él pasó su brazo por su hombro.

— Claro.

Hubo un momento de silencio y ella aclaró su voz.

— ¿Por qué papá es tan solitario? Quiero decir, yo quisiera que él conociera al amor de su vida como las princesas que conocen a sus príncipes en las historias que siempre me lees antes de dormir.

Graham se tensó y soltó un suspiro recordando un suceso que había pasado no hace más de dos meses.

Damon llegaba de su galería y encontró a Graham con miles de partituras sobre la mesa del comedor.

¿Qué tan difícil puede ser? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora