Fiesta.

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Damon salió de la ducha y rápidamente se dirigió a su habitación sin ser visto por nadie.

Lo más probable es que sus padres estuvieran viendo alguna estúpida película romántica y su hermana menor que estuviera en su cuarto leyendo algún poema de Lovecraft.

Mirando hacia su ventana notó como Graham salia de su casa dirigiéndose a la suya.

"Mierda", pensó al verse desnudo aún así que tomo su camiseta polo, unos jeans y unos botines de cuero rojo.

Se peino un poco el cabello y finalmente se puso un abrigo gris.

Volvió a asomarse a la ventana y vio como su vecino lo esperaba en el árbol que siempre había estado frente a su cuarto.

Ese árbol era su amigo ya que había olvidado la cantidad de veces que se había escapado a una fiesta bajando por sus ramas y tronco de madera.

Hoy el árbol seria testigo de otra fuga perfecta.

Graham se abrazaba a si mismo ya que el frío empezaba a hacerse notar cuando de repente escuchó un ruido y guió su mirada al que él suponía era el cuarto de Damon.

Se tapó la boca al sorprenderse con la agilidad que el rubio bajaba por el árbol sin siquiera resbalar una sola vez.

El chico corrió silenciosamente hasta llegar hasta él ya que pensaba que si caía al menos lo podría atrapar cosa que no fue así porque cuando se acercó Damon ya tocaba el suelo.

— ¿Siempre haces eso?— preguntó en susurro.

— Solo cuando salgo a fiestas.

— ¿Y cada cuanto sales?— ambos empezaron a caminar rápidamente hacia la calle donde Jamie no demoraría en llegar con su camioneta.

— Siempre— respondió guiñándole un ojo al menor.

Graham sonrió y el rubio saco un cigarrillo de su abrigo.

— ¿Fumas?— le preguntó mientras encendía uno lentamente.

— Solo cuando estoy muy estresado o nervioso— confesó.

— ¿Y como te sientes?— soltó una bocanada de humo haciendo que su perfil se viera de película.

— ¿En estos momentos? De maravilla— respondió casi en suspiro.

De repente llegó Jamie en su camioneta negra y ambos subieron en la parte delantera.

El pelirrojo miró con sorpresa a Graham y Damon le explicó lo que había sucedido esa tarde.

— Bueno Graham, al menos ya sabes que este imbécil es un olvidadizo hasta con su propio dinero— se burló ganándose un suave codazo por parte del rubio que había quedado a su lado.

El menor miro por la ventana y rió.

Por fin sentía que tenia amigos.

Al llegar a la casa de Brenda los tres pudieron notar la cantidad de personas que había.

— ¿Desde cuando tu ex es tan popular?— preguntó Jamie mientras buscaba donde estacionar su camioneta.

— Buena pregunta— respondió igual de sorprendido.

Jamie les recomendó a ambos que mejor se bajaran de una vez ya que por lo que veía tendría que estacionar en la siguiente cuadra. Ellos obedecieron y empezaron a caminar hacia donde el ruido del Madchester comenzaba a reinar.

— ¿No sientes nada al venir a la fiesta de tu ex?— preguntó Graham a quien le había llamado la atención esa pequeña parte.

Damon sonrió y sin pensarlo le pasó un brazo por su hombro acercándolo hacia sí.

— Graham, Graham, Graham— empezó a repetir— Hoy si que aprenderás muchas cosas.

Y dicho eso entraron en el mar de gente que había allí.

El menor estaba hipnotizado con la cantidad de humo y luces neón que ardonaban aquella casa que parecía mas una mansión.

El olor a marihuana, para Graham, era desagradable y Damon solo reía viendo sus gestos de novato en fiestas.

— No harías esa cara si la probaras— le gritó ya que la música era bastante fuerte por todos lados.

— No, gracias— se negó de inmediato viendo como el rubio se preparaba un poco para si mismo.

Vio como este lo fumó y luego sonrió con sus ojos desorbitados.

— Tu te lo pierdes— dijo con una gran sonrisa mientras Jamie llegaba donde ellos estaban diciéndole algo al oído a Damon.

— ¿En donde esta?— preguntó este algo mal humorado.

— Arriba— respondió el pelirrojo tomando una cerveza y brindándole una a Graham— No te preocupes, no lo voy a dejar solo— sonrió al menor mientras este destapaba su primera bebida alcohólica.

Damon miró a su vecino y asintió a Jamie para luego desaparecer entre las personas.

El menor se asustó un poco pero el pelirrojo solo se encargaba de darle cervezas cosa que a Graham le iba agradando.

El rubio subió a la habitación de Brenda donde ella lo esperaba. Al entrar no vio a nadie así que cerró la puerta tras él mirando la cama completamente tendida y las cortinas doradas cerradas donde la luz del poste las traspasaba.

— ¿Brenda?— preguntó caminando lentamente por la habitación.

De repente vio como la puerta del baño que había ahí adentro se abría y ella salia con un negro vestido escotado que la hacia ver bastante sensual.

Ella se acercó a él lentamente y sin decir nada comenzó a besarlo con desesperación colocando sus manos sobre su cuello mientras él permanecía inmóvil ante lo que sucedía.

— Brenda, Brenda, espera— se disponía a alejarse de ella pero con eso solo logró que ella lo empujara hacia su cama y que él cayera como una suave pluma.

La rubia se colocó encima de él dándole un pequeño suave beso en su cuello cosa que hizo que Damon soltara un suave gemido y terminara cediendo a sus placeres.

— ¡Una más Grem!— le decía Jamie al menor quien ya estaba bastante alegre y tomado bailando al ritmo de New Order.

Graham la aceptó pero de repente sintió unas terribles ganas de vomitar así que se colocó una mano en la boca y salió corriendo al jardín donde pudo libremente expulsar todo ese alcohol que su cuerpo había rechazado.

— ¿Cómo te sientes amigo?— preguntó preocupado el pelirrojo al llegar a donde este se encontraba.

El castaño levantó su rostro sonriendo.

— Solo necesito un baño— respondió finalmente.

Graham subió las escaleras como Jamie le indicó y él, bastante mareado, comenzó a abrir cuanta puerta veía.

— ¡Me encantas!— escuchó el menor de la puerta que ahora tenia en frente y apoyándose en este empezó a escuchar gemidos del otro lado.

Este se tapó la boca sonrojado mientras pequeñas risas se escapaban de sus labios.

Quería quedarse a escuchar pero se sentía sucio haciéndolo y la verdad necesitaba un baño con urgencia.

Los gemidos se hicieron más audibles y el castaño estaba dispuesto a retirarse cuando algo lo frenó en seco.

— ¡Graham!— escuchó de aquella habitación.

¿Qué tan difícil puede ser? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora