Pasará...

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Los días pasaban armoniosos entre los dos.

Damon vendía sus cuadros como pan caliente y Graham hacia parte de la filarmónica de la ciudad. Aparte se tenían el uno al otro en todo momento.

Nada podía ser más perfecto para ellos.

— Me voy a caer— se quejaba el castaño mientras Damon cubría sus ojos llevándolo al pequeño comedor que había en el apartamento.

— ¿De verdad crees que te voy a dejar caer?— le susurró al oído.

— Nunca lo harías— respondió confiado y sonrió.

El rubio quitó sus manos de sus ojos y este pudo ver como un lindo adorno había sobre aquella mesa: dos velones blancos aromatizados a vainilla junto con dos platos de sándwiches, uno sin carne para Graham, y dos copas llenas de cerveza.

Era una creativa combinación de cena romántica.

— Dames— rió por lo bajo tapando su boca— Esta muy lindo todo pero, ¿a qué se debe?— lo miró y el rubio dibujo una sonrisa en su rostro levantando sus brazos haciéndose el desentendido.

El castaño pensó rápidamente en su mente si estaba dejando pasar alguna fecha especial.

— Feliz cumpleaños, mi amor— se acercó Damon poniendo sus dos manos sobre sus mejillas.

Graham abrió sus ojos sorprendido.

¿Cómo era posible que hubiera olvidado su propio cumpleaños? Era un despistado sin duda pero agradeció en el alma tener a alguien tan detallista y con mejor memoria a su lado como Damon.

— Te amo— soltó de repente logrando que el rubio se sonrojara y lo mirara con más amor del que ya le tenía.

— Nunca había escuchado esas dos palabras con tanta sinceridad— le dijo mientras se sentaban cercanos y empezaban a comer.

Graham se encogió de hombros sonriendo como un tonto frente a todo lo que Damon decía.

Ya se disponían a dormir cuando el teléfono fijo sonó.

Era extraño que sonara y más tan tarde ya que muy pocas personas tenían el número de ellos.

— Diga.

— ¿Adivina quien va a ser tío?— fue el saludo del otro lado de la linea.

Damon sacudió su cabeza confundido y rascó sus ojos.

— ¿¡Jessica!?— preguntó alegre y asombrado— Tanto tiempo, espera... — recordó lo que ella había dicho y cambió su voz a un tono más formal— ¿Tio?

A Graham le llamó la atención la expresión en el rostro del rubio y dejó su lectura a un lado para intentar descifrar que sucedía.

— ¡Pero que tonta soy! ¿Dije tío? Perdón, vuelvo a empezar— aclaro su voz bastante emocionada— ¿Adivina quienes van a ser tíos?

— ¿Quienes?— miró al castaño y entendió todo.

— Ya nació, la llamé Christy— le contó Jessica sobre su hija— Quiero que vengan a verla este fin de semana.

Los ojos azules se humedecieron mientras una gigante sonrisa se formaba en su fino rostro. Al final aquellas conversaciones de pequeños que tenían donde se decían el uno al otro quien seria padre primero habían cobrado vida.

Hablaron unos minutos más y al colgar Damon puso sus manos en el rostro.

Graham se levantó del pequeño sofá que tenían en su habitación y gateó sobre la cama hasta llegar a él.

— Dios mio Dames, ¿pasó algo?— preguntó preocupado poniendo una mano sobre su hombro.

Este levantó su rostro y aún sonriendo respondió con una alegre y entrecortada voz.

— Soy tío— tomó las manos del castaño y al entrelazarlas lo miró a los ojos— ¡Somos tíos!

El sábado parecía no llegar nunca pero finalmente ambos habían llegado a Londres para conocer a la pequeña criatura.

Graham sugirió comprarle peluches y Damon, de lo emocionado que estaba, compró eso, un globo gigante y una caja dorada llena de chocolates.

— No creo que una bebe coma eso— señaló con su cabeza la caja mientras el ascensor se abría a su paso y él intentaba sacar con cuidado un gigante oso café que sostenía en sus brazos.

— ¿Estos deliciosos chocolates para ella?— rió— Son para nosotros. Estaba antojado.

Tocaron la puerta y ambos se pusieron firmes mientras esperaban a que abrieran.

— ¿Antojado?— susurró el castaño— Ni que estuvieras embarazado.

El rubio soltó una carcajada y le dio un beso en el cuello pero el ruido de la manija los sobresaltó.

— ¡Oh por Dios! ¿Acaso puede ser navidad en marzo? Miren esos regalos que traen.

Ambos entraron y dejaron los presentes en la sala del apartamento mientras los dos seguían con la boca abierta frente a quien los había recibido.

— ¿Qué haces aquí Jamie?— preguntó sorprendido Damon.

— Él es el papá— respondió Jessica abrazando por la cintura al pelirrojo dándole un beso en los labios.

El rubio sonrió y aunque aún estaba confundido y sorprendido los abrazo a ambos.

— Después me contaran todo pero por ahora queremos ver a Christy— pidió tomando de la mano a Graham quien seguía sosteniendo el gran oso y el globo con forma de sol amarillo.

— Por aquí— dijo la pareja guiándolos a un cuarto color lila pastel con una cuna café en el centro rodeada de peluches y una lampara la cual mantenía encendida todo el día.

Jessica levantó a la niña con sumo cuidado y después de consentirla la colocó en brazos de Damon quien temblaba pero a la vez intentaba controlarse.

Graham sonreía por el inocente comportamiento que el rubio tenia ya que nunca lo había visto tan nervioso.

Era tierno.

Al momento en el que la sostuvo en sus brazos el rubio inconscientemente miró al castaño quien se acercó lentamente para que ambos la admiraran con brillo en los ojos.

— Mira sus manos, tan pequeñas— decía Damon sin dejar de sonreír.

— ¡Y los ojos!— hablaba un Graham bastante emocionado.

Jessica y Jamie los miraban con cierta diversión. Era curioso verlos en ese plan tan paterno cuando solo se trataba de la pequeña sobrina de ambos.

Pero todo aquel mágico momento se opacó cuando timbraron y los padres del ojiazul entraron a la habitación viendo como este cargaba a la niña con el castaño a su lado.

Damon se puso pálido ante la presencia de su padre quien lo miraba con severidad.

Jessica notó la tensión y con cuidado tomó a Christy en sus brazos dirigiéndose a la cocina junto con Hazel a preparar té.

— Padre— intentó articular el rubio sin sonar nervioso.

Él miró a Graham quien lo observaba con firmeza y cierto respeto bajo sus lentes.

— Ya ves Damon— respondió con frialdad— Tu hermana acaba de hacernos abuelos a mi y a tu madre... Algo que tú, sin duda, nunca podrás.

Y dicho eso los dejó saliendo de allí a paso firme.

El castaño lo abrazo de inmediato y sintió las lágrimas sobre su camisa a rayas. Seguía sin creer que aquel hombre quien en parte le había dado la vida fuera la misma persona quien de a poco se la arrebataba con su actitud.

— Nuestro amor hará cosas imposibles— susurró en su oído masajeando su rubio cabello— Lo prometo.

¿Qué tan difícil puede ser? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora