Cayendo.

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— Recuerden traer sus partituras la próxima clase— decía Graham a sus alumnos tomando unas hojas y su pequeño maletín café— Los veo en una semana. Pueden salir.

Todos se levantaron y comenzaron a abandonar el aula menos una tímida joven quien aun seguía sentada en su puesto.

Él la notó y mirándola confundido decidió acercarse con cierta prudencia.

— Ya puedes salir, ¿estás bien?

Ella lo miró con miedo en sus ojos y soltó un largo suspiro.

— No creo poder hacer este trabajo. La verdad no creo que musica sea lo mío— respondió enredando su cabello negro en sus dedos.

Graham se sentó frente a ella y sonrió.

— Dime qué es lo que no entiendes y te lo puedo explicar con gusto— se ofreció a ayudarla amablemente pero algo en la mirada de ella lo hizo juntar sus cejas dejando a la vista pequeñas arrugas en su frente.

— ¿Me podría explicar en privado? Quiero decir, no aquí— miró con desagrado el lugar.

— ¿Entonces en dónde?— preguntó confundido.

La joven se levantó colocando su bolso en su brazo mientras daba pasos lentos hacia la puerta.

— Hey— la siguió volviendo a tomar sus cosas pero ella seguía caminando— ¿Quieres que te explique o no?— sentenció quedando cara a cara con ella.

— ¿Podría ir a su casa? Me sentiría más cómoda— propuso un tanto atrevida.

Él lo pensó por unos momentos y mirando la hora decidió que no habría problema. De todos modos era solo una alumna que no entendía cierta partitura. Nada podría salir mal.

— De acuerdo, pero sólo una hora— aceptó poco convencido y tomaron el metro juntos hasta el apartamento.

Graham nunca contaba su vida privada con nadie así que mientras llegaban iba pensando en como le diría a ella que Damon era su pareja ya que últimamente él pasaba tiempo ahí terminando sus cuadros.

— Pasa— le daba la bienvenida a aquella chica mientras notaba que el lugar estaba solo.

Por alguna razón se sintió más incomodo y decidió ir por un vaso de agua mientras ella se sentaba en el sofá contemplando el lugar.

— Y bien, ¿qué es lo que no entiendes?— preguntó sentándose frente a ella.

Volvió a mirar la hora.

Ese día Andromeda volvería de su viaje en Francia y habían quedado con Damon de ir a recogerla para luego ir a comer algo.

— Hay muchas cosas que no entiendo pero antes déjeme decirle que tiene un lindo hogar— cruzó su pierna dejando caer su mano sobre su rodilla— Ahora bien, estas partituras de... de ugh, ¿cómo se llama?

Él se acercó a ella y tomó la hoja acomodando sus gafas.

— Es Mozart— respondió serio y luego la miró con cierto disgusto— Y esto fue del primer semestre, ¿por qué me estas preguntando cosas de las primeras clases?

Sin que Graham lo esperara sintió como aquella joven se abalanzaba sobre él dándole un sucio beso.

— ¿¡Qué crees qué haces!?— preguntaba en medio de esos labios ajenos que no se detenían y pedían por más.

— ¿No es obvio?— se incorporó dejando soltar un pequeño suspiro de excitación— Es el maestro más guapo que he tenido jamás.

Graham abrió sus ojos como platos sin creer lo que escuchaba.

No lo iba a negar, era bastante atractiva con su negro cabello, sus grises ojos y su tez pálida.

— Mirate, ¡Te podría doblar la edad!

— Tengo veinticinco y si no estoy mal usted ya está en los cuarenta, ¿no es tentador?— preguntó.

No se sentía bien pero eso no era lo peor: Se sentía confundido porque lo estaba contemplando.

Sí, amaba a Damon y a Andromeda. El que se hubiera vuelto a entregar a él como lo había hecho las noches anteriores lo demostraba pero no entendía porque algo dentro de él estaba dividido.

— ¿Tiene pareja?— lo despertó de todos sus pensamientos y asintió rápidamente un tanto nervioso— Bueno, ella no tiene porque enterarse, ¿verdad?

Negó sin saber por qué.

— ¿Entonces?— levantó una ceja.

Sacudió su cabeza y rápidamente la retiró de su cuerpo.

— Vete, ya pasó la hora— respondió con su voz seria mirando el reloj.

— Pero su esposa no lo sabrá— pedía con cierta desesperación poniéndose de pie.

— No tengo esposa— aclaró y justo en ese momento Damon abrió la puerta dejando unas flores sobre el comedor.

La joven lo miró sorprendida entendiendo todo.

— Hey, hola— saludó el rubio acercándose a ellos con una sonrisa— ¿Quién eres tú?

— Snow— respondió Graham por ella— Una alumna a la cual le estaba explicando unas partituras pero que ya quedaron claras, ¿verdad?— hizo hincapié en su pregunta observándola con severidad.

— Así es, ya-ya tengo que irme. Permiso— tomó un tanto torpe sus cosas y salió de ahí rápidamente.

— ¿Tan mal me veo? Sentí que me observaba como si yo fuera un fantasma— dijo entre risas Damon mientras Graham lo abrazaba fuertemente agradeciendo en su mente que ya todo pasara.

— Vamos por nuestra hija— respondió el castaño plantándole un rápido y tierno beso en los labios.

Damon asintió y ambos salieron hacia el aeropuerto tomando de nuevo las flores amarillas que había comprado para ella.

El día terminó con normalidad.

Se encontraban comiendo en un Burguer King como ya era costumbre entre ellos.

— Ay Grem, cuando eramos jóvenes no le sacabas la carne a la hamburguesa— decía el rubio tomando el pedazo que este había dejado en el plato— ¿Qué le estás enseñando a nuestra pequeña?— sonó como madre logrando que ambos rieran ante eso.

— Papá no lo molestes. Tú deberías seguir su ejemplo— lo señaló con una papa francesa que él mordió—  ¡Hey, era mía!

— Exacto, era— recalcó entre risas.

— ¿Qué fue lo que más te gustó de París, linda?— intervenía Graham acariciándole su ya más pálido cabello rosa.

— ¡Es hermoso!— se detuvo— ¿Qué digo hermoso? Es más que eso. No sé como les voy a agradecer todo lo que hacen por mí.

Ambos se miraron y sonrieron tomandose de sus manos.

— Nosotros debemos agradecerte a ti por aceptarnos a ambos como tus padres— habló Damon con sus ojos un poco húmedos.

— Eres el plan más lindo que nos pudo suceder— confesó el castaño regalándoles una tierna sonrisa.

Cuando terminaron de comer se acercaron a la avenida para tomar el taxi a casa.

— El próximo fin de semana Abby me invitó a una fiesta, ¿puedo ir?— preguntó Andromeda mientras caminaban por la calle.

— Yo no le veo problema, ¿tú?— respondió Graham con naturalidad.

Damon se quedó pensándolo un poco más y al final aceptó sin saber que lamentablemente al decidir que "sí" ambos ya estaban dándole paso al segundo día gris de sus calendarios.

¿Qué tan difícil puede ser? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora