Obra gris.

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Damon y Graham salían de otra tarde más en el orfanato para dirigirse a comer cupcakes con té al parque principal.

— Esta noche tengo una cena así que si quieres compramos algo de comer para ti.

El castaño terminó su té y acomodando sus lentes lo miró extrañado.

— ¿Cena?— preguntó serio.

— Hay un tipo que es dueño de una importante galería aquí y bueno me ofreció espacio en ella, claro, si le gustan mis cuadros.

— ¿Y por qué no va a casa a verlos y ya?— su tono era de molestia y el rubio lo notó enseguida.

— Porque es él quien me va a dar la oportunidad...— puso su mano sobre la del castaño y sonrió con ternura— ¿No estarás celoso, verdad?

Graham bufo y quitó de inmediato su mano mientras blanqueba los ojos.

— Voy a comprar mi cena de esta noche— y sin decir más se levantó hacia el supermercado de al frente dejando a Damon solo.

La noche había llegado y el castaño se encontraba mirando el microondas esperando a que este calentara su comida a la vez que mordía sus uñas.

"Una cena", pensó con rabia y confundido pues él no era celoso y se sentía como un niño mientras toda su mente se llenaba de miedos absurdos.

Llevó su cena a la cama y encendió el televisor para distraerse pero no sirvió de mucho ya que seguía inquieto sin Damon a su lado.

A la mañana siguiente despertó temprano viendo como el lado que el rubio ocupaba en la cama estaba frío y vacío.

La rabia había cambiado a preocupación.

— No te preocupes, seguro no consiguió taxi o algo así.

— No creo, él siempre...— dejó de hablar con Jamie al teléfono cuando escuchó la puerta principal abrirse y ver ante sus ojos como Damon entraba con su ropa totalmente desarreglada y su cabello completamente revuelto.

— ¿Grem?— preguntó el pelirrojo al otro lado de la linea al notar el repentino silencio.

— Luego te llamo— colgó y se levantó del pequeño sofá para dirigirse con impresión a aquel rubio borracho— ¿Da... Damon? ¿Damon qué carajos te pasó?

Este solo lo miró con su mirada perdida en la nada y se dejó caer en la alfombra con una sonrisa amarga.

— Soy un fracaso— fueron las ultimas palabras que dijo antes de quedar dormido.

Habían pasado tres horas y Graham se había encargado de llevarlo hasta la cama y arroparlo.

Todo ese olor a alcohol y lo que había dicho le recordó los viejos tiempos de fiestas y escapadas por aquel árbol haciéndolo sonreír y sentirse melancólico a la vez.

De repente, desde la pequeña silla de la habitación, vio como el rubio lo miraba con las cobijas cubriendo gran parte de su rostro.

— ¿Cómo te sientes?— preguntó sin levantarse.

— Perdón— escuchó suavemente.

El castaño suspiró y cruzó sus brazos para lanzarle una mirada de decepción.

— Si solo querías salir a divertirte no era necesario inventar toda esa ridícula historia de la galería.

Damon se reincorporó rascando su cabeza. Hacia mucho que no bebía y la resaca le estaba haciendo una mala pasada.

— Pensé que te molestarías si te decía la verdad— confesó con vergüenza en su voz.

— ¿A quien le molesta que le digan la verdad, Damon?

El rubio bajó su mirada a sus manos y asintió.

Graham se levantó y se disponía a salir de la habitación cuando se detuvo de golpe en la puerta y miró una vez más a Damon esta vez siendo amable.

— Y no... no eres un fracaso— y dicho esto salió dejando al rubio con una sensación de calidez en su corazón a lo que solo pudo sonreír.

Había pasado más de un mes desde aquel suceso y las cosas se habían vuelto frías entre ambos ya que Graham sentía que no podía confiar tanto en Damon como él creía.

Y un día, la poca confianza simplemente se redujo a nada.

Era una tarde de octubre y ambos estaban almorzando en la sala viendo las noticias cuando alguien comenzó a timbrar con desespero.

El castaño se levantó un poco fastidiado y finalmente abrió.

Una joven de unos veintidós años aproximadamente, con cabello ondulado negro hasta los hombros y unos deslumbrantes ojos verdes con piel blanca era la persona que tanto insistía.

— ¿Hola?— preguntó Graham extrañado sintiendo como Damon se hacia detrás de él.

— Hasta que por fin te encuentro— dijo la joven ignorando completamente al castaño y entrando con toda confianza.

Damon la detalló y se sobresaltó recordando todo.

— ¿Qué haces aquí? ¿Cómo supiste donde vivo?— comenzó a interrogarla mientras la seguía hasta la sala donde ella detallaba todo con cuidado.

— ¿La conoces?— se acercó Graham al rubio quien lo miró con temor en sus azules ojos logrando que todo fuera más confuso de entender— ¿De dónde?

— Mi nombre es Lisa— interrumpió llamando la atención de ambos— ¿Tú quién eres? Creí que Damon vivía solo.

El castaño frunció su ceño.

— La verdadera pregunta aquí es, ¿quién eres tú y cómo conoces a Damon?— preguntó mirándola fijamente para luego voltear a ver al rubio quien no decía nada y estaba completamente palido— ¿Alguno de los dos podría explicarme qué carajos pasa aquí?

Damon pasó saliva y miró a Lisa quien estaba vestida con un lindo vestido de flores hasta sus delgadas rodillas las cuales perdían delicadeza con sus negros botines de cuero.

Ella también miraba toda aquella situación con confusión y entendió sin más que ellos dos eran pareja.

Nerviosa colocó una de sus manos sobre su abdomen y unas lágrimas se asomaron en sus ojos.

— ¿Qué pasa? Por favor alguien diga algo— rogaba Graham en medio de los dos.

La joven levantó su rostro aun llorando en silencio mientras miraba al castaño con miedo para luego mirar a Damon con rabia.

— ¿Por qué no me dijiste que tenías pareja?— preguntó con su voz quebrada hacia el rubio quien solo miraba las manos de ella— ¡Estoy embarazada, Damon!— pausó bajando su cabeza— Y es tuyo.

Graham y su respiración se detuvieron mientras sus ojos se posaban sobre Damon quien sin parpadear ni mover un musculo intentaba pedir perdón a través de su mirada cristalizada.

¿Qué tan difícil puede ser? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora