Capítulo 1: Preludio

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-¿Por qué tomaste una decisión de esta clase?

-Porque no puedo más -lágrimas resbalaban por las mejillas teñidas de oscura suciedad en conjunto con sangre propia y ajena

-¿Has pensado en los demás?

-Sí -suspiró antes de tragar con dificultad porque el nudo en su garganta a causa del llanto le impedía hacerlo normalmente- y eso sólo acrecentó este deseo

-No lo hagas, Tsunayoshi-kun -suplicaba mientras se deslizaba con cautela para acercarse pues aún estaba demasiado lejos como para hacer algo con prisa

-Lo siento -su voz quebrada reflejaba lo roto que su alma estaba-, pero diga lo que diga, no quiero dar marcha atrás

-¿Sabes por qué estoy aquí? Mejor dicho -tomó aire lentamente para alargar la plática- ¿Sabes por quién?

-No me digas más -aguantaba un hipido

-Ella te llamaba entre lágrimas

-¿Despertó? -sorpresa mezclada con temor

-No me refiero a ella -apretó los labios porque debía elegir bien sus palabras-, me refiero a tu hija

-¿Cómo está ella? -su mirada se endulzaba levemente al recordar la carita de su princesa

-Necesita de su padre -el azabache estiró su mano y dio dos pasos para acercarse- Vamos, Tsunayoshi-kun... Regresemos a casa

-No más... Ya no puedo -retrocedía hasta que el borde de aquella terraza se sentía en la punta posterior de su zapato-. Jamás podré verlos de nuevo... no puedo siquiera acercarme si estoy manchado de este rojo pútrido

-Tsunayoshi-kun, ¿quién más podría cuidar de tus hijos si no eres tú mismo?

-Usted lo hará, Fon-san -sonrió con una melancolía que partiría la cordura de quien sea-. Es mi último deseo

-¡Espera!

-No lo haré -un susurro maldito



Miedo, dolor, angustia, negrura y miseria. Todo un tumulto de fuerzas negativas que lograron hundir al más brillante cielo, que lo llevaron a un abismo vacío. Fue tanto, tan poderoso, que aquella frágil existencia llegó al punto en que no creía poder retornar, en donde ya nada importaba, donde ni siquiera lo más valioso de ese mundo le ataba. No escuchaba, no razonaba, sólo quería descansar.

Quería extinguir su amarga existencia.

Pero no llegó a ese momento por casualidad. Tampoco fue de improvisto. Todo tenía una razón y un porqué.



Miradas, en eso empezó todo...



El más grande mafioso del bajo mundo, el jefe de la familia más temida y poderosa, un cielo inmaculado que pasó por decenas de obstáculos para llegar a donde debía. Alguien que prometió cambiar toda la negrura de la mafia que acunaría en sus brazos y la encaminaría al objetivo sincero que tuvo al inicio. Quería volver al origen de todo ese imperio

Sin embargo, nada es tan fácil. Nada es tan simple y recto.

Para cumplir con los objetivos que se tiene se deben seguir parámetros, tomar decisiones, soportar el peso de cada acto realizado. El jefe lleva todo eso en sus hombros, era quien dictaminaba lo que se haría frente a cada situación inesperada, la mejor forma de usar a sus subordinados, decidía el plan de ataque que conllevara el mínimo de muertes, era quien definía quien seguía en pie y quien debía desaparecer.

Mi rojo cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora