Capítulo 5: Duele...

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Lo limpió por fuera, pero no podía hacer nada en el interior del chico.

Por primera vez en años sintió impotencia.

Fon sentía un dolor en el inicio de su estómago causado por tan penosa visión. Tsuna tenía los ojos fijos en algo lejano, de ellos brotaban abundantes lágrimas, pero su expresión facial estaba serena como si fuera tan sólo un muñequito hueco. No sollozaba, no se quejaba, su voz era monótona, las manchas de sangre que bañaban su cuerpo eran numerosas, sus manos ya desnudas mostraban daños debido al uso del arma que no estaba acostumbrado a manipular, el traje estaba mojado en ciertas zonas, el cabello mantenía mechones rojos aún en evidencia de que acabó con sus enemigos y que en la mañana toda Italia se horrorizaría por la visión de doce cuerpos colgando en edificios alejados entre sí.

Italia se bañó en sangre.

No.

Tsunayoshi se bañó en sangre.

Era lamentable, lo peor era que el shock en el jefe de Vongola parecía ser más grande de lo que se podía ver. No sólo estaba fuera de sí, sino que estaba frío, sin vida en esa mirada, parecía que algo dentro de él se había quebrado o que algo ya estaba quebrado se terminó por quedar en pedazos minúsculos.



—Vamos a casa, Tsunayoshi

—No

—Insisto

—Debo hacer algo más antes



Fon vio al castaño levantarse lentamente mientras apreciaba en el horizonte unas tenues muestras de que el sol quería aparecer, pero para eso faltaba mucho aún. Se quedó en su lugar, permitiéndole al castaño tener su espacio, lo vigiló sin hacer nada raro que lo alterara. Escuchó leves susurros, pero no entendió nada. Él también cerró sus ojos para mentalizarse, para planear las palabras a usar, para eliminar esa sensación de acidez en su estómago o el dolor en su pecho.

No quería creer que el mismo joven radiante que conoció años atrás, se había vuelto aquella figura de cerámica con diversas grietas y ojos perdidos en la nada. No quería aceptar que la mafia fue lo suficientemente dura como marchitar aquella ingenua existencia. «Pobre muchacho» pensaba, sin embargo, se equivocaba en algo... Tsuna ya no era un muchacho, era un hombre hecho y derecho, con treinta años sobre sus hombros... era gracioso que se viera tan joven como Fon que apenas aparentaba los veinte ya que después de ser liberado de aquella maldición que lo mantenía en una figura infantil, debió crecer como cualquier persona normal haría. Tal vez era la herencia de la madre del castaño la que lo dotaba de longevidad pues Nana aparentaba juventud a pesar de que ya era una abuelita encantada con sus nietos.

Se distrajo demasiado tiempo. Cuando volvió en sí, ya era demasiado tarde.



—Tsunayoshi-kun —se adelantó dos pasos, pero se quedó quieto cuando el castaño empezó a caminar por el borde de ese edificio en especial

—Sabe lo que planeo hacer, ¿verdad? —Tsuna se detuvo en un borde agradable, debajo estaba la calle, algunos autos estacionados, un par de letreros que sobresalían y la visión de personas que parecían solamente hormigas sobre el asfalto

—Espera. Sé que ha sido duro, pero... lo que estás viendo no debería ser tu siguiente objetivo —el azabache dio dos pasos más, silentes, cautelosos

—Me gusta mucho este edificio —opinó mientras medía la altura, pero no podía dar un valor exacto, sólo sabía que eran veinte pisos de un hotel de cinco estrellas. Estaba bien ubicado

—¿Ya lo tenías elegido? —seguía acercándose, pero sentía que no estaba haciendo un progreso evidente y Tsuna ya se había detenido sobre el borde de esa terraza

Mi rojo cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora