Capítulo 10: Legado

463 45 42
                                    



—Buenos días, juudaime —una nueva oportunidad de reivindicarse, en eso pensó desde el mismo punto en que abrió los ojos en ese día

—Acabaré con esto rápido, Gokudera-kun —dijo apenas mirando al recién llegado—. Por favor, encárgate de lo demás —con rapidez firmó y selló algunos papeles antes de acomodarlos a un lado de su escritorio

—No se preocupe, me haré cargo... —con curiosidad miraba la rapidez de aquellos dedos—, pero, ¿ya desayunó?

—No, pero está bien —firmó algo más, cerró una carpeta y se levantó—. Perdona, pero estoy de apuro —dictó antes de que Hayato dijera algo más

—¿A dónde va?

—Saldré con Fon-san durante unas horas —se acomodó la corbata y revisó las cosas que llevaba en los bolsillos—. Por favor, pídele a mi madre que cuide de Isabella y que, si mi pequeña insiste en querer verme, dile que me llame y volveré de inmediato

—Juudaime, lleve a alguno de nosotros al menos —insistió con un poco de duda ya que hace no mucho empezó de nuevo a interactuar más con su jefe

—No —le cortó con firmeza

—Pero...

—Estaré bien, no necesito seguridad extra — Tsuna tomó sus llaves y suspiró—. No voy lejos... y es algo que debo hacer solo... —aun no miraba a su guardián ni notó la tristeza de este—. Me llevaré el auto... Adiós, Hayato

—Buen viaje, juudaime —suspiró desanimado cuando lo vio atravesar la puerta—. Aun es complicado tratarlo familiarmente —mas no pensaba rendirse, no señor, porque lo que más ansiaba era verlo sonreírle cada mañana o preguntarle sobre cualquier duda que tuviera... extrañaba al cielo que tanto amaba en silencio

Tsuna pasó de largo por los pasillos, con apuro analizaba mentalmente su itinerario y verificaba tener tiempo suficiente. Saludó apenas a los que se encontraba en su camino, revisó las habitaciones de sus hijos quienes dormían aun pues era demasiado temprano, casi las seis y media de la mañana. Le sonrió amablemente a Lambo quien parecía haber sólo despertado para ir por agua a la cocina, miró a Chrome ya vestida en el pasillo, se despidió con rapidez y casi corriendo ingresó al garaje

No tardó más de veinte minutos en llegar a la zona acordada, a la que era la nueva residencia de Fon, una casona de al menos tres pisos conformada por varias habitaciones o departamentos, suponía Tsuna. Y ahí enfrente de la gran puerta de madera antigua -que suponía era la entrada-, estaba el azabache, vestido con un quipao de color blanco adornado por detalles en rojizo, quien agitaba su mano en conjunto con una sonrisa. Tsuna se sintió reconfortado sólo al verlo, más seguro, menos temeroso por aquella visita que haría

—Lamento molestarlo en un sábado

—No es nada —Fon se sentó de copiloto y procedió a colocarse el cinturón—. No tienes que disculparte por esto

—Generalmente hago esto solo, pero ahora necesitaba de compañía

—¿Enma no pudo acompañarte?

—En realidad, quise que usted me acompañara —el castaño sonrió antes de empezar a conducir—. Creo que será bueno platicar un rato sobre algunos de los temas que... —dudó— de esos temas

—Escucharé como lo hice antes. Será un placer el conocer un poco más de tu vida, Tsuna-kun

—Gracias por eso

Las calles de Italia eran calmas a esa hora de la mañana, apenas si había tráfico en las rutas adjuntas a los mercados de la ciudad; a Tsuna le gustaba eso porque de esa forma no se estresaba al conducir. Fon le hizo plática en el camino sobre los niños, sus padres, la convivencia con los guardianes -misma que estaba avanzando poco a poco-, y tal y como dijo Fon, cada uno de sus amigos parecía esforzarse más en acercarse por voluntad propia.

Mi rojo cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora