Capítulo 29: Afinidad.

188 26 5
                                    

Le costó algo de trabajo llegar a la mansión. No porque Tsuna pesara demasiado o por la falta de transporte en esa lluvia, nada de eso; lo que le impedía volver de inmediato era la condición en la que Tsuna estaría al despertar. Pero no tuvo opción, tenía que volver para que nadie se preocupase por el castaño y además este estuviera en un sitio seguro hasta que se verificara que la amenaza de los Yasen se extinguió completamente. Fue por eso que, aun con la lluvia empapándolos, con Tsuna inconsciente en sus brazos, Fon miró a los guardias y les pidió la autorización para entrar sin que avisaran a alguien o que siquiera dijeran que de alguna forma él y Tsuna salieron de la mansión sin ser detectados.

Quería algo de calma por unas horas.

Pero pidió demasiado.

Cuando se halló frente a la puerta principal fue recibido por una de las sirvientas y junto a esta Diana, quien al parecer fue informada por Skull sobre la usencia en la mansión. No pudo decirles mucho, en realidad no tuvo que decir nada porque Diana pasó por algo similar con Enma —según dijo—. Lo ayudaron a pasar casi desapercibido hasta que llegó al cuarto del jefe y le cedieron privacidad. Fon secó y arregló lo más rápido que pudo a Tsuna antes de dejarlo en su lecho para que descansara todo lo necesario. Pero eso sólo sería el inicio.

—Pediré que los médicos lo... —Diana estaba preocupada por Tsuna.

—En realidad —Fon suspiró—, quisiera que llamemos al doctor Shamal.

Fon sabía que Tsuna no sólo necesitaba ayuda médica, sino psicológica, y según recordaba Tsuna confiaba en aquel médico desde hace mucho, así que lo necesitaba. Shamal seguramente tardaría un poco en llegar así que permitió que el personal médico de la mansión revisara al castaño, lo evaluara, recetara algunas cosas y finalmente se fuera dejándolos tranquilos.

Ambos jefes —Simon y Vongola—, habían colapsado ante el cansancio poco después de su arribo a Italia. Los pesares morales y el estrés fueron demasiado para aquellos dos. Ese fue el resultado de todo ese caos. Un pequeño precio para algunos, pero para otros eso significaba un sacrificio de tamaño colosal; porque las luces que daban guía a las familias se estaban debilitando más rápido de lo planeado..., de lo deseado.

Fon se quedó junto al castaño, no le importó siquiera que muchos de los que llegaban a la mansión visitaran a Tsuna y le brindaran miradas escrutadoras o intentaran preguntarle cosas que él no deseaba contestar. Los atendía a todos con paciencia, desviando el sendero de las preguntas y centrándose en colocar los pañitos de agua tibia en la frente de aquel castaño, porque como secuela de todo lo sucedido le había subido la temperatura corporal.

No sintió el cansancio propio, en su mente sólo Tsuna estaba como prioridad.

—Buenos días, Tsuna-kun.

Nadie podría imaginar la felicidad de Fon al ver esos párpados separarse y pestañear repetitivamente. Sonrió con emoción mientras retiraba el paño húmedo y con sus dedos quitaba suavemente los mechones pegados a la frente de Tsuna. Repasó con su pulgar la cicatriz que cursaba por aquella piel y lo deslizó con dulzura hasta el pómulo de quien lo miraba interrogante.

—Estoy en casa —el tono de voz de Tsuna detonó dos cosas: el aviso acostumbrado cuando regresaba a su hogar y la pregunta que quería sea respondida.

—Bienvenido —fue la corta respuesta del azabache.

Un largo silencio se dio entre ellos mientras se miraban, ambos ocultando la extraña sensación de al fin poder estar tranquilos en aquel hogar formado y la incomodidad dada tras los recuerdos que poco a poco se materializaban en sus mentes. Fon se dedicó a sonreír, esperando a que fuese el castaño quien le diera pista de qué deseaba hacer. Tsuna, en cambio, no sabía cómo empezar con aquello que le carcomía en pecho.

Mi rojo cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora