Capítulo 21: Despertar.

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Su cabeza dolía, sentía náuseas, le dolía la mitad del cuerpo, y aun así abrió los ojos. Mala idea, se topó con ciertas luces irritantes que sólo aumentaron su malestar; se quejó entre maldiciones antes de obligarse a adaptarse para finalmente diferenciar que estaba en algún lugar parecido a una enfermería. Miles de recuerdos sobre el ataque a su mansión le llegaron, sintió un escalofrío que le recorrió cada porción de su piel. Bufó antes de levantarse tan rápido como pudo, pero eso le ocasionó vértigo y se mareó. Soltó el aire y se apoyó en la persona que no lo dejó caer a un lado de la camilla. Todo le dio vueltas y aun así pronunció las palabras que se atoraron en su garganta antes de que perdiera la conciencia.

—Mis hijos —apretó los labios para no ceder ante las náuseas.

—Ellos están bien, pero tú, por otro lado —Tsuna se extrañó por escuchar la voz preocupada de su niebla mayor—, te ves terrible.

—Mukuro —parpadeó muchas veces antes de poder sentarse por sí solo y darle una rápida mirada al lugar—, ¿dónde están?

—Tranquilo —evitó que el castaño se quitara las sábanas de encima—, ellos no tienen ni un rasguño —palmeó levemente los hombros de su cielo—, pero no están aquí porque a ti apenas y acabaron de coserte la herida.

—¿Qué? —entonces Tsuna sintió cierto ardor que nació desde su ceja izquierda y se extendió por su frente hasta casi llegar a donde empezaban sus cabellos— Duele —intentó tocarse la zona, pero la mano de Mukuro lo detuvo.

—Has tenido peores días —verificó que la curación y los vendajes estuvieran en su lugar antes de mirar al castaño—, así que esto es despreciable, kufufu.

—¿Qué pasó? —solo ahí sintió la incomodidad sobre su ojo izquierdo de lo que suponía era una venda.

Mientras bebía un poco de agua junto con los antibióticos, se le fue informado todo lo que se perdió debido a su inconsciencia. Desde el procedimiento de Hibari y la CEDEF para capturar a la mayor parte de los enemigos y deshacerse de los restantes, hasta que los Simon hallaron a los que operaron los misiles y que se ubicaron en un pequeño campamento alejado de la mansión. También le dijeron que sabían cómo operaron los Furume, estaban informados de todos los asesinos a sueldo que fueron contratados por la misma familia en pro de ese ataque —información que Reborn obtuvo por su cuenta tras capturar a un par de ellos—. Y finalmente el cómo la mansión estaba ya libre de enemigos y que sus hijos y civiles descansaban en una sección adjunta mientras ayudaban a los demás heridos. Además, le dieron una cifra de dos números que representaban a los caídos en el lado de Vongola.

Nada le dolió más que eso.

Habían perdidos vidas de inocentes, de personas que trabajaron para él a pesar del riesgo que significaba servir a una mafia poderosa, quienes vio rondar su casa o pertenecer a su equipo de seguridad. No lo pensó mucho antes de ordenar que Vongola se hiciera cargo de todos los gastos mortuorios de sus caídos, así como asegurarle a la familia de los mismos un futuro sin problemas económicos. Al menos podía hacer eso.

—¿Y Fon-san?

A su mente llegó el recuerdo final antes de que todo se volviese negro. El asesino que lo atacó con una espada corta, esa mirada afilada y que prometía muerte, su intento por defenderse y la silueta de Fon quien se acercó corriendo hacia él. También recordaba haber escuchado un disparo y percibir el aroma de la sangre. Sintió miedo. No quería ni pensar en que Fon estuviera en la lista de muertos.

—Debes agradecerle luego —Mukuro habló con mala gana, incluso hizo una mueca de desagrado—. De no ser por él, hubieses tenido algo más que esa cortada en tu frente.

Mi rojo cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora