Capítulo 33: Público.

133 18 28
                                    

Su cuerpo se había relajado con el agua caliente entremezclada con las caricias de Fon, con quien se aseó esa mañana. Incluso se quedaron un largo rato hundidos entre su cómodo silencio mientras jugaban con el agua de la tina.

Para Tsuna había sido un despertar vergonzoso entre los brazos del antiguo arcobaleno, pero eso pasó a segundo plano cuando se besaron con ternura sin decir ni una sola palabra. Aunque debía admitir que apreciar las marcas evidentes —que obviamente no iban a poder ocultar—, eso sí fue más que vergonzoso, fue un shock, porque cuidaron mucho de sus acciones la mayoría del tiempo, pero al menor descuido hicieron esos... moretones.

—¿Te sientes bien?

—Sí —Tsuna se miró al espejo antes de voltearse hacia Fon—, quiero preguntar lo mismo —entrecerró sus ojos para analizar al azabache—, pero yo te veo bien.

—Supongo que ambos hemos pasado por sucesos más... —lo pensó un momento— desgastantes.

Se rieron de la pésima broma antes de seguir arreglándose para después salir de su cuarto en busca de Lambo y finalmente partir hacia Italia. No fue incómodo en esa ocasión, tal vez porque se despertaron temprano y tuvieron tiempo de perder la vergüenza inicial.

Tocaron la puerta de Lambo un par de veces como aviso y lo vieron aparecer ya listo, descansado y sin rastro de los síntomas de "dolor" del día anterior. Era obvio que Lambo les mintió, pero no dijeron nada. Fingieron demencia porque todos tenían algo que ocultar.

—¿Nos vamos? —Tsuna sonrió.

—Espera.

Lambo dejó su maleta de lado y caminó un par de pasos hasta reposar su espalda en una de las paredes del pasillo y teclear en su celular. Tsuna miró a Fon, Fon elevó sus hombros sin saber cómo interpretar el comportamiento del joven rayo. Ambos esperaron pacientemente, trataron de no preguntar hasta que escucharon una voz suave brotar del aparato que Lambo mantenía contra su oreja.

—¿Chrome? —Lambo miró a los dos restantes.

Sí, Lambo.

—LO HICIERON —lanzó un grito entre histérico e incrédulo antes de agitar sus manos un par de veces, pero volvió a tomar compostura, aunque sólo se tensó y encogió sus hombros—, por dios, ¡tienes que ver las marcas de sus cuellos! —agitó su mano libre.

¿Cuellos?

—¡De los dos! —los señaló antes de jadear porque no podía creerlo—. Tienes que ver sus rostros de felicidad infinita y de... ¡no sé! —agitó su mano libre con mayor fuerza antes de agarrarse los cabellos—. Oh por dios... ¡NO CREÍ QUE FUNCIONARÍA! —le gritó al celular que apartó de su oreja.

—¡Lambo! —Tsuna enrojeció al entender todo. No quería que Chrome se enterara todavía.

—E-espera —Lambo maniobró con sus manos temblorosas para colocar el altavoz—. ¡Ya está! —rio divertido.

Felicidades, boss y Fon-san —rio suavemente la chica que en su habitación se tuvo que sentar para controlar su emoción.

—¡Lambo! —Tsuna agitó sus manos—. ¡Cállate!

—¡Pero estoy tan feliz! —agitó sus manos como si fuera un niño reclamando una golosina—. Buena esa Fon —asintió con orgullo—, me entendiste y lo hiciste.

—¡Lambo, deja de decir eso en voz alta!

—¡Qué bueno que me compré tapones de oídos! —Lambo ignoró a su hermano mayor y rio sonoramente—. Gracias, Chrome, tú sí que sabes ser precavida.

Mi rojo cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora