Capítulo 31: Escalones.

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Mukuro estaba analizando minuciosamente a ese par de cielitos —porque suponía que tanto Taiki como Isabella heredaron esas llamas—, preguntándose cómo es que parecían satisfechos con lo sucedido con su padre y Fon; además de porqué se veían tan felices cuando él los tenía metidos en una ilusión donde flotaban de cabeza sobre un mar de lava y fuego. Hasta parecía que eran anormales... Joder. Los niños de esa época daban miedo.

—Suficiente. Si no sufren no es divertido —suspiró antes de deshacer de poco en poco su ilusión y dejar a ese par de niños caer suavemente al suelo.

—¡Otra vez! —Isabella rió a la par que daba saltitos—. Otra vez, otra vez.

—¿Eso fue todo? —Taiki frunció su ceño insatisfecho—. Qué aburrido.

—Parece que el príncipe me quiere desafiar —Mukuro apretó los dientes sintiendo su ojo izquierdo palpitar por un tic.

—La tía Chrome hace mejores ilusiones —bufó antes de estirar su mano hacia su hermana, quien la tomó de inmediato—. Vámonos Bella, busquemos a la tía Chrome.

—Kufufu... así que mi pequeña Chrome ya los estaba entrenando. Eso explica muchas cosas.

—¡Con unicornios! —sonrió la castañita antes de agitar su mano en despedida y seguir a su hermano.

Mukuro determinó que buscar a ese par de niños para sacarles información sobre su cielito fue mala idea; al final sólo perdió el tiempo, así que mejor buscaría información por otro lado. Excluía a Reborn de sus planes porque últimamente había estado de mal humor casi todo el tiempo, no se dejaba ver muy seguido, y después de una reunión con el décimo jefe simplemente desapareció. Nadie preguntó y Tsuna dijo que no era nada de qué preocuparse, que Reborn sólo necesitaba unas vacaciones y volvería cuando se sintiese mejor.

Pero he ahí el dilema.

¿De cuándo acá el antiguo arcobaleno más poderoso se sentía mal?

Se perdió de algo muy importante, lo sabía, por eso debía averiguar qué era. Lamentablemente nadie más parecía saber sobre el asunto... nadie a excepción de cierta persona escurridiza que se había transformado en la niñera especial a tiempo completo del par de cielitos. Sonaba ridículo que un gamberro como ese se hubiese auto proclamado el vigía oficial de Vongola y anduviera por la mansión como en su propia casa, con plena protección del décimo cielo, y teniendo la libertad de llevarse a los niños siempre que quisiera.

—¡Adivinen con quien irán a...! —Skull estaba arrodillado frente a ambos niños y sonreía terroríficamente, cosa que no parecía importarle a los pequeños—... ¡Adivinen! Vamos, sigan mi juego —bufó.

—¡Parque! —levantó la mano la castañita, pero Skull negó.

—Heladería —interrogó Taiki con una ceja elevada, pero Skull volvió a negar.

—Lago —Isabella mostraba interés absoluto.

—¡Exacto! —despeinó a la pequeña y sonrió con dulzura—. Hoy iremos al lago. Sólo ustedes y yo.

—¿Y papá? —Taiki solía sacar todos los detalles de sus actividades, por mínimos que fueran. Era de reconocer que el niño tenía talento en cuando a interrogación o investigación, el tiempo lo diría.

—¿Y mamá Fon? —en cambio la castañita preguntaba más por inercia que por algo más.

—Ellos dos deben actuar como una pareja toda enamorada y cursi —Skull canturreó moviendo sus manos y haciendo reír a los niños—, con flores y citas románticas por el parque —hizo una mueca rara—. Ellos solitos y sus besitos.

Mi rojo cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora