Capítulo 6: Amiga con aletas.

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El hablar con una sirena y mostrarle que no soy una amenaza fue un gran avance. Talvez no hablamos mucho y no se veía el mejor ambiente, pero es mejor que nada. Vi como su sombra en la superficie se dirigía hacia mar abierto. Me quedé ahí parado hasta que desapareció junto con el sol dando fin al atardecer. Tenía la mente en blanco mientras caminaba de vuelta a casa, tener una experiencia así te deja sin palabras. Pensar en eso solo te hacer dar vueltas sin ningún fin. Lo mejor que puedes hacer es aceptar lo que es: la realidad.

Al llegar a casa me imaginaba que mamá me estaría esperando sentada en el sofá de la sala para que le explicará todo. Y en efecto la encontré ahí, pero con un álbum de recuerdos en las manos y profundamente dormida. La envolví en una sábana que había en su habitación y tome el álbum. Al revisarlo, se veían fotos de todos cuando mis hermanos y yo éramos más pequeños. Seguí por un rato hasta llegar a una foto aparte donde se veían mi madre y mi padre jóvenes. El se veía alto, de cabello oscuro, piel clara y ojos oscuros. Aparentemente, un hombre correcto y honesto. Solo me hubiera gustado conocerlo mejor.

Los pocos recuerdos que aun tengo de él son de cuando íbamos a pescar juntos al muelle. Siempre teníamos dos cañas de pescar, anzuelos seguros para peces y una enorme cubeta con agua para poner ahí a todos los peces. Y cuando esta se llenaba, siempre quería llevarlos a casa. Pero papá siempre decia que se deben respetar a todas las criaturas sin importar nada. Y después, solo colocaba la cubeta en el agua y veía como los peces volvían a su hogar. Me tomo algo de tiempo comprenderlo, pero el tenía razón. Y aún después de que se fue, cuando no estaba surfeando o en la escuela, me dedicaba a pescar como el y yo lo hacíamos. Y como siempre, solo dejaba ir a los peces.

Decidí guardar el álbum en su lugar e irme a dormir. Subí las escaleras y esperaba entrar a mi habitación para descansar. Pero de pronto, algo me tomo del brazo y me arrastró hasta la habitación de Carlos. Cuando la puerta se cerró, vi a mis hermanos frente a mí, de pie con una gran sonrisa de oreja a oreja. A ambos se les notaba que ocultaban algo debajo de sus caras inocentes.

-¿Donde estabas hermanito- pregunto Ana.

-Salí a dar un paseo- respondí.

-¿Un paseo y te tomo hasta la puesta de sol?- cuestionó Carlos a mí respuesta.

-Si... Fui a la cueva de siempre-.

-¿A hacer que?- volvió a preguntar.

-A nada, solo pase tiempo ahí-.

-Si mal no recuerdo, mamá nos contó que te había dicho que no debías ir ahí si no es con nosotros- dijo Ana.

-O nos dices dónde estabas o le diremos a mamá que la desobedesiste- me amenazó Carlos.

-Fui a ver a alguien-.

-¿A quien?- pregunto Ana. Tenía que tener cuidado de no hablar demasiado o todo sería un desastre. Eso sí no me tomaban por loco.

-Es una nueva amiga, nada más- dije después de un rato de silencio. ¿Pero que digo? Ni siquiera sé si ella me ve como un amigo.

-Entonces la fuiste a ver a una cueva húmeda y oscura- dijo Ana con duda -Yo habría preferido ir al parque o una banca con vista al mar.

-Talvez decidiste hacer algo más que verla- dijo Carlos.

-No es lo que crees... -Trate de explicarlo pero Carlos me interrumpió.

-¿Al menos ya sabes su nombre?- pregunto.

-Se llama Marina-.

-Un nombre un tanto peculiar- dijo Ana.

-¿Ya podrían dejarme ir a dormir?-.

-Solo si un día nos la presentas- Condicionó Carlos.

-Ella es demasiado tímida. No crean que tuvimos una larga conversación allá-.

Un Amor De Tierra Y Mar. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora