Narra Samuel
En el instituto nadie paraba de hablar sobre el ciervo decapitado que estaba en pleno centro del pueblo, muchos decían que era el sacrificio de una secta satánica por el símbolo dibujado en su panza, por mi parte yo trataba de ignorar todo lo relacionado con aquel animal, no necesitaba volver a revivir esa escena. La primera clase del día era literatura, una de mis asignaturas favoritas se podría decir, al menos podré distraer mi mente de ese confuso momento.
El profesor pidió un alumno para hacer una lectura, como nadie se ofreció de voluntario me llamó a mí al frente para leer un fragmento de un poema. Mientras lo leía nadie me prestaba atención, lo cual era perfecto porque estaba tartamudeando y se me hacía difícil distinguir las letras en el libro, cuando estaba a punto de terminar de leer, note como James, que estaba sentado a mi lado, tomaba algo de mi mochila, inmediatamente entregue el libro al profesor y camine hasta donde estaba sentado. Vi como movía el medallón entre sus manos, le ordene enseguida que me lo entregara, pero se negó y continúo observándolo durante unos segundos con más cuidado, intente arrebatárselo de las manos, pero fallé en mi intento. Me estaba cabreando, y no entendía porque, al fin y al cabo iba a deshacerme del medallón, pero aun así sentía como si lo deseara, como si hubiera sido mío desde hace una vida, lo sentía como un regalo y me cabreaba que alguien jugará con algo así.
El medallón comenzó a brillar como lo había hecho en mi mochila cuando nos topamos con el ciervo en la calle principal, James se asustó, pero no sirvió para que lo soltara o siquiera quisiese devolvérmelo, en ese momento me estaba enojando de una manera que no es ni medio normal, apretaba mis puños con tal fuerza que dolía, seguramente mis nudillos ya estaban blancos. Cuando estuve al tope de mi cabreo el medallón brillaba cada vez más.
—Devuélveme eso—dije entre dientes, lo más cabreado que alguna vez estuve.
De pronto el medallón dejo de brillar y de un momento a otro James lo soltó, se quejó alegando que el medallón lo había quemado, había pasado de nuevo, acaso... ¿yo lo había causado? Recogí el medallón del suelo y salí del salón lo más de prisa que pude, al momento que atravesé la puerta la campana sonó, al menos me libre de una sanción. Corrí por los pasillos chocando con muchas personas, sentía la necesidad de hacerlo, sentía que quería correr, y lo hice. Llegue hasta los baños de chicos más cercanos y me encerré en un cubículo. Aún tenía el medallón entre mis manos, pero ahora estaba helado, pasaba exactamente como ayer, me quemaba y luego terminaba frío como un hielo. Abrí mi mano y observe con cuidado aquel estúpido objeto que me hacía pasar malos ratos, ya debería haberme desecho del el, pero no siento correcto hacer eso, era como si estuviese apegado a mí de alguna manera sobrenatural. Mientras pasaba mis dedos por la superficie del medallón sentí unos surcos que antes no estaban ahí, voltee la cara del medallón y vi algo que me helo la sangre. La estrella de cinco puntas de mi sueño estaba tallada en él, y recuerdo muy bien que no estaba ahí, solo decía Custodem Daemon, pero ahora sobre salía y era muy real.
Mi corazón latía velozmente, parecía que fuera a salirse de mi pecho, cerré los ojos con fuerza esperando que al abrirlos ese pentagrama no estuviera ahí, cuando los abrí seguía estando allí, no lo había soñado, paso en realidad, alguien me sigue, me acecha, más que eso, quiere que use el medallón ¿por qué? ¿Por qué yo? No he hecho nada como para merecer pasar por esto. Tire ese maldito objeto lo más lejos que pude de mí y subí las piernas al inodoro en el intento de acurrucarme para calmarme. No podía creer que alguien había entrado realmente a mi habitación, me ha acosado y todo en mis propias narices, que estúpido soy, seguramente este maldito medallón es solo un juguete con baterías manejado a distancia y yo llevándolo encima para darle satisfacción al pervertido que este controlándolo. Me sentía realmente sucio al darme cuenta que tal vez este en el juego de alguna clase de psicópata, y que soy su muñeco de juegos. Exhale frío y frote mis brazos para entrar en calor, me asuste al sentir como mi móvil comenzaba a sonar en mi bolsillo, lo busque imaginando que sería un mensaje de Teo preguntando donde diablos me había metido, pero mi sorpresa fue más grande.
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Mysterium (Wigetta)
أدب الهواةEl amor es una de las cosas más raras y peligrosas. Pero eso no es todo en la historia. El peligro de una muerte latente y un monstruo al acecho harán que en la mitad de esta entrega las cosas se vayan poniendo más interesantes. Tanto Samuel como su...