Capítulo 9: Emprendiendo el viaje

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Narra Samuel

Habían transcurrido dos meses desde el incidente del hangar en el aserradero, las vacaciones de invierno comenzaron con normalidad entre el estudiantado, pero mi cabeza no paraba de mostrarme imágenes de las fiestas pasadas, Teo siempre estaba en ellas, normalmente atragantándose de ensalada de papa o jamón, de ese que venden con rodajas de piña por encima, nunca terminó de gustarme. En cambio a él; él era como un niño comiendo dulces, era feliz. Ahora ya no estaba y tenía que acostumbrarme a eso, pero ¿cómo olvidarte de tu mejor amigo así tan de pronto? como querer negar tu pasado.

Mi casa se siente vacía a todas horas, Marie no ha preguntado por Teo en ningún momento, lo cual me es extraño porque a ella no le hicieron ningún conjuro para que olvidara a Teo. No he visto a Guillermo desde hace unas semanas, y no entiendo por qué eso me preocupa tanto, desde el encuentro con Ydarj se había distanciado, apenas lo veía en clases, muchas veces más distraído de lo normal. Durante los días después de la ida de Teo dejé de usar el medallón, por odio más que todo, desde que había aparecido solo me trajo problemas, por petición de Natalia, que insistía en que era lo mejor para mi seguridad, no sabía si habían sido sus dulces palabras o su preocupación lo que me hizo cambiar de opinión sobre el medallón.

Mis caminatas en el bosque se habían vuelto más frecuentes, las primeras nevadas de diciembre le daban un aspecto sombrío, pero agradable, en mis tantos recorridos descubrí un viejo camino sin transitar donde los árboles eran tan altos que los perdía en el cielo, la nieve sobre sus ramas se veía como esponjoso helado. En los días nublados, cerca del anochecer se creaba el ambiente perfecto para un asesinato, cosa que no pensaba hacer, las sombras de los árboles crean siluetas extrañas, pero no amenazantes. Me sentía tranquilo en este lugar, el frío era brutal, pero estar aquí era mucho mejor que estar casa donde todo me recordaba a mi amigo.

Era jueves por la tarde, faltaba menos de una semana para noche buena, los preparativos en el pueblo eran evidentes desde comienzos de mes, todas las madres se preparaban para una gran cena con toda su familia unida, mientras la mía parecía caer a pedazos. Papá cada día estaba más distanciado, lo veía una o dos veces a la semana, Marie se encerraba en la cocina a preparar platillos tras platillos, practicando nuevas recetas y mejorando las de años anteriores. Y yo. Pues yo me consumía en mis lamentos como una novia despechada con la que acaban de terminar, los días que estaban llenos de color para otros eran grises llegando a negros para mí. Durante la cena de navidad solo estaremos Marie y yo, dos puestos vacíos habrá este año, el de papá y el de Teo, quien después de cenar en su casa pasaba por aquí completando el vacío que quedaba en su estómago. Mi mundo parece caerse, pero la verdad es que yo siento como si ya fueran solo escombros.

El domingo por la mañana salí a caminar por el bosque, era 21 de diciembre, sólo tres días me separaban de la cena más lamentable y deprimente de mi vida. Recorrí los caminos verdes, como los llamaba mi padre, ahora eran más blancos que verdes, pero la metáfora se entiende. Encontré el viejo sendero de árboles donde me encantaba perderme durante horas, nunca me pregunte que había al final de aquel camino, tal vez podía ser sólo un viejo camino usado para transportar madera, pero como dicen por ahí: La curiosidad mató al gato. No literalmente.

Caminé por todo aquel camino cubierto de nieve, parecía no tener fin, los árboles, tan inmensos que los perdía en el cielo, se acercaban cada vez más haciendo angosto el camino, poco a poco los árboles fueron cerrándose hasta hacer desaparecer el camino. Rodee y rodee los árboles buscando una manera de ver que había detrás de ellos, pero sus troncos eran muy gruesos, tanto que parecían irreales.

Mi búsqueda parecía ser infructuosa, no podía ver a través de los gruesos árboles y mucho menos atravesarlos. Estaba casi seguro que estaba dando vueltas en círculos, el misterio me carcomía los huesos, no me iría sin ver que había detrás, o volvería cada día hasta encontrar una forma de entrar. Y entonces lo supe todo. Mi impulso por desvelar cada misterio es lo que me ha arrastrado a todos mis infortunios, cada vez que quería averiguar sobre algo que parecía fuera de lo común terminaba metiéndome en problemas de los que necesita ayuda para salir, una ayuda que yo no había pedido, pero que había llegado. Por naturaleza soy muy curioso y mi sentido del peligro parece no existir. Tal vez por eso es que me sentía tan atraído hacia Guillermo, él era como yo, arriesgado, curioso, pero a un nivel muy superior, él veía en el peligro algo de diversión, yo veía la oportunidad de aprender algo, la posibilidad de crecer y era esa mentalidad la que me hizo perder a mi amigo.

Mysterium (Wigetta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora