¿Cómo crees que acaba el cuento?

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#QuedateConmigo5

Era domingo, sobre las diez de la mañana. Había amanecido soleado, no hacía calor pero se estaba bien al aire libre. Menos mal porque esa noche era la acampada y lo que menos necesitaban era que hiciera frío o lloviese.

Alfred estaba sentado en el piano, llevaba desde el sábado temprano componiendo sin parar. Tendría que hacer muchos retoques a algunas canciones, otras no le convencían y otras le encantaban. Era como si algo, o alguien, hubiera abierto el grifo de su inspiración.

En ese día y medio solo había cogido el móvil para confirmarle a su primo Jorge que asistiría a lo de esa noche y para decirle a Eva que no podrían ir al cine porque tenía planes. No le había costado decirle que no a ella, tampoco pasaba nada, se habían visto el día de antes. Tras la fiesta del viernes, Alfred y Eva habían acabado en casa de él follando y durmiendo juntos. Por la mañana temprano la joven se fue y él se concentró en componer.

Pasó el día igual, entre partituras, piano, guitarra y trombón. Cuando eran más de las seis de la tarde, que ya se hacía de noche, Alfred se dio una ducha, le sirvió para dejar todo su mundo interior a un lado y prepararse para lo que le esperaba aquella noche. Se vistió con un pantalón de deporte gris, un poco ancho, unas zapatillas negras, también de deporte y una sudadera del mismo color, se puso sus gafas y se peinó. Mientras, cantaba alguna de las canciones que había empezado a componer.

De repente le llegó un mensaje de su primo. Este le pedía, de parte de su amigo Rubén, que fuera a buscar a su novia. Le dio la dirección y en cinco minutos salió hacia allí. Alfred no la conocía y pensó que esta situación sería un tanto incomoda pero podrían hacerse amigos.

Alfred aparcó el coche al principio de la calle y caminó hacia donde indicaba la dirección que le habían dado. No solía pasar por esa calle pero en tres días había pasado dos veces, qué casualidad.
Y más, por la misma persona. De repente Alfred la vio. Era ella. Amaia, la chica de la magia y los ojos brillantes. Llevaba el pelo suelto, su melena se movía con el aire, parecía una actriz de anuncios. Se había puesto un pantalón negro roto, unas botas rojas, un jersey blanco y una chaqueta verde militar. Iba sencilla, natural, pero qué guapa estaba. Alfred se fijo en la funda de la guitarra que colgaba de su hombro, tenía ganas de escucharla cantar acompañada de aquel instrumento.

La chica lo vio aparecer y le sonrió con la sonrisa más sincera y más dulce de su repertorio. Ella sabía que un tal Alfred iba a buscarla. Y afirmó sus sospechas al ver que él era quien pensaba. La sorpresa se la llevó él, que no sabía si había sido casualidad o el destino pero les había vuelto a juntar.

Ambos se sonrieron, se abrazaron, disimulando las ganas que tenían de hacerlo, y caminaron juntos hacia el coche.

-!Qué sorpresa! No sabía que eras tú. - Dijo Alfred rompiendo el hielo.

-Yo intuía que eras tú, y aquí estas. Qué casualidad. -Dijo una Amaia tímida.

-Una bonita casualidad. -Eso sonó raro hasta para Alfred, ¿por qué acababa de decir eso? Rápidamente intento desviar el tema para ahorrar incomodidades. -Me ha llamado mi primo, tu novio me ha pedido que viniera a por ti. -No sabía por qué pero a Alfred no le había gustado mucho pronunciar aquellas palabras. Tu novio. No conocía casi a aquella chica, él estaba con Eva y todo era genial.

-Sí, Rubén me ha dicho que no podía venir a por mi.

La llegada al coche cortó la tensión que se estaba formando. Conductor y copiloto iban dirección a una noche que iba a ser mágica. De repente empezó a sonar "Mireia" de Judit Neddermann.

-Oh dios, me encanta esta canción. -Dijo Amaia alegre y comenzando a cantar.

-¿La conoces? Pensaba que por ser de Pamplona no tendrías ni idea. A mi me encanta Judit.

-Es que mis gustos musicales son muy buenos. -Contestó Amaia graciosa a la vez que se mordía el labio. Alfred se había dado cuenta de que eso era un gesto que la chica hacía mucho y le estaba empezando a coger el gusto.

Siguieron hablando de gustos musicales, de lo que esperaban de aquella noche y sin darse cuenta habían llegado. Bajaron del coche unas cervezas que Alfred había comprado antes de ir a buscarla, él trombón de él y la guitarra de ella. Era un pequeño bosque con un gran trozo de hierba donde podían poner las tiendas de campaña y todo lo que habían traído.

Allí saludaron a todo el mundo, se presentaron y comenzaron a poner las tiendas para dormir luego. La de Amaia y Rubén estaba a la derecha de la de Alfred y Jorge. Después colocaron unos troncos en circulo e hicieron una pequeña hoguera en el centro. Algunos empezaron a cantar y animaron a Amaia y Alfred a que tocaran la guitarra y el trombón respectivamente. En un momento todos se callaron y solo se escuchaban los dos instrumentos, entonces Alfred empezó a cantar "Autumn Leaves" y Amaia le siguió.

Lo que sucedió allí alrededor de la hoguera fue pura magia. Todos estaban en absoluto silencio. Silencio que irrumpían las voces de Alfred y Amaia. Los dos se miraban a los ojos y sonreían mientras cantaban y tocaban. Lo que realmente daba luz a aquella noche no era el fuego, eran ellos, que brillaban. 

Después de cenar hamburguesas a la brasa, estuvieron jugando y bebiendo. La mayoría se había ido ya ha dormir, incluso Amaia y Rubén. Solo quedaban Jorge y Alfred, pero el primero se fue, dejando a su primo solo ante las pocas llamas que quedaban del fuego.

A los pocos minutos escuchó como la cremallera de una tienda se abría y de ella salía Amaia. Ella le vio, sonrió y se acercó a él.

-¿Puedo sentarme?

-Sí, claro. - Dijo Alfred haciéndole un hueco a su lado. - ¿No puedes dormir?

-No, además me estaba agobiando ahí dentro y quería respirar aire puro. ¿Y tú, que haces aquí?

-Lo mismo que tú, pero no he llegado a entrar. Sabía que me agobiaría y me he quedado un rato más aquí.

-¿No tienes frío? A mi me está dando un poco.

Alfred negó y se quitó la chaqueta. Se la puso por encima y la abrazó. Los dos estaban muy cómodos con su compañía. Entonces a Alfred, según pensó luego Amaia, se le cruzaron los cables, y girando levemente la cabeza de ella, le miró a los ojos y le besó. Fue un beso dulce, suave, tierno, y correspondido. Aunque no por mucho tiempo. Amaia se separó, poniendo las manos en el pecho de Alfred.

-Alfred... Esto no está bien, estás confundido. Esto no debería haber pasado, lo siento.

Amaia le dio las buenas noches y se alejó. ¿Qué acababa de pasar?
Alfred se quedo ahí, sentado, sin saber que hacer y mirando las estrellas.

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Hola!! Este capítulo ha sido más largo. ¿Os ha gustado? ¿Qué pensáis que pasará? ¿Alfred ha hecho bien besándola? ¿Y Amaia, ha hecho bien apartándose?

Nos vemos pronto. Amor ×1016 💚

Quédate conmigo || Almaia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora