Quédate conmigo

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#QuédateConmigo7

La semana pasó sin más, no volvieron a verse pero tampoco lo intentaron ninguno de los dos. Amaia siguió con sus estudios de piano y Rubén. Y Alfred siguió con Eva y sus composiciones.

Era viernes al medio día. Los padres de Amaia y su hermana acaban de llegar a su casa. Javier estaba de camino, iban a comer todos juntos. Y con todos también incluía a Rubén. Ella, que hacía una semana había rechazado la propuesta de ir a comer con la familia de su novio, estaba comiendo con este y su propia familia. Por suerte todo estaba yendo estupendamente. Javi les contó que había empezado a trabajar con un joven que era buenísimo, tocaba varios instrumentos y tenía una voz especial. Aquel joven autoproducía  sus discos y él iba a ayudarle a darse a conocer y que alguna discográfica se fijase en él.

-De hecho, esta noche lo acompañaré a ese bar donde hacen pequeños conciertos. Un amigo mío trabaja ahí y qué mejor forma de ayudar a este chico a darse a conocer que haciendo un concierto, por muy pequeño que sea. -Comentó Javier con la intención de que Amaia se animara a ir. Quizá podría cantar un poco ella también. Javier nunca le había ayudado a ella a promocionarse porque primero quería terminar sus estudios de piano. Al ver que Amaia ni se había inmutado, Javier volvió a la carga.

-Podrías venir tú, Amaia.

-¡¿Yo!? -Amaia lo miraba extrañada mientras luchaba por no atragantarse con un buen puñado de espaguetis que se había metido a la boca. Amaia nunca había ido a ese lugar, aunque le encantaba la música aquel sitio no le llamaba mucho la atención.

-Claro. Si te animas podrías cantar tú también. -El resto de su familia asentía ante las palabras del hermano mayor.

-No sé, Javi, yo...

Finalmente, ante la insistencia de su hermano, Amaia confirmó que iría. Podría ser una buena idea. Rubén le prometió que le acompañaría pero sus padres y Ángela prefirieron descansar en casa de Javier, donde se iban a alojar durante ese fin de semana.

Cuando acabó de cenar, Amaia comenzó a arreglarse. Si por casualidad acababa cantando sobre el pequeño escenario quería dar una buena imagen. Se vistió con un vestido blanco corto de manga larga, unas medias negras y unas zapatillas planas del mismo color del vestido. El pelo se lo recogió en una coleta alta y despeinada. Se maquilló lo justo, se puso una chaqueta negra de cuero, cogió un bolso pequeño negro, también de cuero, donde había guardado su móvil, las llaves y el monedero, y salió a la calle en dirección al bar, había quedado allí con Rubén.

Su hermano, como debía acompañar a aquel músico, ya se encontraba allí cuando Amaia y Rubén llegaron.  Los jóvenes se abrieron paso entre la gente, llegaron a la barra y pidieron dos copas. Amaia estaba muy entretenida con su vaso cuando la música comenzó a sonar así que no se enteró de nada. Pero Rubén, que sí estaba atento, vio algo que captó su atención.

-Amaia, mira, el primo de Jorge está en el escenario.

Entonces Amaia se giró y lo vio. Alfred estaba en el escenario, sentado en un precioso piano negro que brillaba por el reflejo de la luz que enfocaba al joven. Toda la sala estaba a oscuras menos él.

El susodicho presentó la canción que iba a tocar y acto seguido comenzaron a sonar los primeros acordes. La canción, por lo que había dicho, era una producción suya que formaba parte del disco que esperaba grabar dentro de poco.

Amaia no quitaba los ojos del chico. No hacía caso ni a Rubén ni a la copa que minutos antes le había entretenido tanto. Su campo visual se resumía en Alfred y el piano, en su cara que reflejaba lo mucho que estaba disfrutando y en sus dedos moviéndose delicadamente por las teclas del piano. A mitad de actuación, Alfred giró la cabeza hacia el público y sus miradas se encontraron. Ambos sonrieron y se quedaron mirándose inmóviles durante unos segundos que a Amaia le parecieron eternos.

Quédate conmigo || Almaia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora