Capítulo 8

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Aquello la hizo ponerse furiosa. No tenía la menor idea de lo que era su vida y se moría de ganas de decírselo, pero era tan arrogante y condescendiente que prefirió seguir esperando hasta que llegara el momento adecuado.

-¿Y qué hay de malo en dedicarse a limpiar? -tampoco iba a permitir que se saliera con la suya-. No sé qué haríais tu hermano y tú si no hubiera alguien que se dedicara a eso. Me imagino que tendríais que casarse o aprender a cocinar y a limpiar, ¿no crees?

-Yo ya sé cocinar.

-Eres el tipo de hombre que hace que una mujer desee no tener ningún tipo de habilidad doméstica.

-Pues no es el caso -le dijo con ojos chispeantes-. El sandwich estaba delicioso. En realidad todo lo que cocinas está delicioso. Me gusta cómo experimentas con los alimentos.

A Malena no se le había ocurrido que Gastón se hubiera dado cuenta o que apreciara lo que ella preparaba.

-Muchas gracias. Ahora, si has terminado, me gustaría recoger la cocina.

-Pues sí, he terminado. No te quedes levantada hasta muy tarde. Tienes que estar descansada para poder hacer un montón de galletas para el desayuno-añadió con malicia.

-Está bien, me iré pronto a la cama —respondió ella riéndose al tiempo que empezaba a retirar las cosas de la mesa.

Gastón se quedó mirándola un buen rato con una expresión en el rostro que se alegraba de que no pudiera ver. Le había gustado mucho besarla, le gustaba su sabor. Pero no había sido buena idea, tendría que tener mucho cuidado para que no volviera a suceder. No podía permitirse ese tipo de complicaciones.

Nada volvió a ser igual entre Gastón y Malena después de ese día. Eran demasiado conscientes el uno del otro. Cada vez que Gastón estaba presente, ella sentía una especie de hormigueo en la espalda y no podía evitar seguirlo con la mirada allá donde fuera.
Michael también se dio cuenta y lo preocupaba que Gastón no pusiera fin a aquella situación. Conocía demasiado bien a su hermano para saber que no cambiaría de opinión sobre su soltería.

-¿Por qué la animas? -le preguntó un día Michael.

—Haces que parezca un crimen que flirtee con ella —argumentó Gastón.

—En tu caso, lo es. Tú estás acostumbrado a estos juegos, pero ella no.

—Vamos, ya es mayorcita.

-¿Y cuáles son tus planes? ¿Seducirla? -insistió Michael algo irritado-. Ya ha sufrido bastante con lo de su padre. Todavía no ha superado lo ocurrido. No deberías jugar con ella.

-¿A qué viene de repente toda esa honestidad? -contraataco Gastón con furia-. Tú llevas semanas jugueteando con Jazmin Carbajal y los dos sabemos que no tienes la menor intención de llegar a nada serio con ella.

-Jazmin no es más que una chiquilla -argumentó Michael-, Además, no estoy tratando de seducirla.

-Pues deberías saber que está enamorada de ti.

-¡No está enamorada de mí! Puede que esté un poco encaprichada, eso es todo.

-Tendrías que ver el modo en que le mira -replico Gastón con gravedad.

Michael carraspeó antes de continuar hablando.

-Estamos hablando de Maleena.

- Malena sí que no es una chiquilla.

-Pero trabaja para ti —continuó Michael incansable-. Y no voy a permitir que te diviertas a

su costa.

-¿Estás celoso?

-¿De eso se trata? ¿Crees que estamos compitiendo por una mujer otra vez?
Los ojos de Gastón se llenaron de rabia.

-Yo jamás me habría enterado de lo de Tamara si no llega a ser porque tú empezaste a hacerle proposiciones. ¿Crees que podré olvidarlo algún día?

-Espero que sí. Esa mujer estuvo a punto de engañarte y de hacerte cometer el mayor error de tu vida -rebatió Michael tranquilamente-. Eres mi hermano, no podía quedarme viendo cómo te hacía algo así.

Gastón se dio media vuelta mientras maldecía. Tenía que admitir que llevaba razón, su hermano le había salvado la vida, pero todavía le dolía demasiado.

-No intentes desahogarte con Malena -añadió Michael-. Ella ya ha tenido lo suyo.
Déjala que haga su trabajo tranquila.

—Lo haría si ella recordara por qué está aquí -respondió lleno de rabia-. No esculpa mía que cada vez que me doy la vuelta ella esté ahí. Hasta un santo sentiría la tentación si una mujer lo mirara del modo que me mira ella a mí.

—No levantes la voz —le pidió Michael, a pesar de que estaban dentro del despacho y con la puerta cerrada.

—¿ Por qué? ¿Crees que estará escuchando detrás de la puerta? —le preguntó con cruel sarcasmo-. ¿Y qué pasa si me oye? Esta claro que me desea, hasta un ciego se daría cuenta.

—Esa no es razón para aprovecharse de ella. Ella no es como las demás.

—Claro que no. Ella no tiene ambiciones, ni la menor experiencia. Es increíble. Jamás pensé que podría resultar aburrido besar a una mujer –añadió fríamente en un esfuerzo por que su hermano no se diera cuenta de lo atraído que se sentía hacia ella-. Resulta desagradable lo ingenua que es.

Al otro lado de la puerta, Malena se había quedado paralizada como una estatua con el café que le llevaba a Gastón en las manos. Intentó contener las lágrimas, pero como no podía, se dio media vuelta y se alejó en silencio por el pasillo. Los corazones no se rompían, intentó decirse aplicando su sentido común.

Solo estaba sufriendo las secuelas de su devastadora situación familiar, aquello no tenía nada que ver con Gastón Vietto . Aunque lo cierto era que sí que pasaba una increíble cantidad de tiempo mirándolo. Quizá sí sentía algo por él, pero era un simple encaprichamiento. Pero eso no le daba derecho a decir esas cosas tan horribles sobre ella.

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Lejos del MatrimonioWhere stories live. Discover now