Capítulo 16

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- Te vas a acabar acostumbrando a esto —le dijo Gaston mientras la llevaba en brazos hacia la casa-. Nunca habría pensado que eras de las que se desmayan con facilidad.

-No con tanta facilidad... He tenido una víbora venenosa a menos de un metro-respondió todavía alterada por el shock.

-Tienes agallas, eso ha quedado más que claro -admitió mirándola con una luminosa sonrisa dibujada en los labios—. Has llevado una serpiente venenosa hasta el granero sin que te mordiera.

-El caso es que me parecía que hacía ruidos raros -recordó con un escalofrío.

-Acababa de comerse tres huevos, a lo mejor estaba demasiado ocupada haciendo la digestión. Por suerte para ti.

Malena apoyó la mejilla en su hombro.

-Y yo que estaba tan orgullosa de lo que había hecho –murmuró apesadumbrada—. Sé las consecuencias de una mordedura de serpiente porque he tratado alguna, pero no distingo una serpiente de otra a menos que vea las fotos en un libro.

-Ya aprenderás -le prometió estrechándola con fuerza-. Preciosa, no sabes cuánto me he asustado cuando Whit me ha contado lo que estabas haciendo.

Aquellas palabras hicieron que una especie de descarga eléctrica le recorriera el cuerpo. Cerró los ojos y disfrutó del momento; se sentía más segura y protegida de lo que había estado en toda su vida. Era un verdadero placer poder refugiarse en él aunque fuera por un momento.

Él también sintió la vulnerabilidad de Malena y al principio se prometió que no iba a aprovecharse de la situación, pero ¿a quién quería engañar? Estaba tan cerca de ella que fue como un acto instintivo cuando se aproximó lentamente a su boca y la cubrió con la suya justo en el momento en el que llegaban a la puerta de su dormitorio.
Ella gimió débilmente al notar el tacto de su boca y abrió los labios con suavidad, lo que hizo que el cuerpo entero de Gaston se pusiera en tensión y la mirara fijamente a los ojos. Ambas miradas eran el vivo reflejo del deseo que les había hecho olvidar la serpiente, el miedo y hasta la gente que había fuera trabajando.

Justin lanzó una especie de gruñido. Sabía que era demasiado pronto para aquello, pero no le importaba. Abrió la puerta del dormitorio y la llevó en brazos hasta la cama, donde la dejó con suavidad y se tumbó a su lado mientras que su boca seguía reclamando su inocencia. Unos segundos después, levantó la cabeza con gran esfuerzo y la miró a los ojos, unos ojos que ardían de pasión tanto como los suyos.

—Esto es lo que provoca el peligro -le dijo con media sonrisa.

—¿El qué? —preguntó Malena mientras notaba su mano avanzando por debajo de su blusa camino al pequeño sujetador de encaje.

-Esto —abrió la boca sobre la de ella y, al tiempo que su lengua jugueteaba, sus dedos le desabrochaban el sujetador. Malena pegó un salto al sentir la mano acariciar su piel que ningún hombre había rozado antes. El se dio cuenta enseguida de la razón de su sobresalto-; Lo sé, es territorio inexplorado -le susurró dulcemente-. Piensa que es una especie de rito de iniciación.

Todo lo que estaba sintiendo era completamente nuevo. Sus pechos se abultaban al tacto de su mano. Levantó la mirada de manera involuntaria y se encontró con la de él.

-La inocencia es algo muy, muy poco común en estos días. Y yo lo respeto-añadió con la boca pegada a la suya-. Con cualquier otra mujer, ya habría cerrado la puerta con cerrojo y no habría dudado ni un segundo.

Sus palabras tenían el mismo efecto que las caricias de sus manos. Gimió débilmente mientras la lengua de Gaston se paseaba por sus labios, y cuando la mordió suavemente, sus dientes no hicieron más que intensificar la sensación de placer, que le había hecho arquear la espalda. Su mano le acariciaba el pecho sin acercarse siquiera a la parle más dura y sensible. Quería que siguiera tocándola y no parara jamás.
El cuerpo entero le dolía de deseo y no entendía por qué de pronto tenía tal necesidad de que...

Lejos del MatrimonioWhere stories live. Discover now