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-La verdad es que fuimos muy rápidos -dije a toda prisa-. La escalera de servicio debía de estar recién encerada, porque estuve a punto de resbalar; en realidad, más que bajar las escaleras corriendo, las bajé patinando. Si no me hubiera sujetado a la barandilla, ahora estaría con el cuello partido en el año 1912. Y ahora que lo pienso, ¿qué ocurre cuando se muere en un salto en el tiempo? ¿El cuerpo muerto puede saltar de vuelta por sí solo? En fin, el caso es que tuvimos suerte de que la puerta de abajo estuviera abierta porque en ese momento entraba una criada con la cesta de la compra. Una rubia gordita. Pensé que Harry iba a atropellarla, y había huevos en la cesta, de manera que habría quedado todo bien pringado; pero la esquivamos y salimos corriendo calle abajo a toda velocidad. Tengo una ampolla en el pie.

Harry se había reclinado en su silla y había cruzado los brazos. Era difícil interpretar su mirada, pero la verdad es que no parecía particularmente satisfecho o agradecido.

-La próxima vez me pondré unas zapatillas deportivas -añadí en medio del silencio general, y luego cogí otra galleta. Por lo visto, aparte de mí, nadie tenía apetito.

-Tengo una teoría -anunció mister Whitman lentamente, mientras jugueteaba con el sello que llevaba en la mano derecha-, y cuanto más pienso en ella, más seguro estoy de que no me equivoco. Si...

-Tengo la impresión de que me repito tontamente, porque ya lo he dicho un montón de veces, pero creo que ella no debería estar presente en esta conversación -lo interrumpió Harry.

Noté cómo una punzada en el corazón pasaba a convertirse en algo peor. Ahora ya no me sentía herida, sino indignada.

-Tiene razón -asintió el doctor White-. Denota una auténtica ligereza hacerla participar de nuestras reflexiones.

-Pero es que tampoco podemos prescindir de los recuerdos de Gwendolyn -dijo mister George-. Cualquier recuerdo, por pequeño que sea, acerca de la vestimenta, las palabras pronunciadas o la apariencia física, podría proporcionarnos una pista decisiva sobre la época de Lucy y Paul.

-Datos que seguirá sabiendo mañana o pasado mañana -intervino Falk Styles-. Creo que realmente lo mejor es que la acompañes abajo para elapsar, Thomas.

Mister George cruzó los brazos sobre su grueso vientre y calló.

-Iré con Gwendolyn a la... al cronógrafo y controlaré el viaje en el tiempo -informó mister Whitman, y corrió su silla hacia atrás.

-Bien. -Falk asintió-. Dos horas serán más que suficientes. Uno de los adeptos puede esperar a su salto de vuelta; te necesitamos aquí arriba.

Dirigí una mirada interrogativa a mister George, que se limitó a encogerse de hombros resignado.

-Ven, Gwendolyn. -Mister Whitman ya se había levantado-. Cuanto antes lo hayas pasado, antes estarás en la cama, y así al menos mañana, en la escuela, podrás trabajar otra vez como es debido. Por cierto, estoy ansioso por ver tu redacción sobre Shakespeare.

¡Vamos, ese tipo era increíble! ¡Había que tener narices para empezar a hablarme de Shakespeare ahora!

Dudé un momento si debía protestar, pero al final decidí no hacerlo. En el fondo no tenía ningunas ganas de seguir escuchando ese estúpido parloteo. Quería irme a casa y olvidar de una vez toda esa murga de los viajes en el tiempo, incluido Harry. Ya podían darles vueltas a sus secretos en esa sala de locos hasta caer reventados. Sobre todo se lo deseaba a Harry, pesadilla incluida para acabar el día.

Xemerius tenía razón: esos tipos eran unos frikis.

Sin embargo, lo más estúpido era que, a pesar de todo, no podía dejar de mirar a Harry mientras pensaba algo tan disparatado como «Solo con que sonría una vez, se lo perdono todo»

ZafiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora