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Por culpa del encuentro con el hermanito de Harry y la subsiguiente conversación frenética con Eleanor (ella me preguntó diez veces: : «¿Estás segura?», yo respondi diez veces: «¡Completamente segura!», y luego las dos dijimos todavía unas cien veces: «Alucinante» y «No me lo puedo creer» y «¿Has visto sus ojos?»), llegué unos minutos más tarde que Charlotte a la limusina. De nuevo habían enviado a mister Marley a recogernos, y el chico parecía más nervioso que nunca. Xemerius estaba agachado sobre el techo del coche moviendo la cola de un lado a otro. Charlotte, que ya estaba sentada en el asiento trasero, me dirigió una mirada de odio.

-¿Dónde demonios te has metido tanto rato? No se hace esperar a un Giordano. Creo que no te acabas de dar cuenta del gran honor que supone para ti que te dé clases.

Cortado, mister Marley me invitó a subir al coche con mucha ceremonia y cerró la puerta.

-¿Pasa algo?

Tenía la desagradable sensación de haberme perdido algo importante. Y la expresión de Charlotte acabó de confirmar mis sospechas.

Cuando el coche se puso en movimiento, Xemerius se deslizó desde el techo al interior del vehículo y se dejó caer pesadamente en el asiento junto a mí. Mister Marley se había sentado, como la última vez, junto al conductor.

-Estaría bien que hoy te esforzaras un poco más -dijo Charlotte-. Para mí todo esto es terriblemente penoso. Al fin y al cabo eres mi prima.

No pude sino echarme a reír.

-¡Vamos, Charlotte! Conmigo no hace falta que disimules. ¡Te lo pasas de maravilla viendo cómo quedo como una tonta!

-¡Eso no es verdad! -Charlotte negó con la cabeza-. Es típico de ti pensar algo así, con tu infantil tendencia a creerte el centro del mundo. Lo único que quieren todos es ayudarte para que... no lo estropees todo con tu incapacidad. Aunque tal vez ya no tengas oportunidad de hacerlo. No me extrañaría que lo anularan todo...

-¿Y eso por qué?

Charlotte se quedó mirándome un momento en silencio, y luego dijo, casi como si disfrutara de mi desgracia:

-No te preocupes, pronto lo sabrás. Si es que ocurre.

-¿Ha pasado algo? -pregunté, pero no me dirigía a Charlotte, sino a Xemerius. Yo tampoco era ninguna tonta-. ¿Mister Marley ha explicado algo antes de que yo llegara?

-Solo unas frases crípticas -respondió Xemerius, mientras Charlotte apretaba los labios y se ponía a mirar por la ventanilla-. Por lo visto, esta mañana se ha producido un incidente en un salto en el tiempo de... hum... una piedrecita brillante... -Se rascó las cejas con la cola.

-¿Es que tengo que sacártelo todo con pinzas?

Charlotte, que comprensiblemente pensaba que estaba hablando con ella, dijo:

-Si no hubieras llegado tarde, lo sabrías.

-... Diamante -dijo Xemerius-. Alguien le ha... esto... ¿cuál sería la mejor manera de expresarlo? Alguien le ha dado un buen trompazo en la cabeza.

Se me encogió el estómago.

-¡¿Qué?!

-No te pongas nerviosa -dijo Xemerius-. Está vivo. O al menos eso he deducido del parloteo excitado del pelirrojo. ¡Madre mía, estás blanca como la cera! Oh, oh, ¿no irás a vomitar? Contrólate un poco, por favor.

-No puedo -susurré. Me sentía fatal.

-¿No puedes qué? -susurró Charlotte-. Lo primero que tiene que aprender un portador del gen es a dejar en segundo plano sus propias necesidades y dar lo mejor de sí mismo por la causa. Tú, en cambio, haces lo contrario.

ZafiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora