#11 maraton 2/6

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2/6. 

—¿Quién es esa arpía pelirroja y flacucha? —preguntó Xemerius—. Espero, por tu bien, que solo se trate de una parienta lejana.

—No es que esta petición nos cogiera por sorpresa, pero de todos modos hemos estado reflexionando sobre como podríamos atenderla. Al fin y al cabo, Charlotte ya no está sometida a ningún tipo de obligación en ese sentido. Pero —y en este punto la arpía pelirroja y flaca... ejem... quiero decir, la tía Glenda, suspiró teatralmente— Charlotte es muy consciente de la importancia de esta misión y está dispuesta a contribuir desinteresadamente a su éxito en la medida de sus posibilidades.

Mi madre suspiró y me dirigió una mirada compasiva, mientras Charlotte se colocaba un mechón rojo resplandeciente detrás de la oreja y me obsequiaba con un coqueto pestañeo.

—¿Cómo? —preguntó Nick—. ¿Y qué va a enseñarle Charlotte a Gwendolyn?

—Oh —dijo la tía Glenda, y sus mejillas se enrojecieron de puro entusiasmo—. Hay un montón de cosas, supongo; pero sería absurdo pensar que Gwendolyn va a poder asimilar en tan poco tiempo lo que Charlotte ha ido aprendiendo a lo largo de muchos años, por no hablar, en fin... de la injusta repartición de los talentos naturales en este caso. Solo se puede intentar transmitir lo más indispensable. Por encima de todo, Gwendolyn muestra unas carencias casi trágicas en lo que se refiere a conocimientos generales y a las maneras adecuadas para cada época, por lo que oído.

¡Que descaro! ¿De quién se suponía que había oído eso?

—Sí, y es absolutamente necesario conocer las maneras adecuadas para sentarse a solas en un sótano cerrado —dije—. Alguna cochinilla podría ver como te hurgas la nariz.

Caroline soltó una risita.

—Oh, no, Gwenny, siento tener que decirte esto, pero en el futuro las cosas se pondrán un poquitín mas complicadas para ti —replicó Charlotte, y me dedicó una mirada supuestamente compasiva que en realidad me pareció más bien sádica.

—Tu prima tiene razón. —Siempre me había dado un poco de miedo la penetrante mirada de lady Arista, pero esta vez me estremecí de verdad al sentirla clavada en mi—. Por órdenes superiores —añadió—, en adelante pasarás mucho tiempo en el siglo XVIII.

—Y además, rodeada de gente —completó Charlotte—. Gente que encontraría muy extraño que no supieras cual es el nombre del rey que gobierna el país. O qué es un ridículo.

¿Un que?

—¿Qué es un ridículo? —preguntó Caroline.

Charlotte sonrió levemente.

—Dile a tu hermana que te lo explique.

La miré enfadada. ¿Por qué le proporcionaba siempre tanta satisfacción hacerme pasar por tonta? La tía Glenda rió bajito.

—Es una especie de bolso, una estúpida bolsa de mano generalmente llena de puntillas inútiles —dijo Xemerius—. Y de pañuelos. Y frasquitos de sales.

¡Vaya!

—Un ridículo es una antigua expresión para designar un bolso, Caroline —dije sin apartar la mirada de Charlotte, que pestañeó sorprendida pero mantuvo su leve sonrisa.

—¿«Por ordenes superiores»? ¿Qué se supone que significa eso? —Mi madre se volvió hacia lady Arista—. Pensaba que nos habíamos puesto de acuerdo en que se mantendría apartada a Gwendolyn de todo el asunto en la medida de lo posible. Que solo se la enviaría a elapsar a épocas tranquilas. ¿Cómo pueden decidir ahora que van a exponerla e semejante peligro?

—Eso no es asunto tuyo, Grace —repuso mi abuela fríamente—. Creo que ya has causado bastantes desgracias.

Mi madre se mordió los labios. Durante un momento su mirada furiosa pasó de mí a lady Arista y otra vez a mí, luego corrió bruscamente su silla hacia atrás y se levantó.

—Tengo que ir al trabajo —dijo. Le dio un beso a Nick en el pelo y nos miró a Caroline y a mí—. Que lo pasen bien en la escuela. Caroline, piensa en el fular para la clase de manualidades. Nos veremos esta noche.

—Pobre mamá —susurró Caroline cuando mi madre abandonó la habitación—. Anoche lloró. Me parece que no le gusta nada que tengas ese gen de los viajes en el tiempo.

—Si —respondí—. Yo también lo he notado.

—La verdad es que no es la única —añadió Nick, y dirigió una mirada a Charlotte y a la tía Glenda, que seguía sonriendo.

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