#18

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Cuando me acercaba, todo se difuminó ante mis ojos, y una fracción de segundo después aterricé suavemente sobre mis pies, justo ante los ojos abiertos de par en par de mister Marley. La cara impertinente de Xemerius me observaba por encima de su hombro.

—Bueno, por fin —dijo Xemerius—. Ya llevo un cuarto de hora aguantando los soliloquios de este pelirrojo.

—¿Está usted bien, miss? —tartamudeó mister Marley retrocediendo un paso.

—Sí, lo está —respondió Harry, que había aterrizado detrás de mí, y mientras lo decía, me dirigió una mirada escrutadora.

Cuando le sonreí, miró rápidamente hacia otro lado.

Mister Marley carraspeó.

—Me han encargado que le diga que le esperan en la Sala del Dragón, sir. El Cír… El número siete ha llegado y desea mantener una conversación con usted. Si me lo permite, llevaré a la miss hasta su coche.

—La miss no tiene ningún coche —dijo Xemerius—. Ni siquiera tiene carnet de conducir, cretino.

—No es necesario, yo la acompañaré arriba.

Harry cogió la venda negra.

—¿De verdad hace falta?

—Sí, hace falta. —Harry me ató el pañuelo en la nuca, y al hacerlo me enganchó el cabello y me tiró de los pelos; pero yo no tenía ninguna intención de quejarme, de manera que me limité a morderme los labios—. Si no conoces el lugar donde se guarda el cronógrafo, no podrás revelarlo y nadie podrá estar acechando nuestra llegada en el momento, sea cuando sea, en que aterricemos en el lugar indicado.

—Pero este sótano pertenece a lo Vigilantes, y las entradas y salidas están vigiladas en todas las épocas —dije.

—En primer lugar, en estas bóvedas hay todavía más caminos que a través de los edificios de Temple, y en segundo lugar, no podemos descartar que quizá alguien de nuestras propias filas tenga interés en un encuentro sorpresa.

—«No te fíes de nadie. Ni siquiera de tus propias sensaciones»—murmuré—. Hay un montón de gente desconfiada por aquí.

Harry me pasó la mano por la cintura y me empujó hacia delante.

—Exacto.

Oí decir adiós a mister Marley, y luego la puerta se cerró tras nosotros. En silencio caminamos uno junto al otro. Sin embargo, había un montón de cosas sobre las que me hubiera gustado hablar, solo que no sabía por dónde empezar.

—Mis sensaciones me dicen que has vuelto con los arrumacos —comentó Xemerius—. Mis sensaciones…y mi penetrante mirada.

—Tonterías —repliqué yo, y oí cómo Xemerius soltaba una carcajada.

—Créeme, estoy en este mundo desde el siglo XI y sé qué aspecto tiene una chica al salir del pajar.

—¿¡Del pajar!? —repetí yo indignada.

—¿Estás hablando conmigo? —preguntó Harry.

—¿Con quién si no? —dije—. Hablando de paja, tengo un hambre de lobos. Ya debe de ser muy tarde, ¿no?

—Son casi las siete y media.

Harry me soltó inesperadamente. Se oyó una serie de pitidos electrónicos y me golpeé el hombro contra un muro.

—¡Eh!

Xemerius volvió a soltar una carcajada.

—A eso lo llamo yo comportarse como un auténtico caballero.

ZafiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora