Tía Lena

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Gayle Marsh. Aquella mujer no había salido de su mente desde la pasada semana y lo que iba de esta, ya era jueves y había estado tan ocupada o distraída que no había podido ir con Samantha para que le diera información de esa chica, sin embargo, hoy era el día, hoy definitivamente iría con Samantha. Pero cuando apareció en la oficina de la mujer, se sorprendió de que no se encontraba allí, Sam era muy puntual y diligente, era imposible que no se hallara en su despacho a las ocho y treinta, siempre dejaba a Ruby en la escuela a las ocho y venía directo a su trabajo ¿Acaso algo había sucedido? Tomó una pluma que se encontraba en el escritorio de la morena y cerrando sus ojos para concentrarse, luego de unos segundos logró verla... inmediatamente soltó la pluma, abriendo sus ojos con sorpresa ¿Qué hacía Samantha en una ambulancia?

Por lo que había visto ella estaba siendo llevada en una ambulancia, por lo que no podía sólo aparecer allí, si lo hacía iba a causar algo más que un alboroto. Necesitaba aparecer en el hospital como una persona normal.

Soltando un suspiro apareció en aquel costoso auto que siempre estaba estacionado en el lugar que le pertenecía a Kara en el estacionamiento de su edificio, aquel que en realidad nunca utilizaba, poniéndose rumbo al hospital. Una vez se encontró allí preguntó por la mujer morena, obteniendo como única información que aún se encontraba en terapia intensiva y debía esperar, al no ser familiar cercano no podían brindarle mayor información, pero para su fortuna Ruby se encontraba en la sala de espera.

—¡Tía Lena! —la niña saltó a sus brazos con lágrimas en el rostro, aferrándose a ella como si fuera todo lo que tenía en el mundo, ella sólo acarició su cabeza tratando de tranquilizarla, la verdad es que a veces tenía muy poco tacto con los niños —¿Cómo es que estás aquí? No sabía cómo llamarte.

—Sí que lo hiciste cariño, por algo estoy aquí, mi número está en tu teléfono —mirando fijamente a los ojos a la menor, ésta la miró hipnotizada y asintió con la cabeza, luego nuevamente miró el suelo lagrimeando un poco —¿Qué sucedió?

—Mamá... ella... tuvo un accidente en su auto... justo cuando me dejó en la escuela un auto la chocó.

—Bueno... es una fortuna que tú no estabas también dentro del auto —aquello no tranquilizó a la niña, que continuó llorando. Sin saber exactamente qué hacer, Lena pensó que quizás podía hipnotizarla para que no llorara, sin embargo, eso era muy cruel incluso para ella, más cuando se trataba de Ruby —. Vamos Ruby, no... no llores, estoy segura que Sam estará bien.

Ella se aseguraría de eso, no es como que no quisiera reclamar el alma de Samantha, era más como que no deseaba dejar a Ruby sola en el mundo, sin su adorada madre, con un futuro incierto, obligada a ir a vivir con su abuela, la madre de Sam que la había echado apenas quedó embarazada de Ruby, estaba segura que aquella mujer no deseaba a Ruby cerca.

—¿Eso crees?

—¡Por supuesto, cariño! ¿Por qué mejor no vamos por un chocolate caliente y un desayuno? Apuesto que no has desayunado por todo lo que ha sucedido —como toda respuesta Ruby negó con la cabeza, limpiando sus lágrimas con sus manos —, no se diga más, te compraré cualquier cosa que desees.

—Gracias, tía Lena.

Apenas Ruby terminó su desayuno y Lena su café, volvieron presurosas a la sala de espera, donde minutos después apareció un doctor que preguntó por los familiares de Samantha Arias, fue allí cuando ambas se acercaron. Por el hecho de que Ruby era el único familiar y era una niña no podían darle la información, por lo que Lena modificó la persona de contacto de Samantha por su nombre en un parpadear y pudo dirigirse a un lugar más privado con aquel doctor, dejando a Ruby en la sala de espera unos segundos más.

Tus deseos son mis órdenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora