Mirándola en silencio, Lena no supo qué decir ¿Por qué permanecer con la rubia? Ah sí, tenían un contrato, uno que ella no podía romper y por eso es qu-
No. Negó con su cabeza, harta de sí misma y de todas las tonterías que se repetía una y otra vez cuando sentía aquella sensación en su pecho al mirar a Kara. Basta de mentirse a sí misma, basta de ocultarlo. Acercándose a la rubia, tomándola por la cintura y con sus ojos fijos en ella, Lena unió sus labios en un beso, uno que le quitó el aliento a la más joven, uno que estaba cargado con todos esos sentimientos que Lena tenía por Kara y no sabía cómo expresarlos además de haciendo aquello, dándole un beso, uno en el que sintiera que se le iba el alma que no tenía, uno en el que su respiración chocara con la de Kara con brusquedad, en el que sintiera el corazón de Kara latir al mismo ritmo y con la misma rapidez que el suyo, uno en el que sintiera que algo más que sus labios estaban unidos. Con aquel beso Lena comprendió sus sentimientos y algo más. Amaba a Kara, la amaba de tal manera que no podía soportar la idea de lastimarla, así que se dijo a sí misma que no lo haría, no más, no volvería a herir a Kara ni a ser la causante de que saliera lastimada.
Cuando salieron del despacho, Sam se encontraba afuera esperándolas, acercándose a Lena le susurró que todo el mundo se hallaba en el departamento de la rubia y ésta sólo asintió con la cabeza, caminando hasta el auto de Sam, en el cual se dirigieron hasta el hogar de Kara. Al adentrarse en el departamento la rubia miró con sorpresa como todos sus amigos, además de familiares y conocidos se encontraban allí, miró a Lena estupefacta y ella sólo le sonrió.
—¿Hiciste esto?
—Feliz cumpleaños, amor.
Lena se encargó de que aquella fiesta tratara de aliviar la tensión que había sufrido Kara apenas una hora atrás, permaneciendo a su lado la mayoría del tiempo exceptuando cuando era hora de entregarle sus regalos a la rubia y se dio cuenta de que no había comprado nada. Se dirigió al baño con rapidez, pensando qué podría regalarle... ¡vamos! Ya le había regalado el conocer a su madre y tía de otra vida ¿qué más podría darle? ¿Un anillo?... ¡ni hablar, muy comprometedor! ¿Un collar? Muy cliché, además Ruby les compró unos collares a juego ¿unos pendientes? Para nada, era muy tonto ¿un dildo? No, ahora Kara prefería su cola... además no se imaginaba regalándole un dildo a Kara en frente de todos los presentes ¿un peluche? Ya tenía uno, con el que dormía esas noches que no hacían nada además de besarse apasionadamente... ¿un libro?
Chasqueó sus dedos y aquel libro de romance que tanto le había hecho girar los ojos una vez apareció en sus manos. Cerró sus ojos unos segundos rememorando aquellas frases icónicas que poseía el libro, haciendo que las mismas estuvieran marcadas en el libro con alguna nota de su parte... eso mataría a Kara, estaba segura. Con otro chasquido de sus dedos el libro estaba envuelto en papel de regalo y ella sonrió con arrogancia. Perfecto, simplemente era perfecto. Para el momento en que la rubia comenzó a abrir sus regalos y primeramente abrió el de ella mirando el libro en sus manos con emoción.
—¿Cómo sabías que me encanta este libro?
—Bueno, eso es porque mi corazón está conectado al tuyo, cariño ¿por qué más sería?
Y luego de decir aquellas palabras se acercó a Kara para darle un beso, uno que las personas a su alrededor comenzaron a aclamar, inclusive Sam, quien a su vez tomó a Ruby del brazo y cubrió sus ojos haciendo que la niña se quejara por el agarre.
Cuando la reunión concluyó y todos se marcharon del departamento, Lena permaneció mirando a Kara, que se hallaba sentada en el sofá con una expresión de felicidad en su rostro ¿Cómo podía hacerlo? ¿Cómo podía no estar en pánico? Muchas otras personas quedarían con un trauma si alguien hubiera aparecido en su casa de repente, con un arma, le apuntaran en la cabeza y estuvieran a punto de asesinarla, o si hubieran sido secuestradas por un familiar... ¿Qué estaba mal con Kara? La rubia poseía sus ojos cerrados y su cabeza recostada en el espaldar del sofá, una radiante sonrisa estaba dibujada en sus labios. No podía comprenderlo.
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Tus deseos son mis órdenes
HumorLena es la ama y señora del infierno. Ver al mundo decaer en el pecado mientras bebía un vaso de whisky o una copa de vino podía ser considerado uno de sus pasatiempos favoritos. Sin embargo, lo que más amaba hacer era arrastrar almas al infierno q...