El agujero del suelo

144 18 4
                                    


~~Narra Manu~~
Tina y yo nos íbamos a buscar a Mike. Se lo dijimos a quien sabíamos que no nos pondrían quejas: A Raptor, Rius y Mayo.
Eran las seis de la tarde, y Tina y yo caminábamos por el jardín con nuestros chubasqueros y paraguas. Cuando llegamos, me quité el chubasquero, cerré el paraguas y me quité el abrigo. Después abrí la mochila que había traído y me cambié de calzado.

Tn: ¿Qué hacer?

Ma: Tina... Tú te tienes que quedar aquí, a las cuatro horas destruyes el portal, aunque yo no haya vuelto.

Tn: Ah, no confías en mi para ir yo. *Dijo, roja de enfado y decepción*

Ma: Al contrario... Creo que lo harías mucho más rápida y eficazmente. Por eso quiero ir yo.

La miré directamente a los ojos. Esperaba no tener que explicarle el por qué. Esperaba no tener que contarle que quería ir yo porque era mucho menos útil para la misión y porque quería demostrar que servía para algo.
Ella asintió sin más, nada convencida.

Ma: Por cierto... Si no vuelvo, ni se os ocurra venir a buscarnos. No podemos perder más gente.

Entonces le tendí el dispositivo de comunicación, y después cogí el mío y lo sostuve delante de ella con dos dedos para después metermelo al bolsillo, para que supiese que estábamos comunicados. Después me giré rápidamente antes de que ella cambiase de idea.

En cuanto pisé la dimensión, supe que algo no iba bien. Era como si faltase y al mismo tiempo me cayese, como si hubiese mucho ruido y luz pero estuviese todo silencioso y oscuro.
Di un paso. Noté que me mareaba.
Otro más. Empecé a tambalearme.
Al tercero, caí al suelo y me quedé ahí, confundido. Intenté centrarme, pero no veía absolutamente nada a mi alrededor. Era todo plano. Anduve sin rumbo cayéndome cada dos por tres. No sé cuánto tiempo estuve así, hasta que vi una especie de... ¿Montaña? Tenía puerta, y yo entré sin pensarlo. Entonces volví a tropezar, pero por primera vez no había sido culpa mía. Miré hacia abajo y vi una escalera, comencé a subir hacia el agujero que había en el techo, pero no fui capaz de avanzar demasiado. Analicé el terreno. No había absolutamente nada más allí dentro, y ese agujero llevaba directamente al exterior. Mike no podía estar allí. Volví a bajar, más bien arrastrándome y di vueltas en la planta baja. Entonces sentí que me caía.
Cuando llegué abajo grité de dolor, y no precisamente por el golpe, si no porque todo mi mundo dio una vuelta. Después, me sentí aliviado. Era como si esa parte de la fortaleza no perteneciese a la dimensión. Miré a mi alrededor, observando... Miles de millones de urnas que yo ya había visto antes, estaban llenas de .exes. Estaban cargando. Parecía que la habitación no tenía final, y no me extrañó al recordar que había 15.000.000.000 de .exes...
Tenía que salir de allí, y no podía hacerlo por donde había venido... O más bien caído. Recorrí la habitación, estaba seguro de que los .exes no podían llegar desde el suelo hasta el agujero, tenian que salir por otra parte. Busqué diferencias en la habitación, notando que había un arco... Como el de una dimensión. Lo examiné y vi que detrás había un panel con número, y me di cuenta de que lo había visto antes, en Trivago. Si introducía el número de la dimensión a la que quería ir, podría hacerlo. Pero para eso tenía que encontrar a Mike... Antes de que todos esos .exes terminasen de cargar, ya que se levantaban automáticamente una vez terminaban. Entonces lo vi...  Los ví. Dos Mikes exactamente iguales. Estaba claro, uno era un .exe y el otro el Mike de verdad. Si despertaba al equivocado, moriría. Aunque lo que de verdad me preocupó fue... Que ninguno de los dos... Respiraba. Normal en un .exe, pero no en un humano. Tenía poco tiempo así que me obligué a buscar diferencias entre los dos Mikes. Solo me di cuenta de que uno tenía una mancha y otro no. Joder... Menuda ayuda. Mike podría haberse manchado perfectamente a lo largo de la misión, igual que el .exe. Sin pensarlo más, arriesgué mi vida por rescatar... El cuerpo de Mike. Levanté la espada por encima de mi cabeza y justo cuando el filo del arma atravesaba el cristal de la urna del Mike sin mancha, me arrepentí de todo.
El cuerpo cayó inerte al suelo. Sí, era Mike. Un Mike que no respiraba, que no se movía. Empecé a llorar. ¿Por qué lloras? Ya lo sabías, sabías que estaba muerto, lo habías visto. Eso me repetía una y otra vez, pero las lágrimas no dejaban de caer. Me alejé de su cuerpo y concentré toda mi atención en el portal, en hacer memoria...
Entonces lo supe, me acordé de Trolli.

El principio del finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora