~ Narra Sparta
Pasé el cepillo por mi pelo por enésima vez, como si no llevase cerca de media hora encerrado en el baño diciendo que tenía que peinarme. Sabía que todos me estaban esperando en el coche, pero qué iba a hacerle yo: no quería ir a la cena a la que Mónica, la madre de Musi, nos había invitado esa noche.
- Sparta, vas a dejarme entrar. – Timba aporreó la puerta, suspirando.
Pensaba que ya se había ido a esperarme con los demás. Dejé el cepillo encima del bidé y me giré para mirar la puerta, como si pudiese ver a Timba a través de la madera.
- Me estoy peinando. – Dije, sabiendo que la escusa no iba a funcionar por tercera vez.
- Eso dijiste hace veinte minutos. No has tardado tanto tiempo en cepillarte desde que en primero de primaria se te pegó un chicle al pelo por culpa de tu amigo Brandon. Abre la puerta.
Extendí la mano para correr el pestillo, dejando que Timba entrase. Se colocó detrás de mí y me miró en el espejo, cogiendo el cepillo.
- Viniste llorando a casa porque para que no volvieseis a pelearos, tu profesor te había dicho que tendrías que raparte el pelo al cero. – Continuó, con una sonrisa nostálgica dibujada en el rostro. – Mike tardó una hora en que dejases de llorar, y yo el doble en quitarte el chicle del pelo sin tener que cortar ni un centímetro de tu preciada cabellera.
- Tenía seis años. – Me defendí, haciendo una mueca. – No me lo recuerdes.
Sin decir nada más, empezó a cepillarme. Los dos sabíamos que yo estaba perfectamente peinado, pero se lo agradecí. Miré mi reflejo en el espejo, sabiendo que no encontraría nada bueno. No me equivocaba. Tenía los ojos hinchados, y por primera vez en mi vida, unas profundas ojeras. Lo único que ofrecía buen aspecto era mi pelo, irónicamente.
- Perfecto, como hace diecinueve minutos. – Dijo entonces, colocando el cepillo en su sitio.
Yo me giré para coger mi chaqueta, que había colgado en el pomo de la puerta. Salí del baño, arrastrando los pies y con la vista fija en el suelo. Timba caminaba a mi lado por el pasillo, con las manos en los bolsillos.
- No te lo vas a creer, pero no me apetece salir a cenar. – Murmuré, levantando la cabeza para mirarle.
- Jamás me lo hubiese imaginado. – Bromeó, pasándome un brazo alrededor de los hombros para estrujarme contra él. – Volveremos pronto, tranquilo. Nadie está de humor.
No le faltaba razón. Mike necesitaba reposo – culpa de su pierna - , y Trolli tampoco estaba bien en absoluto. Los padres de Musi estaban enfadados, pero a pesar de eso se habían empeñado en invitarnos a cenar. Un sinsentido en mi opinión, puesto que Musi no se dignaba a hablar con ninguno de los dos. Tina estaba enferma, ni siquiera había comido lo que la madre de Musi nos había preparado horas antes. Estaba seguro de que eso se debía a lo poco que dormía al pasarse las noches en el laboratorio.
- Estamos a tiempo de declinar su oferta. – Repuse, esperanzado.
- Sabes que no. – Abrió la puerta de la entrada, que el padre de Musi había reparado después de comer. A pesar de eso, todavía estaba algo suelta y chirriaba al cerrarla.
- ¡Genial! – Exclamó Mónica al verme, señalando uno de los dos vehículos que estaba aparcado delante de nosotros. – Tú vas en el sitio del copiloto en mi coche, Dani llevará en el suyo a los demás.
- Perfecto. – Me obligué a sonreír. – Pero se me ha olvidado mi gorra dentro, voy a cogerla.
Me di la vuelta dispuesto a huir, tal vez podría salir por la ventana o simplemente decir que no me encontraba bien – tampoco es que fuese mentira - , lo que fuese para escaquearme. No conseguí dar ni un paso antes de que Timba me agarrase de la muñeca, impidiéndome avanzar. Miré a mi alrededor, pero Mónica ya había subido al coche.
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El principio del fin
RandomLos portalers acaban de destruir Trivago, creen que todo se ha acabado, hasta que se dan cuenta de que no podían estar más equivocados. Tienen que enfrenarse a algo mayor, algo más importante que amenaza con destruir el mundo. El problema es... Que...