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—Hey, Alan, hazme un favor y cierra la barra de palomitas—le dijo uno de sus compañeros mientras tomaba su chaqueta del perchero para buscar las llaves y arrojarselas al rubio.

—¿Tan pronto, no crees que alguien quiera comprar de última hora?.

—No, no lo creo, la función de La bruja está por terminar, y es la última de la noche, dudo mucho que alguien quiera unas palomitas a estas horas—le dijo antes de tomar sus cosas y dirigirse a la puerta de empleados.—Feliz Halloween—dijo antes de salir.

Alan rodó los ojos antes de ir a su encargo, sabía que entre más rápido lo hiciera, más rápido podría irse y tendría la oportunidad de hacerle unas cuantas bromas a los niños que pedían dulces, la noche era joven, después de todo era Halloween.

Alan apagó las luces y las máquinas de helado, cerró con candado las vitrinas de dulces y cuando estuvo a punto de desconectar la última maquina de palomitas, una voz lo interrumpió.

—¡Por favor no!.

Alan sonrió, sabía perfectamente a quién le pertenecía esa voz.

—Señorita palomitas de mantequilla, ¿qué hace usted rondando tan tarde por aquí?.

—¿Podría hacerte la misma pregunta?.

—Hey, no es justo que me la devuelvas—le dijo, señalandola de una forma amenazante, a lo cual Olivia rió.—Vaya, no sabía que supieras reir, por lo general eres muy amargada.

—Y tú muy molesto.

—Sí, claro—rió.—Y dime, ¿en qué te puedo ayudar?.

—Pues, no sabía que eras tú, es decir, estás usando maquillaje, así que no te reconocí y... bueno, quería unas palomitas, pero veo que ya estás apagando todo, y como nosotros no llevamos una gran relación, supongo que te negarás a vendermelas.

En vez de responder, Alan se dio la vuelta, sacó un envase mediano de los estantes y sirvió en él las palomitas de mantequilla que a Olivia tanto le gustaban.

—Wow, gracias—dijo ella en cuanto el rubio se las entregó.—¿Cuanto te debo?.

—No es nada, después de media noche no hay servicio, así que técnicamente no puedo cobrartelas.

—Gracias, Alan.

—No hay de qué, feliz Halloween...

Iba a decir su nombre, pero entonces recordó que no lo sabía, por ello dejó la frase inconclusa y sólo le dedicó una sonrisa ladeada antes de caminar hacia la salida.

—Olivia.

El chico se detuvo y dio media vuelta para ver a la castaña.

—¿Qué dijiste?.

—Mi nombre, es Olivia.

Alan solo asintió con una sonrisa para luego continuar su camino.

Olivia pensó me gusta ese nombre.

PalomitasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora