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¡Alan!.

—Chica palomitas, ¿qué haces tan tarde por aquí?.

Vine a ver la última función de la noche.

—¿Cuál es la película?.

Coco.

—Oh, es buena, pero, ¿tú viendo películas infantiles?.

Lo que pasa es que le prometí a mi hermana menor que la traería a verla.

—¿Tan tarde? Dios, los niños de ahora ya no respetan sus horas de dormir.

El punto, Alan, es que se le han caído las palomitas y no deja de llorar, tuve que decirle que le compraría otras para que se callara y la gente dejara de reclamarme.

—Ya veo, pues, lamento ser yo quien tenga que darte las malas noticias de que han cerrado la barra.

No es cierto... bien, supongo que tendré que ir por ella para irnos, ya que estoy segura de que comenzara a llorar en cuanto le diga que no hay más palomitas. Buenas noches Alan, nos vemos.

El rubio vio cómo Olivia se daba la vuelta y comenzaba a alejarse, se sintió culpable por no poder ayudarle a la castaña, la decepción que había visto reflejada en sus ojos le hacía sentir un dolor en el pecho.

—Hey, chica palomitas.

¿Sí?.

—Tu hermana tendrá sus palomitas esta noche.

¿De qué hablas, Alan?.

—Ven, sígueme.

Olivia dudó un momento, pero terminó siguiendo al rubio hasta que ambos se encontraron en la barra. Alan encendió una de las maquinas, tomó una bolsa de maíz para palomitas y vació su contenido.

¿Sabes hacer palomitas ahí?.

—No, pero ¿qué tan difícil puede ser?, seguro es como hacer las de microondas.

Alan...

—Confía, todo saldrá...

¡Alan las palomi...!

Pero antes de que Olivia pudiera avisarle a Alan, las palomitas salieron disparas cual proyectiles de la maquina y cayeron encima del rubio, quizá había sido un error haber dejado la puerta de la maquina abierta. Olivia negó mientras reía, tomó una de las palomitas que se encontraban en la ropa de Alan y la llevó a su boca.

Creo que les faltó sal.

PalomitasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora