Capítulo II. Miradas cruzadas

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     Lucas miraba por el balcón de su habitación con creciente aburrimiento. Los domingos solían ser sus días favoritos cuando su padre aún estaba, pero ahora simplemente ya no lo eran.

     Cada domingo sus padres y él iban a comer a un restaurante de la zona, el Marshall's, donde preparaban los mejores spaghetti con albóndigas de todo el condado. Pero aquello había sido una tradición que él y su madre habían dejado atrás; sin su padre, nada era igual y con el tiempo, el Marshall's había quedado en el olvido.

     Suspiró revolviéndose el pelo, con la frente perlada de sudor. Hacía demasiado calor, pero teniendo en cuenta que estaban a principios de Junio, era normal.

     Escuchó su teléfono sonando en la habitación con el tono de Star Wars, destinado a Max. Lo descolgó y puso el altavoz mientras se tiraba a la cama.

     —Toc, toc —dijo Max al otro lado. Lucas esbozó una imperceptible sonrisa.

     —Hola, Max.

     —¡Así no funciona! —se quejó Max con indignación—. Se supone que tienes que decir «quién es», porque hipotéticamente, representa que no lo sabes.

     —Pero si sé que eres tú —bromeó Lucas. Max bufó exasperado.

     —Tu sentido del humor cada vez es peor, tío.

     —¿A qué se debe el honor de que me llames?

     —Este grandioso honor se debe a que voy a sacar tu precioso culo de casa de una vez.

     —Oye, deja a mi culo en paz y Max, no estoy de humor, de verdad.

     —¡Me da igual si estás de humor o no! —Lucas se levantó de golpe, con los ojos abiertos. Su mirada se posó en el balcón—. ¡Y no dejaré a tu culo en paz hasta que no bajes y te vengas conmigo!

     Al asomarse a la calle, Lucas vio totalmente sorprendido a Max encima del capó de su jeep rojo, con las manos al lado de su boca a forma de megáfono. Lucas negó con la cabeza, preguntándose en qué momento Max había aparecido en frente de su casa, mirándolo como si tuviera un alienígena en la cabeza.

     —No pienso bajar, Max.

     —Pues entonces subiré yo a por ti —soltó el chico, mientras se bajaba del capó de su coche.

     Lucas lo vio ir a la parte trasera de su jardín, y al cabo de unos minutos, Max volvió con una colchoneta, la misma en la que solían saltar cuando eran pequeños. El chico miró alternativamente la colchoneta y el balcón, movió la colchoneta hasta dejarla completamente en el suelo y a continuación, Max tomó impulso y se cogió de la rama del árbol situado al lado del balcón. Lucas observó cómo su mejor amigo trepaba y posteriormente, se dejaba caer en su balcón, justo a su lado.

Plumas de Ceniza ║Seres Etéreos Libro I  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora