El miércoles por la tarde, tras una mañana llena de hojas de papel, bolígrafos que se quedaban sin tinta y ganas de arrancarse el cuero cabelludo, absolutamente toda la población estudiantil de último año en el instituto se quedó en sus casas descansando. Solo una pequeña minoría, los que parecían haber recobrado las ganas de vivir nuevamente, eran lo suficientemente atrevidos como para querer salir de fiesta aquella noche y, lo que era seguro, coger la resaca del millón.
Lucas se encontraba en casa de Max jugando con Sugar y Pepper cuando escuchó las voces de su mejor amigo y su madre resonar por toda la cocina. Mantenían una discusión bastante acalorada en la que Mary le recriminaba a Max haber encontrado algunos condones sin usar en uno de los cajones de su mesita de noche; por si no fuera poco, Vanessa había ido a visitarlo el día anterior y Mary había sido la que le había abierto la puerta.
Lucas había vivido tantas veces aquel tenso panorama en casa de los Feraud que ya había acabado por acostumbrarse. Mary y Max tenían personalidades demasiado parecidas, y aquello, inevitablemente, siempre los acababa llevando a inminentes discusiones en las que sus formas de ser chocaban estrepitosamente. Lucas había presenciado las suficientes como para saber que aquello les dolía a ambos, a pesar de que Max no se lo dijera.
Que el padre de Max los hubiera dejado tampoco ayudaba en absoluto. Mary y su hijo habían intentado seguir adelante, pero los problemas entre ambos no habían hecho sino incrementar con el paso de los años. Afortunadamente, para alivio de ambos, habían encontrado en la rota familia de los Bellamy a dos amigos de vida que jamás imaginaron tener. La madre de Max y la de Lucas se habían hecho mejores amigas, y lo mismo había pasado con sus dos hijos.
—Muy bien, ¡Lucas, nos vamos!
La exclamación de Max lo dejó anonado y lo apartó de sus pensamientos de golpe. ¿Irse? ¿Irse a dónde? Mary tenía en su rostro una mueca indescifrable, incapaz de ocultar su crispada personalidad y los labios fruncidos en una línea recta. Max no distaba mucho del aspecto de su madre.
—¿A dónde vamos? —preguntó después de unos segundos en silencio.
Max le dedicó una mirada mordaz antes de soltar un suspiro. No podía pagar su mal humor con Lucas, él no tenía la culpa de que ahora estuviera cabreado. La culpa era de su madre, y de inmediato supo a dónde debían ir a continuación.
—Nos vamos a la residencia de ancianos —se limitó a responder escuetamente.
Lucas no se sorprendió al escuchar a Max confesando a dónde se dirigían. Era una costumbre que habían tomado desde la primera discusión de Max con su madre tras mudarse. Su mejor amigo había aparecido en la puerta de su casa, completamente empapado, y le había rogado que lo acompañara a la residencia de ancianos para visitar a su abuela, Corally.
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Plumas de Ceniza ║Seres Etéreos Libro I ©
FantastikPlumas de Ceniza ║ ❝Y en el fuego encontramos nuestra falsa eternidad; borraba el tiempo con sus chispas, destruía la memoria con sus llamas y atribuía el temor del final en sus ascuas.❞ Muchos fueron los libros que intentaron comprender la creació...