Capítulo VI. Temor a lo desconocido

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                        Ante el cristal tintado del coche, las calles y las personas que las transitaban pasaban como borrones de colores apagados y tristes, oscuros. Era entonces cuando Serena podía limitarse a pensar en ellos como seres sim blancos o negros, repletos de grises. Tantas escalas de grises, tan distintas, tan... humanas.

     Suspiró y sus ojos se cerraron apoyando la cabeza en la ventanilla. Pero tan pronto como los cerró, abrió los ojos y se quedó quieta mientras se deshacía de la mirada verdosa de Lucas, que parecía atormentarla constantemente durante aquellos días.

     A su lado, su mejor amiga Hollie le dirigió una mirada inquisitiva y confundida. Serena supo que estaba molesta cuando sintió sus emociones, cuando se introdujo en sus pensamientos y vio que no le había agradado en absoluto la presencia de Lucas y Max en la clase de ballet, que se había dado cuenta de sus verdaderas intenciones para con Lucas.

     —¿Por qué te molesta tanto Max? —le preguntó de repente, al percibir el cambio en los pensamientos de su amiga. Max los había invadido y el enfado de Hollie había aumentado por ello.

     La rubia abrió levemente los ojos, sorprendida, antes de entrecerrarlos y cruzarse de brazos.

     —Sal de mi cabeza. Ya.

     Serena desvío la mirada de ella, avergonzada.

     —Perdona, sabes que no lo controlo bien. Me es tan natural hacerlo que a veces me olvido de que invado la intimidad de las personas.

     Hollie se quedó en silencio y sacó su móvil para cotillear en Instagram mientras respondía.

     —No me gusta su manera de ser. Con las chicas, digo. Es como si estuviera mirando al mujeriego de El Diario de Bridget Jones. Iugh.

     —A mí me parece majo.

     —Porque, no sé por qué, tu eres una de las pocas chicas a las que no intenta tirarse —Hollie resopló mirando el móvil—. Quizá es por ese amigo suyo, Lucas y ese código absurdo de mejores amigos de no fijarse en la misma chica.

     Serena giró la cabeza tan rápido para mirarla que bien podría haber pasado por la Niña del Exorcista. Hollie se asustó al ver los ojos de su amiga cambiando de color.

     —¡Serena! —exclamó, advirtiéndola. Los ojos de la otra pasaron del dorado al miel en cuestión de segundos.

     Hablaban en susurros, pero la madre de Hollie, Scarlett, podría verlas por el retrovisor, aunque no escuchara nada de lo que decían.

     —Perdón —volvió a murmurar. No obstante, su corazón se había disparado en su caja torácica ante las palabras de su amiga—. No sé qué tiene que ver Lucas en todo esto.

Plumas de Ceniza ║Seres Etéreos Libro I  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora