Capítulo 7

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El terror se desbordaba por la punta de mis pestañas y las pequeñas descargas eléctricas pinchaban mi columna como mil agujas en una hornija, si no supiera que las pesadillas acuden de noche, fácilmente podría creer que estaba inmersa en una.

El vello crecido en su rostro perfilado, las zarpas de sus blancas manos y la mirada amenazante que despedía ese fulgor mortal hicieron que la sangre en mi cuerpo se ausentara, la resequedad de mi garganta cobró factura e incluso me resultaba difícil pasar saliva.

Tallé mis ojos numerosas veces tratando de convencerme de que aquello no era verdad, pero fue el fragor emitido desde sus cuerdas vocales el que me trajo de vuelta a la realidad. Me aterraba la bestia en la que se había convertido Ilan, me hacía pensar que no lo conocía tanto como suponía.

— ¿Sabes lo doloroso que es para mí saber que tu corazón le pertenece a otro? — cuestionó a lo que negué rápidamente mientras retrocedía unos cuantos pasos que cesaron al momento de chocar contra la encimera de la cocina.

La cafetera de cristal cayó haciendo un ruido estrepitoso. Los sentidos de Ilan parecieron agudizar, aunque no sabía si eso era bueno o malo.

— ¡Quema! ¡quema por dentro! — gritó con tal desesperación. El comenzó a avanzar en mi dirección acorralándome por completo, su nariz se enterró en mi cuello y su lengua trazo un camino húmedo debajo de mi mandíbula.

—por fa-favor, no me ha-hagas daño—Susurré aterrada, mis ojos escocieron por la familiar sensación del llanto que estaba por venir y aunque me mordí la lengua tratando de tranquilizarme las lágrimas no tardaron en sucumbir.

—No llores, mírame a los ojos—y aunque me negaba a obedecer su orden la acaté, pero al mirar su iris dorado también visualice un atisbo de arrepentimiento que inmediatamente fue reemplazado por lujuria. —Quiero hacer de todo menos herirte.

Su recorrido húmedo continuo, aunque está vez estampó sus labios contra los míos. En otra circunstancia esto sería el cielo, pero temía por lo que pudiera pasar después.

En el intento de sepárame la encimera desapareció y mi cuerpo aterrizo sobre la pedacería de lo que una vez fue la cafetera.

Las manos me sangraban y los vidrios incrustados a lo largo de mis palmas latentes aparentaban más gravedad en el asunto. Mi respiración irregular empeoró y un sofoco producido por el llanto excesivo apareció.

—¡Ayuda! —grité o eso pareció, pues mi lengua era incapaz de pronunciar palabra.

Nadie acudió al llamado, parecía que la casa había reducido en tamaño, las paredes me encerraron con la bestia y mi vida pendía de un hilo.

—Cállate, nadie puede oírte.

—Ilan por favor— sollocé suplicante, pero el individuo solo enfureció.

—¡Soy Darren y harás lo que te diga! ¿entendido?

Temblorosa asentí, sentada en el piso y recargada en el granito hice mi cuerpo un ovillo a modo de protección, luego sollocé con más fuerza. Aun no entendía lo que pasaba y eso me descolocaba demasiado, pero en ese instante no me parecía prioritario buscarle lógica a la situación.

— Ilan, Darren, o quién seas por favor déjame ir.

—No irás a ningún lado, me perteneces— bramó con suficiencia causando que un nuevo temblor recorriera mi cuerpo.

El agarre de Ilan disminuyó, parecía tener una lucha interna que aproveché para escapar, quise rodear la encimera, pero tanto el asir de su mano como mis extremidades heridas lo impidieron. Cuando lo volví a mirar buscando el brillo amenazador predominando en sus ojos lo único que noté fue el bonito tono chocolate contrastando con su cabello carbón.

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