3 Una luz en la desgracia

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Su nombre era Gloria González, tenía 69 años, su único padecimiento era un alto grado de glucosa en la sangre, pero ello fue más que suficiente. Hacía una semana había entrado en un coma diabético, quizá no cuidó lo suficiente bien de su alimentación, ayer no soportó más. Alice estaba conmigo cuando recibió la noticia: quedó en shock. Su abuela era lo único que tenía, es cierto que en ocasiones discutían por cosas sin importancia, pero creo que nada más; me contó que sus padres murieron en un accidente hace ya diez años y que con el resto de la familia no había muy buena comunicación. Yo nunca he sido de mostrar muchos sentimientos o ser un buen hombro donde llorar pero ella no tenía a nadie más, así que me ofrecí a preparar todos los asuntos funerarios.

Hablé con sus familiares, que en realidad eran muy pocos; con sus amigas, con las que solía tomar un té en las tardes; con los más allegados a Alice, que éramos básicamente sus compañeros de trabajo; escogí el cajón, que sería usado poco, pues la incinerarían; la posición de los arreglos florales, qué estupidez, las flores deben darse en vida, cuando todavía puedan generar una sonrisa en la persona; y me quedé con Alice, luego fuimos a su casa y allí estuve toda la noche. Mi amiga por su parte, permanecía en silencio, pensando no sé qué, no había llorado mucho, pero creo que era porque aún no estaba consciente de que todo esto estuviera sucediendo.

Al día siguiente procedimos con lo reglamentario, Clara estuvo todo el tiempo ofreciendo su incondicional ayuda, todos quienes la apreciamos estuvimos allí para mostrarle nuestro apoyo, incluso algunos directivos, como Manuel, que nos había contratado y estaba en el nivel jerárquico más alto de la organización decidió ir a mostrar sus respetos y tuvimos algo de tiempo para charlar. Era un tipo amable, algo ambicioso, pero no lo culpo, a veces esas características son propias de los jefes. Para mis escasos 1,65 metros de estatura él era alto, se veía que se ejercitaba y sus facciones en general lo hacían un hombre atractivo, lástima que no era de mi tipo, si no fuera por esa incesante manía de mostrar superioridad quizá hasta le hubiera aceptado su cita, incluso hubiera pasado por alto el hecho de que me la estaba proponiendo en medio de un funeral, pero no.

Milagrosamente pude zafarme de él cuando vi a Carlos, del cual me aferré y con el que decidí empezar una plática mientras me alejaba de mi jefe.

-Creo que tengo el brazo morado, suéltame un poco - me dijo cuando estábamos suficientemente lejos de mi problema.

-Lo siento, pero tu fuiste mi oportunidad - acepto mientras lo suelto - ese hombre parecía león que no ha comido en muchos días, definitivamente quería cazar.

-Y tú una pobre cebra huyendo como sus fuerzas le dan - me dice en tono burlón.

-Pues no, pero al menos me aseguro de no pertenecer a su cadena alimentaria - complemento yo mientras sonreímos.

El día del cumpleaños de Alice hablamos un rato e inmediatamente nos llevamos bien, fue muy callado al principio, pero después de que le mostré confianza y sinceridad se fue soltando conmigo. Tiene los ojos verdes, un poco de barba, algo más alto que yo, de contextura delgada y hoy, al igual que yo, trae lentes medicados.

-Y, ¿tu hermano? - le pregunto por reflejo.

-No quiso venir, estos eventos no son de su tipo.

Asiento con la cabeza restándole importancia a su respuesta, en realidad ni siquiera sé porqué pregunté, seguimos charlando otro rato de cosas sin mucho valor. Después que todo termina nos despedimos, él se va con Clara, yo con Alice.

Llegamos a su casa, en el primer piso el garaje, el segundo era de la abuela, el tercero de Alice y arriba, la terraza. Es sin duda demasiado espacio para una sola persona.

-Yo... Estoy muy agradecida por toda tu ayuda - me dice Alice y se sienta en el sofá.

-No hay de qué, era lo mínimo que podía hacer, eres mi amiga - le digo mientras me siento a su lado.

-Creo que debo retribuir de alguna forma tu ayuda y sé exactamente cómo hacerlo - me mira a los ojos - ven a vivir conmigo.

-¿Qué?, creo es es una decisión muy apresurada - le contesto sorprendida.

-Erika, sé de tu situación económica, sé que no la pasas mal, pero que el dinero escasea, el lugar donde vives está bien, pero yo puedo librarte de pagar arriendo, a la vez que me haces algo de compañía, una casa de cuatro plantas es demasiado para mí - se mira los pies - no quiero vivir sola aquí - sus ojos se llenan de lágrimas - por favor acepta.

La verdad es que tiene toda la razón, no puedo quejarme de dónde vivo, pero pagar las facturas a final de mes siempre es doloroso, ella tiene toda la intención de ayudarme y si lo hago, también estaría siendo su soporte para asimilar su pérdida. No lo pienso más y acepto, nos unimos en un abrazo y nos quedamos allí por largo rato en silencio, hasta que la escucho dormir, yo también voy cediendo al cansancio y me duermo. No tengo hermanas, pero si las tuviera me gustaría que fueran amistosas, fuertes hasta en los momentos más difíciles, consejeras, que pudiéramos confiar la una en la otra. No tengo hermanas, pero si las tuviera me gustaría que fueran como Alice. 

A que te olvidas de mí... {Fanfic sobre 8cho}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora