I.

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Caminaba rápidamente esperando que nadie me reconociera, definitivamente salir a merodear solo no había sido buena idea, pero quería ser una persona común al menos por unas horas…

 Por primera vez odie ser tan alto y llamativo, iba viendo mis pisadas cuando alguien choco conmigo, una muchachita cualquiera, de talle común, cabello común, como cualquier persona, nada especial, creí que me reclamaría porque le tiré una especie de artesanía que se rompió en varios pedazos, pero no, ella solo se rió, vacilé aunque su risa sonaba sincera, me vio con cara de desconcierto y rió aún más, le pedí disculpas a lo que ella contestó:

–Ah no te preocupes, era una artesanía con 500 años de antigüedad, nada importante.

 Me asombré mucho, ¿Cómo podía estar tan despreocupada si era algo de hace 500 años de antigüedad? casi quería llorar, el arte es una de mis pasiones y destruí algo tan viejo y valioso. Me agaché para levantar los restos, pero ella me detuvo diciendo: 

–Déjalo, miles de artesanías más han de estar por ahí, vagando por el mundo, esperando a que las descubran.

Y rió de nuevo, yo solo no entendía nada. Ella percibió mi cara de aflicción y me sonrió aún más. Me levanté y le ofrecí mi mano para ayudarla pero ella ya estaba de pie, nunca me había pasado eso, siempre había sido “el caballero”. Entonces recordé que yo era yo y empecé a actuar raro, tratando de esconder mi rostro, como si hubiera hurtado algo. Ella se rió mucho de mi actitud y me dijo: 

– ¡No te hagas! Ya sé quién eres, no trates de esconderte. Menuda idea la tuya de salir a pasear solo en las calles de París.

Me puse rojo como tomate, ella sabía quién era, y ¿ahora qué? ¿Me presentaba formalmente o mejor corría? Notó mi cara de asombro. 

–Es broma –dijo –para mí solo eres un despistado que anda por ahí matando artesanías y escondiéndose de no sé qué –rió a carcajadas – ¡Vamos! Ayúdame a recoger los restos, después de todo, podría ser peligroso dejarlos.

La ayudé y los llevamos a un museo que estaba en la esquina, cruzando la acera, en cuanto entramos, la culpa regresó… Yo había matado algo de 500 años de antigüedad… pensaba en eso cuando un muchacho delgado y de piel pálida se acercó a nosotros con rostro contrariado: 

– ¿Qué paso Clarisa? –exclamó.

–Se me cayó el jarrón –respondió la aludida como si fuera cualquier cosa.

–Pero… ¿Cómo?

Entonces decidí interceder…

–Fue mi culpa, yo tropecé con ella y… –arrastraba las palabras torpemente –y… rompí un jarrón de 500 años de antigüedad. Lo siento, de verdad lo siento, si hubiera sabido, si hubiera tenido más cuidado al caminar, pero ella no tuvo la culpa, si piensa tomar represalias hágalo contra mí, yo lo pagaré.

– ¿Clarisa? –le dijo con tono de desaprobación y puso los ojos en blanco, yo no entendía nada, está actitud no tenía ni pies ni cabeza – ¿Otra vez perturbando gente? –continúo.

–Lo siento hermano –así que era su hermano, quizá no la reprenda tanto –olvidé decirle que estaba bromeando.

– ¿Qué? –mis ojos se abrieron tanto de la sorpresa. 

–Sí, yo… es que solo era una réplica, el original está ahí –su fino dedo índice señalo un hermoso jarrón que se hallaba en una de las esquinas de la estancia principal.

Lo admito, me enoje un poco, nunca nadie me había engañado, yo era el dios del engaño, ¿Cómo una chamaquilla cualquiera lo había logrado? Me sentí débil, expuesto y decidí que lo mejor era irme de allí. Mi cara de desagrado se giró para salir por la puerta de cristal, apenas había dado unos pasos, cuando el muchacho me alcanzó para disculparse:

– ¡Espera! –Gritó –Mi hermana es muy “graciosa” no fue en serio, digo discúlpanos… ¡Ya sé! Te daré entradas gratis para el evento de arte de esta noche, será único, una exposición de las mejores antes vistas por aquí. 

Capturó mi atención con la palabra “evento de arte”, una exposición, amo las exposiciones.

– ¿Y de quién será? –pregunté.

–Ah, será de un gran artista, es su debut, ya verás, el mismo artista se presentará aquí.

–De acuerdo –acepté con gusto –pero… tu hermana no estará ¿cierto?

– ¡Oye! –intervino Clarisa con tono de reclamo.

–Es  broma –dentro de mí, sabía que no era así –acepto las entradas. 

Su hermano se volvió hacia la pequeña recepción que se encontraba a unos pasos, rebusco algo entre papeles, volvió y me dio dos boletos de color turquesa.

–Por cierto mi nombre es Joshua, el dueño del museo, a tu servicio –extendió su mano y la estreche diciendo un sencillo gracias.

Me despedí de ellos, asegurando que volvería en la noche. Salí del museo y volví al hotel para vestirme adecuadamente. Me emocionaba sobremanera está clase de eventos.

Bonfire Heart © [Tom Hiddleston Fanfiction]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora