III.

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Clarisa se acerco tranquilamente a Tom con una sonrisa. Él no entendía como una niña pudo tomarle el pelo, pero esto no se quedaría así.

– ¿En que estábamos señor...? –se quedó callada para que el terminará la frase.

–Ehm… Hiddleston, Thomas Hiddleston –Tom vacilo, pero no encontro en ella rastro de reconocer su nombre.

– ¿Puedo decirte Tom cierto? –preguntó Clarisa.

–Sí, por supuesto. Estábamos hablando de lo pesada que es tu amiga la pintora, y sobre eso, ya me lo pensé mejor y no la quiero conocer –dijo tajante.

Clarisa se sorprendió bastante por el completo cambio que habían dado los deseos de su acompañante. Hace un momento moría de ganas de hablar con la artista, de hacer preguntas y de repente se había desinteresado, sin más.

– ¿Puedo preguntarte por qué tal cambio? ¿Hizo algo que te disgusto? ¿Sus pinturas no son lo suficientemente buenas? –preguntó con el rostro contrariado, se asomo una ligera capa de tristeza en sus ojos.

–Tal vez hizo un par de cosas que me disgustaron un poco, en cuanto a sus pinturas no creo que necesiten mi aprobación ni la de nadie. Pesé a mis disgustos, son muy buenas –dijo.

Lo sabía. Él sabía que era ella y estaba tratando de vengarse mostrando indiferencia. Clarisa no podía permitirle semejante burla, ella era una maestra para estas situaciones. La ironía y el juego eran como una segunda piel. Se recompuso y preguntó:

– ¿En serio? ¿Qué clase de cosas? –Sonrió pícaramente. –No me imagino que pudo haber hecho si aún no la conoces.

Tom se desconcertó por su repentino cambio de humor y se quedó callado, no se le ocurría nada bueno que contestar a esas preguntas tan directas. Creyó que ella se sentiría decepcionada o algo por el estilo y él le diría “es una broma” y reiría, pero no estaba saliendo conforme a su plan. Como él no decía nada Clarisa prosiguió.

–Sabes no te culpo por no querer conocerla ¿quién querría hacerlo? Solos son simples pinturas ¿cierto?

–No, no son simples pinturas, despiertan lo más profundo del alma, inundan tus sentidos y te dejan miles de dudas acerca del mundo. –las palabras habían salido a borbotones, no pudo detenerlas una vez en su boca, pero es que todo eso era cierto, le habían tocado el alma.

Clarisa sonrió de oreja a oreja con semejante comentario –Yo podría ayudarte a aclarar las miles de dudas que te acechan –dijo.

– ¿Y tú por qué? –Tom quería jugar con ella, o al menos intentarlo.

–Ja ja no caeré. ¿Con quién crees que estás tratando? Yo inventé está clase de juegos –le enseñó la lengua divertida –Será mejor que me digas tus dudas, por que debo atender a las demás personas.

Tom frunció el ceño y entorno los ojos con fastidio. Maldita niña, pensó para sí. Se quedo callado pensando que lo mejor era darle la ley de hielo. Clarisa trató de reprimir una risita y dijo:

–Bien, en vista de que te han comido la lengua los ratones, me voy. Nos veremos Sr. Hiddleston.

Su silueta se alejaba elegantemente. Tom no quería que se fuera, quería correr y alcanzarla, gritarle algo pero no se le ocurrió nada para hacerla volver. Estaba irritado con ella pero tampoco quería alejarse de sus encantos. El vestido turquesa ceñido a su figura lo hacía imaginar cosas que solía reprimir con varias damas, pero es que con ella no podía, simplemente no. Diablos. Nunca le había pasado esto. Ella era una niña, bueno no, pero era tan joven. “Es una jovencita Thomas, compórtate” se dijo a sí mismo. Avergonzado de sus pensamientos, decidió salir de la galería.

El soplo del viento en su rostro le ayudo a relajarse, dio un par de pasos para dirigirse al hotel cuando tropezó con alguien.

Era Clarisa.

Maldición Tom de tantas personas con las que puedes tropezar en el mundo, tenía que ser con ella –pensó. Decidió ignorarla, era lo mejor para él, pero no pudo evitar cambiar de opinión, su semblante no se parecía en nada al de hacía solo unos minutos, cuando conversaban.

Clarisa llevaba un celular en la mano, tenía los ojos rojos y llorosos, varias lágrimas caían por sus mejillas, sus ojos almendrados parecía perdidos.

–Lo siento –musitó. Al verlo a la cara reconoció a Tom y no pudo evitar lanzarse a sus brazos y sollozar recargada en su pecho.

 Lo tomo por sorpresa, pero le correspondió el gesto y la apretó contra su pecho mientras le acariciaba el cabello – ¿Te encuentras bien? –dijo Tom con preocupación.

–Sí, discúlpame. Creerás que soy una lanzada y eso no es… –Tom la callo con uno de sus dedos.

–Para. Por supuesto que no pensaría una cosa así. ¿Qué pasa? ¿Puedo ayudarte en algo? ¿Quieres que llame a tu hermano?

La palabra “hermano” la hizo reaccionar.

–No, a mi hermano no. Si me ve así creerá que algo paso y… -Tom la interrumpió.

–Pero sí paso algo –dijo Tom desconcertado.

–Yo… yo no tengo intención de contarle lo que pasó –sus manos temblaban.

– ¿Estás segura? Te vez pálida.

–El no tiene por qué saberlo –dijo con firmeza aunque con dolor en la voz.

–En ese caso no puedes regresar allá –señalo el museo con un ademán.

–No, me voy a casa –dijo con la mirada perdida.

–Te acompaño –se ofreció Tom.

–No, gracias. Puedo ir sola, está a un par de calles, estaré bien –se soltó de los brazos de Tom para emprender marcha, pero este la tomo firmemente del brazo.

–Ni hablar, te acompaño –sentenció con decisión.

Ella asintió, no estaba con ánimos de contrariar a nadie. Así pues Tom le rodeó la cintura con un brazo y se alejaron caminando del museo en dirección a la casa de Clarisa.

Bonfire Heart © [Tom Hiddleston Fanfiction]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora