A Quien Amo.

Capítulo 13.

El calor que sentía empezaba a incomodarle, no estaba acostumbrado a aquello, ni hablar del asunto de la poca circulación de su brazo o la pequeña picazón que le provocaba el cabello endemoniado de Granger, pero lo que mas le molestaba, era que no tenía ni la menor idea de que hacer.

Se había despertado ya media hora atrás, pero había intentado no mover ni un solo musculo para no despertar a la joven que dormía tan plácidamente sujeta a su cuerpo. Entendía que ella debía estar cansada, recordaba por pequeñas imágenes a ella cuidandole, pero eran recuerdos confusos, sin embargo si podía recordar con claridad el incidente con esos remedos de mortifagos, el problema fue que su subconsciente lo había tomado y mezclado con sus temores y algunas cuantas ridiculeces de las que se avergonzaba haber siquiera tenido en su mente, pero sabía lo débil que es una mente enferma y mas una que lleva años siendo atormentada como lo era la suya, después de todo, él había tomado ventaja de la debilidad de la mente en situaciones de tortura y agresión, se había vuelto un experto en manipular sentimientos y la mente era su blanco favorito en cuanto a ataques.

No era algo en lo que le gustaba pensar, pero era la realidad, sin embargo no era lo que deseaba pensar en ese momento en que Granger dormía a su lado, no sabía porque, pero pensar en asuntos tan oscuros, le parecía insultar a la inocencia de la joven que le estaba provocando tanta confusión, un pensamiento realmente ridículo a su lógica, pero completamente respaldado por sus sentimientos.

Sentimientos, ¿Desde cuando los tenía por la joven bruja? ¿Cuando había dejado que ella llegara a ser lo que hoy era para él? ¿Cómo es posible si quiera que los tuviera por alguien mas después de Lily? Se había guardado de tenerlos. se había negado el entablar relaciones que llegaran a manchar el único sentimiento bueno que había tenido por alguien, se había cuidado de que nadie tomara ese lugar, la verdad creía que no sería posible, pero si tenía que ser sincero consigo mismo, su estupidez no era tan desacertada, pues si existía alguien que mereciera ese lugar, si había alguien mas perfecta que Hermione Granger, él no la conocía.

Sí, la joven tenía defectos, era a veces muy molesta y extremadamente expresiva, tenía una debilidad por no cerrar la boca, no medía los riesgos, tenía un terrible gusto al momento de escoger amistades, necesitaba saberse con la aceptación de las personas importantes para ella, es bastante mandona y cree casi siempre tener la razón, pero no podía decir que él mismo no tuvo algunos de esos mismos defectos cuando era mas joven, sabía que con la edad el carácter se le haría aun mas fuerte, pues aunque la chica demostraba mucha madurez para su edad, sabía que aun era una joven que tenía mucho por aprender.

También sabía que algunos de esos defectos no le eran del todo molestos, tal vez si eran blanco de sus burlas, pero en secreto sabía que era algo que en cierta medida le agradaba. Y si tenía que hablar de las virtudes, prefería no hacerlo por descubrirse una vez mas admirando mas de lo permitido las cualidades de su alumna. Y esa era la cuestión, una vez mas se había enamorado de la persona mas perfecta que conocía, pero precisamente eso la convertía en algo indebido para él, después de todo, si tanto aprecio le tenía, ¿Cómo podía si quiera querer que estuviera a su lado conociéndose a si mismo?

No sabía lo que la chica sentía, realmente rogaba porque fuera lo suficientemente cuerda de no verle como algo mas que su profesor y que el beso solo hubiera sido producto de algún error juvenil, de alguna alegría por su mejora o cualquier otra cosa, pues sentía miedo que ella pudiera haber cometido el error de empezar a sentir algo por él. Pero eso sería absurdo, Hermione Granger sintiendo algo por su viejo tutor de pociones que le había hecho la vida imposible a ella y a las personas con las que ella se relacionaba, de su nada atractivo maestro de quien la mayoría hablaba, de quien no tenía ninguna cualidad que una mujer buscaría en un hombre.