Capitulo 4

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El viento soplaba con un poco mas de fuerza que en los días anteriores, las hojas de los arboles caían de distintos colores, rojas, naranjas, amarillas, algunas aun verdes o mezclas de estos colores. Lo estudiantes caminaban sonrientes y animados, sin embargo no todos disfrutaban de aquel ambiente, días como aquellos le exasperaban al hombre de cabello largo y mirada fría, era un día con bastante humedad y su habitual vestimenta no era la mejor para aquella, una vez mas una estúpida hoja le golpeaba la cara, así que decidió entrar a algún lugar y evitarlas por un rato, decidió donde ir, tenía que ser algún lugar donde no fueran tantos estudiantes, por lo que las tres escobas estaba descartado, miro hacia el lugar de Madame Pudipié e inmediatamente sintió como se le revolvía el estomago, cabeza de puerco era la mejor opción.

Al entrar se dio cuenta que no había forma, todos los lugares estaban atestados de esos chiquillos, y ahora que cabeza de puerco había cambiado tanto, no era nada extraño que cada vez mas personas llegaran al local, no había muchos rastros de lo que fue un día.

Odiaba estar ahí, pero no había podido librarse, Mcgonagall había descubierto que era el primer fin de semana en que el hombre no tenía un compromiso en ya algún tiempo, así que decidió mandarlo a él y a Flitwick para ser guía de los estudiantes en su visita a Hogsmeade, aún no sabía porque tanto alboroto si podía ir uno solo, la ciudad se llenaba de aurores cada vez que los alumnos la visitaban, pues su protección al parecer ahora era una de las prioridades del ministerio.

¿Y de quien era la culpa de estar ahí? De la chica sentada en la mesa de al fondo, su melena era en ese clima inconfundible, ahora sabía porque le había dicho que ese fin de semana no iba a poder llegar a su despacho, ella se había disculpado como si él le pidiera que llegara, cuando era ella la que llegaba a invadir su espacio cada sábado por la tarde con libros, bocadillos y esa tetera de siempre. 

Mcgonagall por alguna razón estaba encantada de escuchar que Granger llegaba cada sábado a molestarlo, y le pareció que no entendió bien que lo que él quería era su espacio y que se estaba quejando y no hacienole un comentario de su vida.

En fin, cuando al fin creyó librarse y que iba a tener un buen sábado, Minerva lo había enviado a soportar a un montón de chiquillos que ahora le temían menos y algunos hasta le sonreían, ¡a él! ese cabezota de Potter debió quedarse callado, odiaba tener esa atención sobre él.

Sin proponerselo la mirada se le desviaba hacia la mesa de Granger, un brazo se posaba sobre sus hombros posesivamente, Black parecía que mostrara un trofeo y ser como siempre el alma de la fiesta, sintió una punzada fría al ver como ella le sonreía a su pareja y este la besaba con descaro frente a todos, claro que esto lo atribuyó a la molestia que siempre representaría verlo a él. Giró a ver a las otras mesas y a todos los que miraban la escena les brillaban los ojos y tenían una ridicula mueca en el rostro, ¡por Merlín! ¿Que nadie se daba cuenta que él era un viejo para ella? Severus tenía casi su edad, por lo tanto rozaba los 40 y ella aun era solo una cría que ni siquiera había terminada sus estudios, vale, era por situaciones extraordinarias, pero eso no quitaba que ella debería de estar centrada primero en completar esa meta, antes de caminar por ahí con alguien que bien podría ser su padre.

La mesa era el centro de atención del lugar, eso no le asombraba en nada, puesto que el niño que vivió (dos veces) estaba en ella, Potter, Black, Granger, y dos aurores mas ocupaban los lugares y parecían disfrutar el momento, Severus rodó los ojos, era mejor salir del lugar aunque los otros locales estuviera mas llenos, estaba seguro que en cuanto la noticia de que Potter estaba ahí corriera, llegarían mas y mas gente.

Pagó el trago e intentó salir así a como entró, sin llamar la atención, entonces oyó una vez y maldijo su suerte.

-Señor! Señor, espere un momento.

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